La rabia del oc¨¦ano
La subida del nivel del mar tiene consecuencias desastrosas en los pa¨ªses de ?frica Occidental

Poco despu¨¦s del mediod¨ªa, David Buabasah, de 32 a?os, empieza a recorrer nerviosamente el trayecto entre su casa y la costa para comprobar las aguas. Mientras la marea sube gradualmente por la escarpada franja costera de Fuvemeh los habitantes de esta peque?a aldea de pescadores de Ghana, encajada entre el oc¨¦ano Atl¨¢ntico y el estuario del r¨ªo Volta, se preparan para lo peor. ¡°Cuando vienen las olas grandes, te pueden matar f¨¢cilmente. La semana pasada el oc¨¦ano se llev¨® parte de mi casa mientras la familia dorm¨ªa dentro¡±, explica el pescador, se?alando una pared de ladrillo derruida con dos marcos de puerta, lo ¨²nico que queda en pie de su vivienda. Minutos despu¨¦s, un amenazador rugido interrumpe la conversaci¨®n. Buabasah corre hacia el oc¨¦ano y regresa l¨ªvido. ¡°?El mar ha entrado en la escuela!¡±, grita.
La marea alta, adquiriendo vigor por minutos, empieza a lanzar ola tras ola sobre la aldea, golpeando las destartaladas viviendas cada vez con m¨¢s fuerza. Las paredes de una casa se hunden bajo la furia del oc¨¦ano, al tiempo que unas charcas enormes de agua salada llenan el centro de Fuvemeh, dificultando el avance de quienes intentan salvar sus pocas pertenencias. Aquellos cuyas viviendas est¨¢n m¨¢s cerca de la orilla no pueden hacer otra cosa que mirar c¨®mo las olas se llevan todo lo que tienen. Hoy se alojar¨¢n en casa de parientes o en el patio del colegio, esperando la pleamar nocturna con el coraz¨®n lleno de angustia.
Hasta 1993, esta aldea del sudeste de Ghana era una pr¨®spera comunidad de 2.500 habitantes que viv¨ªa de la pesca y de varias plantaciones de cocoteros situadas entre el oc¨¦ano y las casas. ¡°Desde mi casa no se ve¨ªa el mar¡±, asegura Buabasah, tambi¨¦n pescador. ¡°Ten¨ªa que cruzar el palmeral y despu¨¦s un monte para llegar a ¨¦l¡±. Pero en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, el cambio clim¨¢tico y otras actividades humanas han derivado en una mortal combinaci¨®n de aumento de temperaturas, subida del nivel del mar y erosi¨®n costera. Y todos estos factores se han agravado significativamente desde 2005. De manera gradual pero inexorable, el oc¨¦ano empez¨® a tragarse cientos de metros de costa, para despu¨¦s absorber los cocotales y la primera fila de casas.
Los que viv¨ªan m¨¢s cerca del agua demol¨ªan sus viviendas y despu¨¦s las reconstru¨ªan m¨¢s lejos de una l¨ªnea costera en constante avance tierra adentro. Pero ahora la franja de arena que separa el oc¨¦ano del estuario no mide m¨¢s de 300 metros, y los habitantes de Fuvemeh no tienen espacio para retirarse m¨¢s all¨¢. La casa de Buabasah, en otro tiempo en la parte de la aldea m¨¢s cercana al estuario, mira ahora directamente al oc¨¦ano. Los ¨¢rboles que quedaban est¨¢n siendo arrancados por las olas y yacen muertos a lo largo de la orilla, un l¨²gubre presagio de lo que le ocurrir¨¢ a una poblaci¨®n que ya ha visto sus medios de vida destruidos en poco m¨¢s de 20 a?os.
El problema que sufren los pa¨ªses costeros de ?frica Occidental es un avance de lo que todo el mundo podr¨ªa experimentar si no se restaura el equilibrio entre las actividades humanas y la naturaleza
Fuvemeh no es m¨¢s que la c¨²spide de un problema mucho mayor que afecta a m¨¢s de 7.000 kil¨®metros de costa en 13 pa¨ªses de ?frica Occidental, desde Mauritania hasta Camer¨²n. Espoleado por unas temperaturas planetarias m¨¢s c¨¢lidas, el ascenso del nivel del mar est¨¢ obligando al lecho oce¨¢nico a reajustarse retirando sedimentos de la costa y arrastr¨¢ndolos lejos de la orilla. Esto provoca una erosi¨®n marina capaz de devorar docenas de metros de tierra firme al a?o. En una regi¨®n en la que, seg¨²n el Banco Mundial, la costa alberga el 31% de la poblaci¨®n y genera el 56% del producto interior bruto (PIB) total de los pa¨ªses afectados, el problema es enorme.
¡°En ?frica Occidental, las infraestructuras y las actividades econ¨®micas se agrupan a lo largo de la regi¨®n costera, de modo que la subida del nivel del mar amenaza nuestras fuentes de ingresos y nuestra existencia misma. Estamos sobre una bomba de relojer¨ªa¡±, explica Kwasi Addo Appeaning, profesor del Departamento de Ciencias Mar¨ªtimas y Pesqueras de la Universidad de Ghana. Si bien se prev¨¦ que de aqu¨ª a finales de siglo el nivel del mar aumentar¨¢ entre 0,26 y 0,55 metros o entre 0,45 y 0,82, respectivamente, seg¨²n se trate de supuestos de bajas o altas emisiones, la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria de ?frica Occidental predice que la subida en la regi¨®n ser¨¢ mayor que la media del planeta.
Actividades humanas como la construcci¨®n de presas y puertos en altamar ¡ªque atrapan los sedimentos y les impiden llegar a la costa¡ª o la extracci¨®n de arena de las playas y la eliminaci¨®n de los manglares ¡ªparachoques naturales contra el impacto de las olas¡ª agravan este fen¨®meno. El oc¨¦ano ya se ha llevado comunidades costeras enteras y ahora amenaza a algunas de las ciudades m¨¢s din¨¢micas de la regi¨®n. Las zonas m¨¢s bajas de Lagos, la megal¨®polis nigeriana ¡ªcon 15 millones de habitantes, es la s¨¦ptima ciudad de crecimiento m¨¢s r¨¢pido en el mundo¡ª as¨ª como Accra ¡ªla capital de Ghana, con una econom¨ªa cuyo tama?o se calcula en 3.000 millones de d¨®lares¡ª ya se inundan a un ritmo mucho m¨¢s r¨¢pido que en el pasado. Las partes meridionales de Nuakchot, capital de Mauritania, pierden hasta 25 metros de playa al a?o, mientras que la erosi¨®n costera ya ha causado da?os a varios hoteles de Gambia y Senegal, donde el turismo aporta el 11% de la econom¨ªa local, y en las instalaciones de tratamiento de agua de Coton¨², el centro econ¨®mico de Ben¨ªn.

La subida del nivel del mar tambi¨¦n est¨¢ afectando a los ecosistemas locales y a algunos espacios hist¨®ricos ¨²nicos. Cerca de Fuvemeh, los lugares de desove de las tortugas marinas est¨¢n desapareciendo, mientras que el n¨²mero de delfines, tiburones y ballenas no cesa de disminuir. Tambi¨¦n est¨¢n en peligro las fortalezas coloniales protegidas por la Unesco situadas a lo largo de Costa de Marfil y Ghana ¡ªdesde las que se efectuaba el comercio de esclavos entre ?frica y Am¨¦rica¡ª escenarios de una de las p¨¢ginas m¨¢s oscuras de la historia moderna.
A la ma?ana siguiente, la playa de Fuvemeh est¨¢ llena de algas y troncos de ¨¢rboles arrancados por las olas. Una palmera que el d¨ªa antes estaba en la playa a varios metros de la orilla se sit¨²a ahora al borde mismo de la escarpada l¨ªnea de costa, con la mitad de las ra¨ªces al descubierto. Consciente de que el oc¨¦ano seguir¨¢ avanzando, muchos aldeanos derruyen febrilmente sus casas para conservar al menos los ladrillos. Janeth Akorli, una pescadera de 46 a?os, no ha tenido tanta suerte. ¡°Estaba cocinando cuando el mar entr¨® en casa. Las aguas se me llevaron el m¨®vil, el colch¨®n y muchas otras cosas¡±, explica. ¡°Todas las habitaciones se inundaron. Me da tanto miedo el oc¨¦ano que llevo tres d¨ªas sin dormir¡±.
La situaci¨®n es la misma en el vecino Togo, donde el a?o pasado la costa retrocedi¨® hasta 36 metros, seg¨²n las autoridades locales. Es una se?al de muy mal ag¨¹ero en una regi¨®n en la que naci¨® ¡ªy muchos siguen practicando¡ª el vud¨², una religi¨®n basada en el culto a los antepasados y a la tierra ancestral. ¡°Cada vez que el mar se lleva uno de nuestros fetiches, o esp¨ªritus guardianes, tiene consecuencias negativas para la poblaci¨®n¡±, explica Koffi Amegnek¨², de 70 a?os, sacerdote vud¨² de Baguida, un pueblo afectado por la erosi¨®n en el extrarradio de Lom¨¦, la capital. ¡°Si no podemos cuidarlos, no nos proteger¨¢n¡±.
A escasos kil¨®metros de la capital togolesa, en la ciudad de Agbavi, filas de edificios destruidos se extienden a lo largo de la playa. ¡°La carretera nacional pasaba por all¨ª, justo al lado de mi primera casa y de la segunda¡±, explica Togbe Agbavi Koffi, el jefe local de 60 a?os, se?alando con el dedo hacia el oc¨¦ano. ¡°Mi tercera casa est¨¢ tambi¨¦n a punto de desplomarse en el mar. Me gustar¨ªa llorar, pero un jefe no puede llorar¡±. El cambio clim¨¢tico no se conforma con barrer casas, templos y campos. Tambi¨¦n est¨¢ devorando el sustento, el patrimonio cultural y el tejido social de comunidades enteras. El aumento de las temperaturas ha provocado asimismo la migraci¨®n de los bancos de peces, arruinando a los pescadores locales, mientras la erosi¨®n y la salinizaci¨®n agotan el suelo cultivable y contaminan las reservas de agua dulce.
En lugar de probar t¨¦cnicas de adaptaci¨®n a largo plazo, como el desarrollo de acuicultura o la restauraci¨®n de los manglares, los Gobiernos locales recurren a soluciones de ingenier¨ªa como diques y espigones
Perdidos sus medios de vida, las comunidades se quedan tambi¨¦n sin sus miembros m¨¢s emprendedores, que emigran. Al tiempo, el desempleo dispara el consumo de drogas y alcohol. En Agbavi, la situaci¨®n es tan desesperada que la ¨²nica forma de salir de la pobreza la proporcionan las mafias de delincuentes dedicadas al contrabando de combustible y a la extracci¨®n de arena de playa, una actividad prohibida porque empeora la erosi¨®n. ¡°Algunos de nuestros hijos van a sacar arena en cuanto vuelven del colegio, para ganar algo de dinero¡±, se lamenta el jefe Koffi. ¡°La gente tiene hambre y los ni?os peque?os se ven obligados a robar. Estamos sufriendo mucho¡±.
Lejos de ser un problema exclusivamente africano, este panorama es un avance de lo que todo el mundo podr¨ªa experimentar si no se restaura pronto el equilibrio entre las actividades humanas y la naturaleza. ¡°Una de las principales preocupaciones del mundo desarrollado es la emigraci¨®n, pero la emigraci¨®n es pobreza. La emigraci¨®n es el cambio clim¨¢tico¡±, explica Fredua Agyeman, director de Medio Ambiente en el ministerio ghan¨¦s del ramo. ¡°Mientras en ?frica persista este problema, ninguna barrera, ninguna pistola, ning¨²n funcionario impedir¨¢n que os lleguen [a los pa¨ªses en desarrollo] personas¡±.
En lugar de experimentar con t¨¦cnicas de adaptaci¨®n a largo plazo, como el desarrollo de acuicultura o la restauraci¨®n de los manglares, los Gobiernos locales han recurrido hasta ahora a defensas de ingenier¨ªa pura como diques marinos y espigones. Estos ¨²ltimos son estructuras verticales construidas en zona intermareal, perpendicularmente a la l¨ªnea de costa, que impiden que los sedimentos se muevan a lo largo de la orilla y los ¡°atrapan¡± en una zona determinada para rellenarla. Si se construyen y mantienen adecuadamente, los espigones son eficaces a corto y medio plazo, pero dado que solo est¨¢n pensados para proteger las zonas en las que se construyen, interrumpiendo el flujo natural de los sedimentos, empeoran la erosi¨®n aguas abajo, a veces privando a los pa¨ªses vecinos de la arena que tanto necesitan.
¡°Los rompeolas no son la mejor soluci¨®n, pero son la m¨¢s barata para estabilizar la costa¡±, explica Placide Cledo, del Departamento de Geograf¨ªa y Ciencias Medioambientales de la Universidad de Abomey-Calavi, en Ben¨ªn, y principal experto en gesti¨®n costera de ese pa¨ªs. ¡°Deber¨ªamos estudiar adecuadamente la costa y buscar una soluci¨®n integrada, desde Nigeria hasta Ghana y Costa de Marfil, para resolver el problema de una vez para siempre¡±. Un m¨¦todo menos dr¨¢stico consiste en rellenar las playas bombeando enormes cantidades de arena del lecho marino. Aunque menos perjudicial para el medio ambiente, ese engorde artificial de la playa es extremadamente caro y debe repetirse cada pocos a?os para recuperar la arena arrastrada nuevamente al oc¨¦ano.

En la costa oriental de Ghana, la ciudad de Keta es un recordatorio del arma de doble filo en que se convierten a veces las t¨¦cnicas de ingenier¨ªa pura. En otro tiempo un pr¨®spero centro comercial y capital de la regi¨®n del Volta, Keta ha sufrido a lo largo de las ¨²ltimas d¨¦cadas una erosi¨®n costera masiva que ha da?ado permanentemente la econom¨ªa de la ciudad, provocando la huida de m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n. El fuerte Pirnzenstein, un emblem¨¢tico castillo dan¨¦s que en otro tiempo se?alaba el centro de la ciudad, est¨¢ ahora en la l¨ªnea de costa, parcialmente destruido por las olas. El resto de las calles de la ciudad, con sus elegantes edificios coloniales, conserva la espeluznante atm¨®sfera de una ciudad fantasma que nunca recuperar¨¢ su chispa.
Una intervenci¨®n tard¨ªa del Gobierno permiti¨® la construcci¨®n de un dique y una serie de espigones que han salvado lo que queda de la ciudad, pero a cambio, esta soluci¨®n ha exacerbado la erosi¨®n en Blekusu, una aldea 10 kil¨®metros m¨¢s al este. ¡°Estamos teniendo muchos problemas por culpa de esos espigones¡±, explica Alice Kwashi, de 68 a?os, una viuda local cuya casa ha sido parcialmente da?ada por las olas. ¡°El oc¨¦ano ha destruido los tendidos el¨¦ctricos y contaminado los pozos de agua¡±, se?ala. Aunque la mujer ha construido un dique provisional para proteger la puerta de su vivienda, el agua del mar ya se ha llevado la valla y empezado a corroer los cimientos. ¡°Cada vez que me acuesto a dormir podr¨ªa ser mi ¨²ltima noche, porque las olas podr¨ªan arrastrarme¡±.
Adaptarse a los retos planteados por la erosi¨®n costera no es f¨¢cil, y se ha calculado que a los pa¨ªses afectados en la regi¨®n les costar¨¢ entre el 5% y el 10% de su PIB. Algunas de las opciones son una mejor gesti¨®n de la costa, la reconstrucci¨®n de las infraestructuras lejos del mar y el reasentamiento de las comunidades que corren m¨¢s peligro. Pero aparte de la intervenci¨®n directa, los expertos coinciden en que no ser¨¢ posible encontrar una soluci¨®n duradera sin un profundo replanteamiento del modelo de desarrollo.
En un mundo en el que progreso es sin¨®nimo de urbanizaci¨®n y consumismo, las comunidades locales est¨¢n siendo sistem¨¢ticamente sacrificadas en el altar de la modernidad, a pesar de que la creciente presi¨®n sobre los recursos naturales deber¨ªa suscitar una revisi¨®n de nuestras prioridades. ¡°Si no encontramos un equilibrio entre nuestro insaciable apetito de modernidad y permitir que la naturaleza se repare a s¨ª misma siempre tropezaremos con problemas, por mucho que avancen la ciencia o la ingenier¨ªa modernas¡±, concluye Agyeman. ¡°Nos creemos civilizados porque hemos llegado a la luna, pero no habremos hecho nada hasta que no encontremos una forma de vivir en paz con el medio ambiente¡±.
Los habitantes de Fuvemeh se encuentran entre los millones de personas que est¨¢n pagando el precio m¨¢s alto por un problema que ellos no han creado. Los aldeanos insisten en que, al ritmo de erosi¨®n actual, el lugar desaparecer¨¢ en seis meses. Buabasah, enfrentado a la amarga decisi¨®n de quedarse aqu¨ª y ser barrido, o abandonar su tierra, su historia y su medio de vida, no sabe qu¨¦ hacer. Sus asustados hijos y esposa se han trasladado temporalmente a otra aldea, pero ¨¦l no puede seguirlos, porque Fuvemeh es su base de pesca. Emigrar significar¨ªa dejar su trabajo y no poder alimentar a su familia, porque no hay zonas de reasentamiento a lo largo de la costa. ¡°Temo mucho por el futuro de este lugar¡±, admite desesperado, mirando al horizonte. ¡°Antes o despu¨¦s tendremos que marcharnos, pero no tenemos ning¨²n sitio a donde ir¡±.
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