La presidencia del miedo
No hay ning¨²n espacio para la esperanza en el triunfo de Donald Trump
La prueba definitiva de la salud de una democracia es el traspaso de poderes, la transmisi¨®n de la jefatura de gobierno tras unas elecciones, donde candidatos de idearios similares o diferentes colaboran para que se cumpla la voluntad popular expresada en las urnas. Que Barack Obama haya prometido trabajar ¡°de forma muy intensa para que ahora haya una transici¨®n de ¨¦xito¡± es prueba de ello. Ahora ¨¦l y su equipo tienen como prioridad facilitar la llegada al poder?del nuevo l¨ªder de la primera potencia mundial, un racista mis¨®gino, sin experiencia de Gobierno y cuyos ¨²nicos planes conocidos son bajar los impuestos a los ricos, construir un muro con M¨¦xico y mejorar las relaciones con Vlad¨ªmir Putin.
Donald Trump es un peligro, y grave. Y por mucho que este mi¨¦rcoles Hillary Clinton le haya deseado ¨¦xitos y se haya ofrecido a ayudarle en lo que necesite, la mera existencia de un presidente Donald Trump pone en peligro todo un sistema por el que desde la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos ha garantizado el equilibrio mundial liderando un bloque de democracias occidentales frente al vasto campo del autoritarismo.
Por decirlo claro, la mitad de Estados Unidos ha votado contra los derechos de la otra mitad. Quienes el martes celebraban en Nueva York la victoria de Trump celebraban en realidad el triunfo de la vulgaridad, la intolerancia, el miedo y la ignorancia. Lo ¨²nico seguro de Trump es que puede opinar una cosa y la contraria seg¨²n sople el viento pol¨ªtico o amanezca su estado de ¨¢nimo. En un solo d¨ªa ha estado a favor y en contra del aborto, el matrimonio gay o la entrada de musulmanes al pa¨ªs. Y adem¨¢s, miente cuando le conviene.
Es posible, como interpretan muchos analistas hoy, que Trump haya ganado porque Hillary Clinton no supo o no pudo hacerlo. El nuevo presidente logr¨® menos votos que Mitt Romney en 2012 y John McCain en 2008, ambos perdedores. Tal vez los votantes hayan castigado tambi¨¦n a la candidata dem¨®crata por errores de Barack Obama: por el caos de su reforma sanitaria, por haber gobernado a veces como un republicano moderado o por el deshielo con Ir¨¢n y Cuba. Puede que fuera sencillamente una candidata demasiado d¨¦bil, lastrada por su apellido y un at¨¢vico machismo institucional.
Quien gana, sin duda, es la Am¨¦rica blanca, ese concepto que parec¨ªa haber dejado obsoleto la presidencia de Barack Obama y que ha regresado con fuerza. Porque si Trump se ha esforzado en algo es en insultar a todos los que sean diferentes: negros, latinos, mujeres, homosexuales, transexuales y hasta discapacitados. El aumento de la participaci¨®n de hombres de raza blanca, edad media y educaci¨®n b¨¢sica le han entregado a un magnate con delirios de grandeza las llaves del pa¨ªs, su asiento en el despacho Oval y el p¨²lpito en las Naciones Unidas. Y todo con el apoyo de grupos supremacistas blancos de los que no ha querido distanciarse.
Muchos de los que han votado a Trump son o han sido dem¨®cratas. Ha sucedido en el pasado. Cuando Lyndon B. Johnson logr¨® la presidencia en 1964 aprob¨® la ley de derechos civiles y acab¨® con la segregaci¨®n racista. Los Estados del sur, hasta entonces s¨®lidamente dem¨®cratas, se volvieron republicanos. Al partido le quedaron entonces las clases medias y bajas, los sindicatos, los m¨¢s desfavorecidos, para los que la ayuda del Estado era la ¨²nica esperanza de no caer por debajo de un suelo de m¨ªnima dignidad. Deber¨¢ analizar el partido qu¨¦ han hecho por sus bases dos presidentes, Bill Clinton y Barack Obama, cuyas pol¨ªticas econ¨®micas no han diferido terriblemente de las de George W. Bush.
Se avecina una ¨¦poca muy oscura en Estados Unidos. No hay forma de dulcificarlo. En democracia la soberan¨ªa del pueblo es sagrada, pero eso no significa que siempre deje en buen lugar a quienes la ejercen. Aunque esta es una decisi¨®n de 58 millones de personas, es una decisi¨®n equivocada e injusta. Con sonoros aplausos y muchas papeletas se han suicidado gloriosas naciones. Existe una responsabilidad colectiva en estas elecciones en las que los d¨¦biles quedan m¨¢s desprotegidos.
?Lo positivo? Obama lo ha dicho desde la Casa Blanca en su primer discurso tras el resultado de las aciagas elecciones de 2016. ¡°El sol ha vuelto a salir por el Este y no por el Oeste¡±. Y aun as¨ª, en el mundo caprichoso de la presidencia de Trump puede que este nuevo presidente alg¨²n d¨ªa intente convencernos de todo lo contrario.
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