La violencia sexual como t¨¢ctica de guerra
La comunidad internacional debe erradicar el ataque a las mujeres en los conflictos b¨¦licos
La violencia sexual en los conflictos armados sigue provocando cicatrices profundas en los cuerpos de las mujeres y en las sociedades. Aunque este tipo de violencia no es nueva, es ahora cuando se est¨¢ luchando para sacar a este crimen del olvido hist¨®rico. La Corte Penal Internacional ha dictado este a?o su primera condena por violaci¨®n, en el caso Bemba. Con esta Sentencia, la Corte ha acabado con la carrera pol¨ªtica de un l¨ªder congole?o que aspiraba a la Presidencia de su pa¨ªs y ha abierto una nueva l¨ªnea de acci¨®n contra la impunidad, aplicando el principio de la responsabilidad del superior y condenando al acusado como jefe militar de los perpetradores.
La comunidad internacional parece estar concienciada de la necesidad de erradicar el recurso a la violencia sexual como t¨¢ctica de guerra. En el Derecho Internacional Penal se ha tipificado este tipo de violencia como un crimen de guerra y un crimen contra la humanidad. El estatuto de la Corte Penal Internacional recoge una definici¨®n muy amplia que abarca desde la violaci¨®n, hasta la esterilizaci¨®n o el embarazo forzados pasando por la esclavitud sexual o la prostituci¨®n forzada. Incluso el matrimonio forzado es considerado como una forma de violencia sexual. El Tribunal Penal para Ruanda estableci¨® que la violaci¨®n pod¨ªa llegar a constituir un acto de genocidio y un delito de torturas. Aunque la teor¨ªa est¨¢ clara, lo cierto es que este tipo de violencia sigue prevaleciendo en decenas de escenarios b¨¦licos, tal y como denuncia el Secretario General de Naciones Unidas en su ¨²ltimo informe sobre violencia sexual relacionada con los conflictos armados.
En este momento, mujeres de Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, Myanmar, Yemen, Siria, Iraq, Afganist¨¢n, Sud¨¢n del Sur, Somalia, Mali y otros 10 pa¨ªses son v¨ªctimas directas de estos cr¨ªmenes, que destrozan literalmente sus cuerpos y sus vidas y que destruyen familias y comunidades. El grado de crueldad aplicado contra las v¨ªctimas provoca estupor. Adem¨¢s, este a?o se ha denunciado la inacci¨®n de Naciones Unidas en Sud¨¢n del Sur frente a las violaciones de civiles, lo que demuestra la inadecuaci¨®n de los mandatos para hacer frente a este tipo de violencia y proteger a las personas. Y lo que es peor, se ha constatado la comisi¨®n de cr¨ªmenes sexuales por parte de cascos azules de Francia, Burundi y Gab¨®n en Rep¨²blica Centroafricana. La violencia sexual sigue siendo, en el siglo XXI, un arma silenciada de destrucci¨®n masiva.
A pesar que los Tribunales Penales Internacionales han contribuido a dar visibilidad a estos cr¨ªmenes, la impunidad sigue siendo la t¨®nica general
A pesar que los Tribunales Penales Internacionales, con una jurisprudencia creativa y activista impulsada en gran medida por juezas, han contribuido a dar visibilidad a estos cr¨ªmenes, la impunidad sigue siendo la t¨®nica general. El estigma que acompa?a a la violencia sexual frena las denuncias y dificulta su investigaci¨®n y documentaci¨®n. Aunque la jurisprudencia de los Tribunales Penales Internacionales puede tener importantes efectos disuasorios y ha contribuido, sin duda, a poner esta lacra en la primera l¨ªnea de la agenda internacional, no ha sido, ni ser¨¢ suficiente para erradicarla. En el ¨¢mbito de la justicia, la responsabilidad de investigar y castigar estos cr¨ªmenes corresponde a las instituciones nacionales, porque la impunidad no es una buena base sobre la que construir la paz.
En la ¨²ltima Resoluci¨®n del Consejo de Seguridad dentro del Programa de Mujer, Paz y Seguridad, impulsada por el Gobierno espa?ol -Resoluci¨®n 2242(2015) - se destaca que la violencia sexual no es s¨®lo un m¨¦todo de guerra, sino que tambi¨¦n es una t¨¢ctica utilizada por los grupos terroristas extremistas. Aunque este fen¨®meno es relevante, deber¨ªamos evitar asociar de manera preponderante la lucha contra la violencia sexual con la guerra contra el terrorismo.
Lo que hay que hacer es perseverar en el esfuerzo por la promoci¨®n de la igualdad. Y destinar a este fin recursos suficientes. Porque la violencia sexual b¨¦lica hunde sus ra¨ªces en la discriminaci¨®n contra las mujeres, que en muchos casos se manifiesta en pr¨¢cticas pseudoculturales y pseudoreligiosas que constituyen graves vulneraciones de sus derechos humanos.
Las mujeres llevan mucho tiempo organiz¨¢ndose para oponerse y erradicar estas pr¨¢cticas. Incluso en sociedades profundamente patriarcales en las que encuentran pocos espacios donde poder hacer oir su voz, han conseguido hacerse un hueco y agruparse para reivindicar sus derechos y asistir a aquellas que han sido v¨ªctimas de la violencia. Porque las mujeres no son s¨®lo v¨ªctimas, sino tambi¨¦n protagonistas de la lucha contra la impunidad y para la erradicaci¨®n de estos cr¨ªmenes. Por ello resulta esencial trabajar con organizaciones de mujeres sobre el terreno que realizan una labor crucial en favor de la igualdad y de la transformaci¨®n de sus sociedades. El liderazgo que muchas organizaciones encabezadas por mujeres est¨¢n desarrollando merece ser fortalecido y visibilizado.
Porque la clave para conseguir el desarme sexual es el empoderamiento de las mujeres.
Alicia Cebada es profesora Titular de Derecho Internacional P¨²blico y Relaciones Internacionales de la Universidad Carlos III de Madrid y coordinadora de proyectos en la Fundaci¨®n Mujeres por ?frica.
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