Europa debe despertar
Ante Trump, la UE debe defender un orden internacional abierto
Europa debe reaccionar con toda firmeza y superar la conmoci¨®n moral, la pesadilla ideol¨®gica y el desconcierto pol¨ªtico desatados tras las elecciones de EE?UU. Adem¨¢s de las cuitas pesimistas, el acceso del ultra Donald Trump plantea al viejo continente algunas oportunidades que deben ser aprovechadas, aunque ello sea extraordinariamente dif¨ªcil.
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Internamente, la de aprender en cuerpo ajeno la lecci¨®n de c¨®mo y por qu¨¦, contra la mayor¨ªa de pron¨®sticos, puede imponerse el populismo m¨¢s cruel y vulgar. Sin un diagn¨®stico claro, toda receta ser¨¢ ineficaz. Hacia afuera, la defecci¨®n de EE?UU de la gobernanza del orden liberal-democr¨¢tico mundial dejar¨¢ un vac¨ªo que deber¨¢ rellenarse, si se confirma el peor augurio de las promesas aislacionistas y autoritarias que Trump formul¨® durante la campa?a.
Solo hay dos v¨ªas. O la globalizaci¨®n se dirige desde una alianza hegemonizada por el multilateralismo, la apertura econ¨®mica y el democratismo pol¨ªtico, capaz de revitalizarla y mejorarla (forjarla es la ventana de oportunidad para la UE). O ser¨¢ destruida por una amalgama de autoritarismos, endog¨¢micos y unilateralistas, propensos al litigio comercial, que tantas veces deriva incluso en conflicto b¨¦lico.
La tarea es herc¨²lea. Requiere a un tiempo diplomacia y firmeza, como apunt¨®, casi en solitario, la canciller Angela Merkel: habr¨¢ que cohabitar con la nueva Administraci¨®n estadounidense, pero desde la defensa de los principios (que eran) comunes. Una lecci¨®n para Gobiernos como el espa?ol que han basculado s¨²bitamente desde el rechazo al candidato ultra hasta la sumisa cortes¨ªa tras su elecci¨®n.
Reto dif¨ªcil para la UE: reemplazar el vac¨ªo de EE UU en la gesti¨®n del orden liberal mundial
Hay tres ¨¢mbitos espec¨ªficos en que urge un despliegue inteligente del poder blando propio de los europeos: comercial, defensivo y econ¨®mico-social.
La finura diplom¨¢tica debe seducir y convencer al pr¨®ximo Gobierno de Washington para que evite, disuada o amortig¨¹e la tentaci¨®n a la cancelaci¨®n del libre comercio y el retorno a las guerras proteccionistas de los a?os treinta. Ni es del inter¨¦s del pueblo norteamericano, ni del europeo. Aunque los populismos pseudoizquierdistas procuren coartada y legitimidad a sus inversos al no propugnar un mejor comercio mundial, sino su ruptura; no una globalizaci¨®n m¨¢s humana, sino la vuelta al soberanismo; no un mejor cosmopolitismo, sino el retorno a la aldea.
Ni esa es la apuesta europea, que era, y debe seguir siendo, enriquecer la econom¨ªa global abierta, con m¨¢s y mejores reglas, sociales, fiscales y medioambientales. Para nada revertirla ni anularla. Si EE?UU se aislase del proyecto liberal global y del empe?o por un capitalismo de rostro humano y humanitario, Europa deber¨¢ buscar otros aliados capaces de compartirlo.
La coherencia del proyecto europeo requiere tambi¨¦n asumir el reto planteado por Trump en la cuesti¨®n de la OTAN. Su eventual marcha atr¨¢s en el compromiso con Europa ¡ªjusto el que hizo definitivamente grande a EE?UU¡ª es inquietante, por incentivador de poderes agresivos como el de la Rusia de Putin. Pero al tiempo estimula la desatendida prioridad de autodefensa de la UE, enfatizada en la cumbre de Bratislava.
Sin una ambiciosa agenda social que alivie a los perdedores, tambi¨¦n aqu¨ª ganar¨¢ el populismo
Esa defensa no debe traducirse, sin embargo, en un alza desaforada de su gasto militar, como algunos pretenden, que encajar¨ªan mal las poblaciones sometidas a¨²n a la digesti¨®n de la crisis. Sino en los ahorros y mayor eficiencia como resultado de compartir capacidades (inversiones no duplicadas en armamento), planificaci¨®n (Estado mayor permanente) y otros recursos.
La tercera pata de la necesaria reacci¨®n europea es la m¨¢s urgente: la necesidad de una nueva estrategia para fortificar la convergencia econ¨®mica y la cohesi¨®n social y territorial. Solo as¨ª se puede contrarrestar al populismo, tanto al triunfante en Estados Unidos, como al casi id¨¦ntico europeo. Su caldo de cultivo es claro: el perjuicio a sectores sociales concretos inflingido por una globalizaci¨®n asim¨¦trica y una pol¨ªtica econ¨®mica de excesiva austeridad; el sentimiento de p¨¦rdida identitaria que provoca una (imposible) nostalgia soberanista recelosa del otro; el rechazo a las clases dirigentes consideradas responsables de todo ello.
Sin una agenda social europea concreta, de efectos individualizados y tangibles para los ciudadanos ¡ªno solo fondos estructurales, sino una cobertura ambiciosa a todos los perdedores, desamparados y marginados¡ª, los europeos dar¨¢n la espalda a la idea de Europa. Justo la que encarna el env¨¦s del repliegue nacionalista. Y entonces, no podr¨¢ modularse la peligrosa deriva de Washington. Peor, esta se convertir¨¢ en capital, altavoz y propagador del populismo ultra, rayano en el fascismo, propio de los racistas y antidem¨®cratas a¨²n minoritarios en Europa.
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