Mar¨ªa da Penha, s¨ªmbolo del 'no'
Hace 10 a?os, Brasil aprob¨® por primera vez una ley para proteger a las mujeres de la violencia. El m¨¦rito es de una mujer en silla de ruedas
La mujer que arrastr¨® a Brasil a los tribunales por machismo tiene u?as rojas cuidadas, y una mirada apacible y amable que refleja el cansancio de una larga batalla. Sus piernas, que se mantienen unidas por una banda el¨¢stica, llevan m¨¢s de 30 a?os atrapadas en una silla de ruedas, pero no le impiden viajar o sentirse por fin una persona nueva y, en el fondo, agradecida a la vida. Porque ella, Maria da Penha, es ahora el s¨ªmbolo del no de todas las mujeres brasile?as a la violencia de g¨¦nero.
El 7 de agosto cumpli¨® 10 a?os la ley federal que lleva su nombre, la primera en la historia de Brasil que condena los abusos contra las mujeres, ya sean sexuales, f¨ªsicos o psicol¨®gicos, y que instituy¨® en todo este inmenso territorio las comisar¨ªas especializadas en cr¨ªmenes de g¨¦nero. Esta se?ora de 68 a?os lo logr¨® llevando su terrible caso personal ante la Comisi¨®n Interamericana de Derechos Humanos: un marido violento que, despu¨¦s de haberla dejado en una silla de ruedas, siempre lograba ser absuelto en los procesos.
Est¨¢ Maria da Penha en su casa del centro de Fortaleza, capital del Estado de Cear¨¢, en el noreste de Brasil. Nos habla del Instituto que lleva su nombre, comprometido en una obra de sensibilizaci¨®n sobre la igualdad de g¨¦nero en las escuelas de todo el pa¨ªs. Y nos regala el libro que public¨® en 1994, Sobreviv¨ª, puedo contarlo, un ¨¦xito editorial que se?al¨® el inicio del camino de Brasil hacia una legislaci¨®n moderna en apoyo de las mujeres.
Pero el viaje de Maria da Penha ¡ªlicenciada en farmacolog¨ªa, tres hijas, familia burguesa, casada con un profesor universitario¡ª hab¨ªa comenzado mucho antes, una noche de 1983, cuando su marido, Marco Antonio Heredia, la dispar¨® por la espalda mientras ella estaba en la cama, simulando un robo en la casa. ¡°No era m¨¢s que el ¨²ltimo acto de una serie de ataques psicol¨®gicos contra m¨ª y de golpes a las ni?as¡±, cuenta Maria. ¡°Llevaba tiempo pensando en la separaci¨®n, pero tem¨ªa por mi vida: en esa ¨¦poca las cr¨®nicas estaban llenas de noticias sobre hombres que mataban a sus mujeres porque osaban pedir el divorcio. Y, sobre todo, me daba miedo por la seguridad de las ni?as¡±. El marido de Maria era colombiano: ¡°Al casarse conmigo, y despu¨¦s de un largo proceso burocr¨¢tico, hab¨ªa logrado obtener la ciudadan¨ªa brasile?a. De modo que yo ya no le hac¨ªa falta¡±.
- P. ?Y usted lo denunci¨®?
- R. ¡°Aquella primera vez, no: yo tambi¨¦n me hab¨ªa cre¨ªdo la versi¨®n del robo. Recordaba solo que estaba durmiendo y me despert¨¦ al o¨ªr ruidos en casa: no pod¨ªa mover las piernas. Mi marido cont¨® a los vecinos que hab¨ªan entrado cuatro hombres, y ¨¦l ten¨ªa el pijama desgarrado: yo estaba medio muerta, y ¨¦l parec¨ªa realmente traumatizado. Despu¨¦s de una larga rehabilitaci¨®n en Brasilia, volv¨ª a casa y me encontr¨¦ con que ¨¦l me segregaba: todos los que quer¨ªan verme ten¨ªan que pedirle permiso, y mientras tanto, los vecinos me confiaron sus sospechas sobre el hecho de que realmente se hubiera tratado de un robo¡±.
- P. Hasta que su marido intent¨® matarla de nuevo.
La ducha el¨¦ctrica soltaba unas descargas extra?as, me negu¨¦ a entrar en la cabina y se enfad¨® de forma exagerada
- R. ¡°Me llev¨® al ba?o para ayudarme a lavarme: la ducha el¨¦ctrica soltaba unas descargas extra?as, me negu¨¦ a entrar en la cabina y se enfad¨® de forma exagerada. Luego se fue de casa durante unos d¨ªas, y por fin yo fui a un abogado para solicitar la separaci¨®n de bienes. Luego me refugi¨¦ con las ni?as en casa de mis padres. Denunci¨¦ a mi marido y en 1984 comenz¨® el juicio. Un juicio infinito, durante el cual ¨¦l sigui¨® siendo libre y yo siempre asustada: no sal¨ªa de casa, no hablaba con nadie. No acab¨® entre rejas hasta 2002, y solo durante dos a?os. Recurr¨ª la sentencia ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que, por primera vez, aprob¨® una denuncia por un delito de violencia dom¨¦stica, condenando a Brasil a adoptar una ley a favor de todas las mujeres v¨ªctimas de abusos¡±.
- P. Su pa¨ªs a¨²n registra un ¨ªndice alt¨ªsimo de violencia contra las mujeres. Seg¨²n el informe de 2015 del Instituto de Investigaci¨®n Econ¨®mica Aplicada (IPEA), en Brasil, cada a?o, cerca de 1,2 millones de mujeres sufren abusos. Y de las 500.000 v¨ªctimas de violaciones, solo el 10% lo denuncia a la polic¨ªa. Se?ora Da Penha, ?por qu¨¦ su ley no ha conseguido invertir esta tendencia?
- R. ¡°Ha habido cambios, pero se necesita m¨¢s tiempo. Veo novedades importantes, como una mayor concienciaci¨®n entre las mujeres. Antes no hab¨ªa nada que las defendiera de los abusos; un hombre que mataba a una mujer no iba a la c¨¢rcel y el juicio duraba una eternidad. Mientras que ahora se hace justicia, y en las capitales de los 27 Estados de Brasil existen por fin pol¨ªticas p¨²blicas a favor de las mujeres, establecidas por ley. El problema es que el nuestro es un pa¨ªs enorme, casi un continente, por lo que estas pol¨ªticas no han llegado a muchos pueblos del interior y la cultura machista sigue estando muy difundida entre nuestros pol¨ªticos. Yo creo que si se aplicara la ley en todas partes, funcionar¨ªa muy bien¡±.
- P. ?Adem¨¢s de la concienciaci¨®n de las mujeres, ha aumentado tambi¨¦n la de la sociedad hacia los derechos de la mujer?
- R. ¡°Veo que en las peque?as comunidades en las que el agresor ha sido castigado por la ley, ahora est¨¢n todos m¨¢s enterados. Y las mujeres son m¨¢s conscientes de sus derechos, aunque, desgraciadamente, que conozcan la ley no significa que denuncien m¨¢s a menudo: el miedo resiste, la cultura del silencio, sobre todo en las zonas rurales, donde todav¨ªa no tenemos estad¨ªsticas precisas sobre el fen¨®meno. En la ciudad de Fortaleza, en cambio, la comisar¨ªa para mujeres recibe m¨¢s denuncias que todas las dem¨¢s juntas¡±.
- P. ?Por qu¨¦, en su opini¨®n, en Brasil est¨¢ tan extendida la violencia contra las mujeres?
- R. ¡°Por varias razones: el machismo que impregna nuestra sociedad y la impunidad que ha dominado siempre, hasta la ley de 2006. Es sobre todo un problema de educaci¨®n: muchos hombres han vivido situaciones de violencia en la familia y para ellos eso es lo normal, y les lleva a reproducir ese modelo en la relaci¨®n de pareja¡±.
Antes un hombre que mataba a una mujer no iba a la c¨¢rcel
- P. Volviendo a su historia personal, ?cu¨¢l fue el momento psicol¨®gicamente m¨¢s dif¨ªcil para usted?
- R. ¡°Cuando ocho a?os despu¨¦s del intento de asesinato, mi marido fue llevado ante el tribunal y condenado, para salir en libertad al momento gracias al pago de la fianza. Estaba at¨®nita y sin esperanza. Puedo decir que empec¨¦ a vivir en 1994, cuando escrib¨ª mi libro y saqu¨¦ toda la amargura. Gracias al libro llegamos a la Corte Interamericana de Derechos Humanos: un diputado de Cear¨¢ lo hab¨ªa le¨ªdo y promovi¨® mi causa ante las instituciones internacionales¡±.
- P. ?Qu¨¦ siente hoy por su exmarido?
- R. ¡°No me gusta usar la palabra perd¨®n, y tampoco quiero recordar la violencia que ese hombre me infligi¨®. Puedo decir que me alegro de haber podido transformar mi sufrimiento personal en un potencial para ayudar a otras mujeres que lo necesitan¡±.
- P. ?Qu¨¦ mensaje quiere dar a las mujeres brasile?as v¨ªctimas de violencia que siguen sufriendo en silencio?
- R. ¡°Las invito a unirse en sus ¨¢mbitos locales y a luchar para lograr pol¨ªticas p¨²blicas a su favor. Y, donde ya existan comisar¨ªas especializadas en violencia de g¨¦nero, las animo a denunciar los abusos que sufren: solo entonces empezar¨¢n, paso a paso, a liberarse del miedo.
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