Malas madres
HACE POCO estuve en un maravilloso encuentro de clubes de lectura en Pamplona. Acudieron 460 personas y particip¨¦ en una fascinante mesa redonda con cuatro mujeres cient¨ªficas de primera categor¨ªa, investigadoras en diversos campos: Paloma Virseda y Bego?a Hern¨¢ndez en tecnolog¨ªa y color de los alimentos, Sandra Herv¨¢s y Marta Alonso en dos tratamientos oncol¨®gicos pioneros. Las cuatro tiene hijos y todas ellas hablaron de la dificultad de compaginar el hecho de ser madres con un alto nivel profesional, y de c¨®mo sent¨ªan que de alg¨²n modo fallaban tanto en su trabajo como ante sus ni?os. Pero fue Sandra Herv¨¢s, doctora en Biolog¨ªa e investigadora de la inmunoterapia del c¨¢ncer en el CIMA de la Universidad de Navarra, quien hizo la intervenci¨®n m¨¢s valiente y luminosa en este tema. Cont¨® las dificultades a?adidas que afront¨® cuando fue a hacer una estancia posdoctoral en el Instituto Pasteur de Par¨ªs y tuvo que llevar con ella a su hijo peque?o. Y, con un sentido del humor sabio y liberador, dijo cosas como: ¡°El primer d¨ªa que dej¨¦ a mi hijo en la guarder¨ªa me march¨¦ llorando, pero de alegr¨ªa. Y eso te produce un sentimiento de culpabilidad tremendo¡±.
Yo no tengo descendencia, y ya he hablado en m¨¢s de una ocasi¨®n de la presi¨®n que sufres al respecto. De c¨®mo en cualquier reuni¨®n social y en el transcurso de una conversaci¨®n banal y agradable alguien puede preguntarte: ¡°?Tienes hijos?¡±, y ante tu respuesta negativa todas las conversaciones se detienen y el grupo entero se te queda mirando a la espera de que expliques por qu¨¦ no. Pero ese apremio para adaptarte al papel tradicional es una filfa comparado con la aut¨¦ntica coacci¨®n que me parece que sufren las madres para ser en todo momento unas madres perfectas. Para representar siempre y sin la menor sombra de duda la gloria de la maternidad.
Sin duda el mito de la maternidad perfecta es uno de los mayores tab¨²es que a¨²n siguen en pie en las sociedades democr¨¢ticas.
La soci¨®loga israel¨ª Orna Donath acaba de publicar un magn¨ªfico libro titulado Madres arrepentidas (Reservoir Books) en donde expone el caso de 23 mujeres que, aun amando a sus hijos, dicen que si pudieran volver atr¨¢s no los hubieran tenido. El trabajo ha levantado ampollas y Donath ha recibido ataques virulentos, aunque tan s¨®lo est¨¢ reflejando una parte de la realidad hasta ahora sepultada por el peso marm¨®reo del deber ser. Por un mandato sexista que sigue hincado en lo m¨¢s profundo de nuestras cabezas y que dicta que la maternidad es el papel estelar en la vida de una mujer, cuando no el ¨²nico. Sin duda el mito de la maternidad perfecta es uno de los mayores tab¨²es que a¨²n siguen en pie en las sociedades democr¨¢ticas. Una mentira casi intocable que ahora algunas valientes empiezan a atreverse a denunciar.
Como hizo en Pamplona la intr¨¦pida Sandra Herv¨¢s. Y que conste que ni ella ni las otras tres cient¨ªficas de la mesa entraban dentro de la definici¨®n de ¡°madres arrepentidas¡±. Al contrario que las 23 mujeres objeto de estudio de Donath, en el hipot¨¦tico caso de poder dar marcha atr¨¢s nuestras investigadoras hubieran seguido escogiendo tener descendencia. Pero lo que evidenci¨® la charla de Pamplona y sobre todo la intervenci¨®n de la doctora Herv¨¢s es la inmensa complejidad del tema y las muchas sombras de la maternidad.
Como no pod¨ªa ser menos, por otra parte, a poco que lo analice uno fuera de la ceguera del prejuicio. Las relaciones humanas son muy complicadas; incluso con la pareja m¨¢s querida hay instantes en los que desear¨ªas volatilizarla; toda relaci¨®n profunda emocional tiene su precio, conflictos de deseos y de prioridades, cesiones de libertad que uno debe hacer. Y si esto es as¨ª hasta con los amigos, ?c¨®mo no va a suceder en la relaci¨®n madre-hijo, tan important¨ªsima, tan interdependiente, tan devoradora? Es evidente que ser madre no puede ser un continuo embeleso y que quiz¨¢ haya momentos de desesperaci¨®n en los que te gustar¨ªa que ese ni?o no existiera, aunque sea un desahogo moment¨¢neo y en realidad no te arrepientas. Lo malo es que esos sentimientos tan naturales est¨¢n aplastados bajo la losa del mito maternal, de modo que muchas mujeres se creen malas madres por pensar as¨ª y llegan a enfermar de culpabilidad. Se me ocurre que es la hora de empezar a sacar de la clandestinidad todas esas emociones y esos matices.
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