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El ingeniero que arregl¨® su propio coraz¨®n

Cuando a Tal Golesworthy le dijeron que su aorta corr¨ªa el riesgo de estallar, no le gust¨® demasiado la intervenci¨®n quir¨²rgica que le ofrec¨ªan, as¨ª que present¨® su propia idea

El ingeniero Tal Golesworthy.V¨ªdeo: DAVE IMMS / QUALITY

Es la hora del almuerzo en una peque?a empresa de ingenier¨ªa m¨¦dica de Tewkesbury. El entretenimiento amablemente ofrecido para aderezar nuestros bocadillos es un v¨ªdeo en color: una pulcra cirug¨ªa cardiovascular que muestra el coraz¨®n y los vasos sangu¨ªneos de alguien.

?Alguien? Bueno, no exactamente cualquiera. El coraz¨®n latente y expuesto que miramos es el de uno de mis compa?eros de almuerzo. Tal Golesworthy, de 60 a?os, est¨¢ medio calvo, habla con rapidez y a menudo con franqueza. Es tambi¨¦n ¨Cy esta es una clave¨C alto, de dedos inusualmente largos.

Hace 15 a?os, Golesworthy se enter¨® de que, a menos que estuviese dispuesto a someterse a una intervenci¨®n de cirug¨ªa mayor en una de las arterias que transportan la sangre desde su coraz¨®n, corr¨ªa un riesgo cada vez mayor de muerte prematura. La perspectiva de operarse no le hac¨ªa mucha gracia; pero a¨²n m¨¢s preocupante era saber de qu¨¦ se trataba esta intervenci¨®n concreta.

Golesworthy no es m¨¦dico ni investigador m¨¦dico. Es ingeniero. Pero con una caracter¨ªstica confianza en s¨ª mismo consider¨® que podr¨ªa encontrar una forma m¨¢s sencilla y segura de solucionar su problema. Y lo hizo. Despu¨¦s convenci¨® a un cirujano de que lo tomase en serio, se convirti¨® en el conejillo de indias para la primera operaci¨®n, y ahora dirige una empresa creada para fabricar implantes como el que ¨¦l lleva en su propio pecho. Se lo implantaron hace una d¨¦cada, y lo mantiene vivo.

La experiencia de Golesworthy es notable por la persistencia y la determinaci¨®n constante de este paciente. Pero no se trata solo de eso. Plantea cuestiones sobre la innovaci¨®n quir¨²rgica, la aceptaci¨®n de nuevos procedimientos y la investigaci¨®n necesaria para probarlos. E invoca la probabilidad de que otros pacientes con otras enfermedades dispongan de ideas similarmente ingeniosas o radicales.

Tal Golesworthy padece s¨ªndrome de Marfan. El hombre al que este nombre recuerda, Antoine Bernard-Jean Marfan, era pediatra en Par¨ªs. En 1896 describi¨® el caso de una ni?a de cinco a?os con extremidades y dedos de manos y pies inusualmente largos. No fue el propio Marfan quien dio nombre a la afecci¨®n, sino uno de sus sucesores. Parad¨®jicamente, ni siquiera es seguro que la ni?a sufriese realmente lo que ahora se conoce como s¨ªndrome de Marfan, pero el nombre se mantuvo.

Golesworthy se enter¨® de que, a menos que estuviese dispuesto a someterse a una intervenci¨®n de cirug¨ªa mayor en una de las arterias que transportan la sangre desde su coraz¨®n, corr¨ªa un riesgo cada vez mayor de muerte prematura

Es un trastorno de origen gen¨¦tico, bien por herencia o por mutaci¨®n espont¨¢nea. Adem¨¢s de los huesos largos y finos ¨Cy por ende su inusual estatura¨C las personas con este s¨ªndrome pueden tener articulaciones laxas y flexibles y diversos problemas oculares. La causa espec¨ªfica de todo esto es un error en los genes responsables de una prote¨ªna llamada fibrilina, un componente esencial de las fibras el¨¢sticas que se encuentran, entre otros tejidos, en los vasos sangu¨ªneos. Y esto explica una de las mayores amenazas que el s¨ªndrome de Marfan presenta para Tal Golesworthy y otros pacientes como ¨¦l. La anomal¨ªa debilita uno de sus principales vasos sangu¨ªneos, disminuyendo su capacidad para soportar la carga impuesta por la presi¨®n que ejerce la sangre en su interior.

Una de las mayores arterias del cuerpo, la aorta, recibe la sangre directamente del ventr¨ªculo izquierdo del coraz¨®n. La sangre no llega en una corriente continua, sino en latidos. La aorta act¨²a como una especie de amortiguador hidr¨¢ulico, expandi¨¦ndose y contray¨¦ndose cuando la presi¨®n aumenta y disminuye en su interior. Cualquier debilitamiento de la pared a¨®rtica puede permitir el desarrollo de una protuberancia parecida a un globo, un aneurisma. Por una raz¨®n desconocida, el punto m¨¢s d¨¦bil de la aorta en personas aquejadas de s¨ªndrome de Marfan es la ra¨ªz, la secci¨®n adyacente a las v¨¢lvulas que controlan la salida del ventr¨ªculo izquierdo. Si un aneurisma se rompe, la consiguiente hemorragia interna es potencialmente mortal.

Golesworthy ten¨ªa cinco o seis a?os cuando le diagnosticaron s¨ªndrome de Marfan. Su padre tambi¨¦n lo ten¨ªa. ¡°Med¨ªa 1,98 y ten¨ªa muy poca agudeza visual¡±, recuerda Golesworthy. Pero entonces los m¨¦dicos parec¨ªan menos conscientes de los riesgos de la afecci¨®n. El propio Tal no ten¨ªa idea de las repercusiones en la aorta hasta pasados los 30 a?os. A esas alturas la arteria estaba ya dilatada, y fue entonces cuando le dijeron que ten¨ªa que operarse.

La operaci¨®n convencional, introducida en 1968 y dependiente de un coraz¨®n y un pulm¨®n artificiales que sostienen temporalmente el flujo sangu¨ªneo del cuerpo, supone retirar la primera secci¨®n de la aorta, la m¨¢s d¨¦bil, y las v¨¢lvulas coronarias adyacentes. Despu¨¦s el cirujano sustituye esa porci¨®n de la aorta por un tubo r¨ªgido fabricado con dacr¨®n, un poli¨¦ster, y las v¨¢lvulas naturales por otras mec¨¢nicas.

El inconveniente es que las v¨¢lvulas mec¨¢nicas pueden generar co¨¢gulos sangu¨ªneos. Un tratamiento anticoagulante de por vida minimiza el riesgo de embolismo, pero tiene sus propios peligros. Los pacientes corren m¨¢s riesgo en cualquier enfermedad o lesi¨®n que provoque sangrado. ¡°Caminas constantemente por una cuerda floja entre un embolismo y una hemorragia¡±, explica Golesworthy.

R¨¦plica de un coraz¨®n.
R¨¦plica de un coraz¨®n.Dave Imms

Decir que no le entusiasmaba la idea ser¨ªa quedarse corto. ¡°No me gustaba demasiado la idea de operarme¡±, reconoce, ¡°pero lo que realmente me preocupaba era pasarme el resto de la vida tomando anticoagulantes¡±.

Aunque en aquel momento ¨¦l no lo sab¨ªa, los cirujanos hab¨ªan desarrollado una versi¨®n de la operaci¨®n en la que se conservan las propias v¨¢lvulas del paciente, evitando as¨ª la necesidad de anticoagulantes. ?Problema resuelto? Al parecer, no. Aunque esta operaci¨®n es tambi¨¦n eficaz, su tasa de fracaso a largo plazo es m¨¢s elevada. He aqu¨ª la opci¨®n: una buena tasa de ¨¦xito al precio de tomar anticoagulantes de por vida; o evitar los anticoagulantes pero afrontar una posibilidad m¨¢s elevada de tener que volver a someterse a la operaci¨®n.

Golesworthy no sabe por qu¨¦ no le ofrecieron la intervenci¨®n alternativa, aunque sospecha que tiene que ver m¨¢s con las preferencias subjetivas de los cirujanos concretos que con los datos reales. De cualquier forma, ya hab¨ªa empezado a preguntarse si podr¨ªa haber una tercera v¨ªa, mejor que cualquiera de las dos ofertadas.

Golesworthy no contempl¨® el debilitamiento de la aorta con los ojos de un m¨¦dico, sino con los de un ingeniero. ?Por qu¨¦ sustituir una tuber¨ªa en mal estado, se pregunt¨®, cuando ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil reparar lo que ya se tiene? ¡°Me dije, un momento, podemos hacer un esc¨¢ner de la aorta, usar el CAD (dise?o asistido por ordenador), y obtener un soporte completamente hecho a medida. Se puede hacer¡±.

Si existiese un gen de la ingenier¨ªa, estar¨ªamos seguros de que Golesworthy lo ha heredado. Su padre era ingeniero aeron¨¢utico. ¡°Nada m¨¢s aprender a andar, cog¨ª un destornillador y empec¨¦ a desmontar cosas. Le quit¨¦ la tapa a un televisor a los seis a?os¡±.

Golesworthy obtuvo su t¨ªtulo de ingenier¨ªa por el camino dif¨ªcil. Empez¨® estudiando ciencia de materiales, pero como no le gustaba, lo dej¨®, empez¨® a trabajar en el Coal research Establishment (Centro de Investigaci¨®n sobre el Carb¨®n y descubri¨® la educaci¨®n a tiempo parcial. ¡°La universidad no me convenc¨ªa¡±, dice. Trabaj¨® en diversos temas, desde la qu¨ªmica de procesos al control de la contaminaci¨®n atmosf¨¦rica; se familiariz¨® con todo tipo de instrumentos y tecnolog¨ªas, incluido el uso de textiles para filtros.

Golesworthy plantea cuestiones sobre la innovaci¨®n quir¨²rgica, la aceptaci¨®n de nuevos procedimientos y la investigaci¨®n necesaria para probarlos

Para su intervenci¨®n quir¨²rgica, Golesworthy se inspir¨® en una soluci¨®n b¨¢sica de fontaner¨ªa para una tuber¨ªa que gotea: enrollarle algo alrededor. Esta t¨¦cnica sencilla ya se les hab¨ªa ocurrido a los cirujanos, pero ellos usaban materiales r¨ªgidos; una vez implantados, estos materiales tend¨ªan a descolocarse o a cortar los vasos laterales que salen de la aorta.

Golesworthy no ten¨ªa idea de que los cirujanos ya hab¨ªan probado la idea de la banda de compresi¨®n y la hab¨ªan abandonado. En todo caso, el ingeniero que hay en ¨¦l tambi¨¦n la rechaz¨®. ¡°Si miras la forma de la aorta, comprendes que tienes que aplicar una fuerza uniforme sobre toda ella. ?C¨®mo puedes lograrlo enroll¨¢ndole algo?¡±. Entonces dise?¨® una cosa m¨¢s compleja: una cubierta externa, hecha a medida, una manga que impidiera la peligrosa dilataci¨®n de la aorta. A su debido tiempo, el procedimiento adquiri¨® un nombre extra?o: PEARS, iniciales en ingl¨¦s de ¡°soporte externo personalizado de la ra¨ªz a¨®rtica¡±.

Su propuesta era usar un esc¨¢ner de TC para obtener la forma tridimensional de la ra¨ªz a¨®rtica. Con los programas inform¨¢ticos adecuados, pod¨ªa usarse la tecnolog¨ªa de creaci¨®n r¨¢pida de prototipos (impresi¨®n 3D) para crear un modelo de la arteria a tama?o natural. Esto servir¨ªa de molde para fabricar una manga textil individualizada con la forma y el tama?o adaptados a la aorta, para impedir que esta se dilate m¨¢s. Y no una manga r¨ªgida, sino una mezcla blanda, flexible, tejida y porosa. Al optar por esto, Golesworthy se bas¨® en los conocimientos adquiridos en el uso de tejidos como filtros durante el tiempo que trabaj¨® en el sector del carb¨®n.

Pero segu¨ªa habiendo un problema: ?c¨®mo introducir una innovaci¨®n m¨¦dica si eres un ingeniero sin relaci¨®n personal con el sector sanitario? Golesworthy decidi¨® probar en una de las reuniones informativas anuales de la Asociaci¨®n de Marfan de Reino Unido, har¨¢ 15 a?os. Uno de los ponentes era Tom Treasure. Treasure, ahora adjunto a la Unidad de Investigaci¨®n sobre Cirug¨ªa Cl¨ªnica en el University College de Londres, un grupo que busca soluciones pr¨¢cticas a problemas relacionados con la medicina cl¨ªnica, era entonces cirujano cardiotor¨¢cico en ejercicio, y recuerda que Golesworthy se le acerc¨® al terminar su conferencia.

Tal Golesworthy padece s¨ªndrome de Marfan. Es un trastorno de origen gen¨¦tico, bien por herencia o por mutaci¨®n espont¨¢nea

¡°Ver¨¢, profesor, respecto a todo eso de extirpar¡±, le dijo. ¡°Deber¨ªan ustedes actualizarse y utilizar modelos de CAD¡±. Treasure no sab¨ªa a qu¨¦ se refer¨ªa Golesworthy. ¡°Estaba usando jerga de ingenier¨ªa. ¡®Podemos hacer PR¡¯, me dijo. Yo entonces no ten¨ªa ni idea de qu¨¦ es el prototipado r¨¢pido¡±. Pero a Treasure le interes¨® el tema. En posteriores conversaciones, empez¨® a entenderlo y le pareci¨® una buena idea. ¡°Prestar¨¦ a este hombre toda la atenci¨®n que pueda¡±, decidi¨®.

Lo hizo, y la idea empez¨® a cobrar impulso. ¡°Todo el m¨¦rito es de Tom¡±, asegura Golesworthy. ¡°?l abri¨® las puertas del mundo m¨¦dico, y all¨¢ que nos fuimos¡±.

Treasure no estaba en condiciones de realizar la pionera operaci¨®n por s¨ª mismo, de modo que la siguiente tarea era encontrar un cirujano capaz de hacerla. Como ¨¦l bien sab¨ªa, muchos cirujanos habr¨ªan rechazado sin m¨¢s la nueva t¨¦cnica propuesta. De hecho, muchos lo hicieron, e incluso ahora algunos siguen sin estar convencidos. Treasure habl¨® con John Pepper, profesor de cirug¨ªa cardiotor¨¢cica en el Instituto Nacional de Coraz¨®n y Pulm¨®n del Imperial College de Londres: alguien a quien Treasure describe como ¡°dispuesto a avanzar contra corriente¡±. La respuesta de Pepper fue positiva.

Qued¨¦ con Pepper en el Royal Brompton Hospital. Me encontr¨¦ con un hombre de complexi¨®n fuerte, jovial y amistoso, pero con la actitud decidida que cualquiera esperar¨ªa de uno de los principales cirujanos cardiovasculares de Reino Unido. Al proceder tambi¨¦n de una familia de ingenieros, admira la profesi¨®n que, al entrar en medicina, escogi¨® no seguir. ¡°Vivimos en mundos diferentes. A los ingenieros les interesa todo aquello que llega a la diezmil¨¦sima parte [de un cent¨ªmetro]. En biolog¨ªa no alcanzamos ni mucho menos esa precisi¨®n¡±. Como es l¨®gico, tambi¨¦n ¨¦l vio enseguida las ventajas de crear un modelo de la aorta del paciente y dise?ar un soporte a medida. ¡°Hac¨ªa falta un ingeniero que nos ense?ase a nosotros, pobres m¨¦dicos, a hacer las cosas¡±, remacha.

R¨¦plica de la aorta.
R¨¦plica de la aorta.Dave Imms

Segu¨ªa estando el problema del dinero. Al no haber logrado el respaldo de una de las grandes fundaciones cardiovasculares, Golesworthy empezaba a sentirse presionado. Segu¨ªa reacio a someterse a una operaci¨®n convencional, pero su aorta necesitaba cada vez m¨¢s una reparaci¨®n. Al final logr¨® el dinero creando una empresa llamada Exstent Ltd y buscando inversores. En ese momento solo ten¨ªa en mente un cliente: ¨¦l mismo.

Al carecer de los conocimientos de CAD necesarios, tambi¨¦n busc¨® la ayuda de ingenieros del Imperial College de Londres. ¡°Cuando est¨¢s tan motivado como yo, consigues hacer cosas. Si tienes que atracar, atracas¡­ Mi aorta se estaba dilatando y ten¨ªa que encontrar una soluci¨®n¡±.

Tal Golesworthy no es, por supuesto, el primer enfermo que ha buscado una forma nueva y mejor de abordar su mal. Algunas asociaciones de pacientes lo descubren y hacen lo posible por difundir la soluci¨®n. Lo que nos faltaba era un dep¨®sito central para todas esas ideas. Pero ya no.

Patient Innovation es una plataforma digital creada por un grupo de la Escuela Cat¨®lica de Ciencias Econ¨®micas y Empresariales de Lisboa. Permite a pacientes que han desarrollado soluciones para sus enfermedades compartir lo que han aprendido o inventado. El l¨ªder del proyecto es Pedro Oliveira. Su inter¨¦s original era la innovaci¨®n impulsada por los usuarios en general: c¨®mo puede influir el uso que las personas hacen de productos y servicios en el desarrollo de nuevos procedimientos y estrategias.

¡°Lo que descubrimos en nuestra investigaci¨®n fue que a menudo los pacientes desarrollan dispositivos y estrategias asombrosos¡±, explica Oliveira. ¡°Pero tambi¨¦n descubrimos que, con frecuencia, esta informaci¨®n no se difunde. Lo que pretenden principalmente es solucionar sus propios problemas, no ayudar a otros¡±. Aunque la idea de difundir el conocimiento se les pase por la mente, por lo general no saben c¨®mo hacerlo.

Oliveira y sus colaboradores crearon Patient Innovation en febrero de 2014, y me cuenta que han recibido m¨¢s de 1.200 propuestas independientes. Un equipo m¨¦dico las estudia todas; aproximadamente la mitad se han considerado dignas de figurar en la p¨¢gina digital.

Golesworthy no contempl¨® el debilitamiento de la aorta con los ojos de un m¨¦dico, sino con los de un ingeniero

Golesworthy se encontraba entre los ponentes invitados en la reuni¨®n inaugural de Patient Innovation, y despu¨¦s de eso ha sido seleccionado para uno de sus premios anuales. Otro de los premios lo ha recibido Louis Plante, un canadiense de 26 a?os aquejado de fibrosis c¨ªstica. Su idea fue un dispositivo ac¨²stico manual que ayuda a drenar las v¨ªas respiratorias.

Los pulmones de los enfermos de fibrosis c¨ªstica tienden a producir gran cantidad de mucosidad espesa, y se han dise?ado diversos m¨¦todos para moverla o desplazarla y as¨ª permitir que se elimine tosiendo. En una ocasi¨®n, cuando estaba sentado cerca de unos grandes altavoces en un concierto de rock, Plante empez¨® a toser. Se pregunt¨® si las vibraciones de alta frecuencia en su pecho podr¨ªan haber inducido el desprendimiento de la mucosidad en su pecho. Plante, t¨¦cnico electr¨®nico de profesi¨®n, dise?¨® una m¨¢quina para simular este efecto. Y funcion¨®. Us¨® sus propios conocimientos para aliviar sus problemas, y despu¨¦s comercializ¨® la soluci¨®n.

Tambi¨¦n ha sido premiado un sensor que env¨ªa se?ales a un tel¨¦fono m¨®vil cuando una bolsa de ostom¨ªa est¨¢ llena, un bast¨®n para ciegos capaz de detectar por separado obst¨¢culos situados a la altura de la cintura y de los pies, y unas ruedas plegables para hacer m¨¢s port¨¢til una silla de ruedas. ?Cu¨¢ntas ideas ingeniosas m¨¢s podr¨ªa haber, similarmente maduras para su difusi¨®n?

En 2004, Golesworthy hab¨ªa logrado que los inversores se deshiciesen de suficiente dinero, y las restantes complicaciones del procedimiento de fabricaci¨®n se hab¨ªan solucionado. Era hora de pasar al quir¨®fano.

¡°Siempre dije que yo ser¨ªa el primer paciente¡±, recuerda Golesworthy. ¡°Despu¨¦s me convencieron de que deb¨ªa estar en el quir¨®fano con el cirujano, John Pepper, por si surg¨ªan algunas dificultades. Pero el tipo que hab¨ªamos convencido para someterse a la operaci¨®n se raj¨® en el ¨²ltimo momento¡±. As¨ª que Golesworthy se sali¨® con la suya; al final, iba a ser el conejillo de indias.

Aunque contento de ser el primer paciente, no le gust¨® mucho tener que esperar diez d¨ªas para la operaci¨®n. ¡°Estaba absolutamente desquiciado. No pod¨ªa concentrarme, ni trabajar, ni comer, estaba completamente fren¨¦tico. Fue horrible¡±. Lo que m¨¢s nervioso lo pon¨ªa era la perspectiva de la operaci¨®n en s¨ª; ten¨ªa total confianza en la manga. Una confianza plenamente justificada, como luego se vio.

Cuando le pregunt¨¦ a Golesworthy si pod¨ªa visitar las instalaciones de la empresa en Tewkesbury, donde se hacen los implantes, se?al¨® que no hay pr¨¢cticamente nada que ver. Y ten¨ªa raz¨®n. Es todav¨ªa menos emocionante que los bocadillos del almuerzo. Todo lo que puedo hacer es mirar por los paneles de cristal la limpia sala en la que el propio Golesworthy fabrica los implantes.

Su propuesta era usar un esc¨¢ner de TC para obtener la forma tridimensional de la ra¨ªz a¨®rtica

Cada uno est¨¢ cortado de una plancha de tereftalato de polietileno, una resina pol¨ªmera termopl¨¢stica, qu¨ªmicamente similar al dacr¨®n pero convertida en un tejido blando. Aproximadamente del tama?o de una salchicha grande, aunque ligeramente m¨¢s larga y gruesa, la forma se crea envolviendo el tejido alrededor del molde a medida, y se completa con una costura a un lado, que el cirujano descose en el quir¨®fano y vuelve a coser una vez colocada la manga alrededor de la aorta. Golesworthy tarda aproximadamente un d¨ªa en fabricar dos, y es bastante complicado. Aunque el dispositivo est¨¢ patentado, sigue mostr¨¢ndose evasivo respecto a los detalles de fabricaci¨®n. Hay, quiz¨¢, un elemento de destreza artesana en el procedimiento.

La manga ¨Cque se comercializa con la marca de ExoVasc¨C llega al quir¨®fano envuelta alrededor del molde. Cuando la coloca alrededor de la aorta, el cirujano la sujeta cosiendo su ¨²nica costura axial. M¨¢s r¨¢pido, sencillo y seguro, y sin necesidad de interrumpir la circulaci¨®n normal de la sangre.

Recordando esa primera operaci¨®n, Pepper afirma que estaba un 95% seguro de que el procedimiento funcionar¨ªa. ¡°Por supuesto¡±, dice, ¡°lo hab¨ªa hablado con el paciente¡±. Despu¨¦s r¨ªe, reflexionando sobre lo absurdo de discutir los pros y los contras del implante con el hombre que lo hab¨ªa inventado.

Hasta ese momento, Golesworthy se hab¨ªa centrado en solucionar su propio problema. ¡°Cuando solucion¨¦ lo m¨ªo¡±, cuenta, ¡°pens¨¦ que era hora de ayudar a otros¡±. Si el implante de Golesworthy hubiese salido mal, la empresa creada por ¨¦l habr¨ªa quedado inundada de deudas. Hasta el ¨¦xito est¨¢ siendo un trabajo duro: ¡°Se est¨¢ convirtiendo en una empresa viable. Pero desde 2004 hasta aproximadamente 2014, el n¨²mero de pacientes fue risible y tuvimos problemas para sobrevivir¡­ Si me viese de nuevo en la disyuntiva, no s¨¦ si lo har¨ªa¡±, admite.

Hasta ahora los resultados del PEARS han sido impresionantes. Es una intervenci¨®n m¨¢s r¨¢pida que cualquiera de las dos variantes de cirug¨ªa convencional y no exige interrumpir la circulaci¨®n sangu¨ªnea del paciente.

De las dos variantes de la operaci¨®n convencional, la que supone eliminar las v¨¢lvulas naturales del coraz¨®n es m¨¢s duradera, pero el riesgo combinado de hemorragia o tromboembolismo creado por la necesidad cr¨®nica de anticoagulantes supone un 0,7% anual. No parece demasiado malo, hasta que comprendemos que un paciente que viva 40 a?os despu¨¦s de la operaci¨®n afronta un preocupante riesgo total del 25%. La variante que conserva las v¨¢lvulas no exige anticoagulantes, pero es menos duradera. La tasa de reoperaci¨®n anual parece ser del 1,3%, de modo que si el paciente sobrevive 40 a?os, el riesgo de tener que someterse a una nueva intervenci¨®n ser¨¢ superior al 40%.

Los pulmones de los enfermos de fibrosis c¨ªstica tienden a producir gran cantidad de mucosidad espesa, y se han dise?ado diversos m¨¦todos para moverla o desplazarla y as¨ª permitir que se elimine tosiendo

Un estudio inicial mostr¨® que la manga textil frena de hecho la dilataci¨®n progresiva y peligrosa de la ra¨ªz a¨®rtica. Un an¨¢lisis realizado en 2013 a los primeros 34 pacientes, con periodos de 3 a 103 meses transcurridos desde la operaci¨®n quir¨²rgica, no revel¨® problemas en la arteria. Un paciente falleci¨®, pero su muerte no estaba relacionada con la intervenci¨®n en s¨ª.

En contra de los temores iniciales, la manga se mantiene exactamente donde se ha colocado. Adem¨¢s, los resultados de la autopsia efectuada a un paciente fallecido cinco a?os despu¨¦s de la operaci¨®n revelaron que parece incorporarse a la pared de la arteria, que de ese modo se vuelve m¨¢s resistente. El pat¨®logo compar¨® la apariencia de la secci¨®n de la aorta situada en el interior de la manga con una regi¨®n adyacente situada fuera de la misma, explica Pepper. ¡°La parte situada dentro ten¨ªa un aspecto normal¡­ puede que al eliminar parte de la tensi¨®n a la que estaba sometida la aorta, permitimos que se produjera la curaci¨®n¡±. Por ahora, sin embargo, esta prometedora perspectiva sigue siendo una conjetura.

En Reino Unido, el procedimiento por el que los cirujanos desarrollan nuevos m¨¦todos y deciden adoptarlos no es tan exacto como el de la creaci¨®n de nuevos f¨¢rmacos. Pero el estado de pr¨¢ctica anarqu¨ªa que imperaba en otro tiempo ha dado paso a la regulaci¨®n por parte de los comit¨¦s ¨¦ticos de los hospitales, y a un conjunto de directrices y protocolos publicado por el Real Colegio de Cirujanos. Cualquier empresa que desee evaluar un nuevo dispositivo mediante ensayo cl¨ªnico, debe tambi¨¦n obtener la aprobaci¨®n formal del Organismo Regulador de Medicamentos y Productos Sanitarios (MHRA, por sus siglas en ingl¨¦s). Exstent lo hizo al comienzo de la historia del proyecto PEARS. Para su uso habitual dentro del servicio de salud, un dispositivo o un procedimiento deben despu¨¦s pasar el control del Instituto Nacional de Salud y Excelencia en los Cuidados (NICE, por sus siglas en ingl¨¦s). Su dictamen sobre el PEARS, emitido en 2011, fue un cauto buen recibimiento, sujeto, naturalmente, a la acumulaci¨®n de nuevas pruebas.

Como Pepper y Treasure saben, la prueba ideal del valor del PEARS ser¨ªa un ensayo aleatorizado controlado (EAC). Dichos ensayos son siempre dif¨ªciles en cirug¨ªa; por ejemplo, la pericia con la que cada cirujano practica la misma operaci¨®n puede variar. ¡°Tom Treasure y yo hemos analizado este detalle y consultado a dos centros de ensayos aleatorizados¡±, se?ala Pepper. ¡°No nos parece factible [el EAC]. Por razones como la relativa rareza del s¨ªndrome de Marfan y la dificultad de encontrar cirujanos con igual destreza para los tres procedimientos, es improbable que este ¡°patr¨®n oro¡± se cumpla. Todo lo que Treasure y Pepper pueden hacer es animar a los cirujanos a efectuar un seguimiento de sus pacientes y publicar los resultados. ¡°Ayer operamos al paciente n¨²mero 76¡±, me cuenta Pepper. ¡°Mi plan es que cuando lleguemos a los 100, los revisemos muy cuidadosamente a todos y publiquemos los resultados¡±.

A pesar de las pruebas disponibles sobre sus ventajas, conseguir que el PEARS sea aceptado no ha sido f¨¢cil. ?Por qu¨¦? Algunos cirujanos siguen rechaz¨¢ndolo sin realmente escuchar, seg¨²n Pepper. ¡°No reconocen las ventajas del dise?o inform¨¢tico y el prototipado r¨¢pido. Piensan que es otra vieja banda de compresi¨®n, que ya no les funcion¨® antes y probablemente no les funcione ahora¡±.

Aproximadamente del tama?o de una salchicha grande, aunque ligeramente m¨¢s larga y gruesa, la forma se crea envolviendo el tejido alrededor del molde a medida, y se completa con una costura a un lado

Llevado en parte por esta respuesta inicialmente negativa, Treasure ha observado otras innovaciones quir¨²rgicas. Su conclusi¨®n general es que los cirujanos aceptan una idea nueva cuando no existe ninguna cura para un problema. Pero cuando ya disponen de una soluci¨®n ¨Cun procedimiento que tal vez hayan hecho falta a?os para dise?ar y muchos m¨¢s para perfeccionar¨C se muestran menos receptivos a la afirmaci¨®n de que existe un m¨¦todo alternativo que supondr¨¢ la revisi¨®n o incluso el abandono de una t¨¦cnica que ha costa mucho adquirir. Si la alternativa parece m¨¢s simple y m¨¢s f¨¢cil, dice Treasure, son a¨²n m¨¢s esc¨¦pticos. Pero en lo que al PEARS se refiere, opina que la marea de la opini¨®n est¨¢ cambiando.

Sorprendementemente para un hombre que depende de ganarse el apoyo de los cirujanos, Golesworthy no es nada halagador con muchos de ellos. ¡°Arrogantes, cerrados de mente, cegados por su monopolio de conocimiento¡±, afirma. No ser¨ªa, por supuesto, el primero en insinuar que a menudo los cirujanos hacen gala de un poderoso ego. Y antes de rechazar las quejas de Golesworthy, vale la pena se?alar que Treasure, aun hablando en t¨¦rminos m¨¢s comedidos, confirma algunas de ellas. ¡°Hemos organizado una reuni¨®n tras otra, y la gente dice las mismas falsedades. No han le¨ªdo los art¨ªculos y con frecuencia no escuchan lo que les dices¡±.

Tambi¨¦n Pepper es muy consciente de los comentarios en ocasiones despectivos sobre los cirujanos, pero parece encontrarlos m¨¢s divertidos que molestos. Y no solo porque ¨¦l y Treasure est¨¢n espec¨ªficamente excluidos, sino tambi¨¦n porque tiene la impresi¨®n de que Golesworthy no acepta del todo el mundo en que vivimos: un mundo que cultiva una extremada cautela. ¡°Estamos absolutamente obsesionados por la seguridad, y eso es como la maternidad y la tarta de manzana. No puedes ir en su contra¡±, dice, cada vez m¨¢s animado por su propio argumento. ¡°Somos incre¨ªblemente reacios al riesgo y, sin embargo, la ciudadan¨ªa quiere ver nuevos tratamientos¡±. La aversi¨®n al riesgo entre sus compa?eros de profesi¨®n, insiste, est¨¢ potenciada por la publicaci¨®n de los resultados personales de cada cirujano, con la consecuente erosi¨®n de la voluntad de aceptar los casos dif¨ªciles, en los que la probabilidad de fracaso es inevitablemente m¨¢s elevada.

Parad¨®jicamente ¨Cy con cierta jactancia, aunque quiz¨¢ tambi¨¦n acertadamente¨C Golesworthy considera que su presentaci¨®n en persona del procedimiento es un factor que puede cambiar la mente de los cirujanos acerca del PEARS. Habla con la convicci¨®n nacida de ser lo que es: parte de la prueba literalmente viviente del PEARS: ¡°Siente pasi¨®n por el m¨¦todo¡±, a?ade Pepper. ¡°Y para hacer que algo funcione hay que sentir pasi¨®n¡±.

El coste relativamente elevado de la manga hace que la operaci¨®n inicial resulte m¨¢s cara. Pero al disminuir el tiempo de la intervenci¨®n y, a largo plazo, eliminar el tratamiento farmacol¨®gico cr¨®nico y los controles m¨¦dicos asociados, y dada la reducida probabilidad de tener que repetir las operaciones, el PEARS deber¨ªa servir para ahorrar dinero.

Los resultados de la autopsia efectuada a un paciente fallecido cinco a?os despu¨¦s de la operaci¨®n revelaron que parece incorporarse a la pared de la arteria, que de ese modo se vuelve m¨¢s resistente

El n¨²mero de pacientes aumenta. El a?o pasado se sometieron al procedimiento 17 personas; este a?o, ser¨¢n m¨¢s de 20. Har¨¢ falta tiempo antes de que el implante compense toda la inversi¨®n, pero Golesworthy se muestra optimista. ¡°Empieza a rodar¡±, dice animado. ¡°Tenemos nuevos cirujanos y nuevos centros. Acabamos de atender a cuatro pacientes en Nueva Zelanda, y est¨¢n realmente satisfechos. Tenemos centros en Rep¨²blica Checa, en Polonia hay dos a punto de empezar, y vamos a tener dos m¨¢s en Reino Unido¡±.

Sobre el futuro del PEARS a largo plazo, Pepper se muestra confiado. ¡°Hemos demostrado el concepto¡±, se?ala. No piensa que vaya a desplazar por completo a las otras dos operaciones. Los pacientes con s¨ªndrome de Marfan no heredado tal vez est¨¦n menos informados y, en consecuencia, es m¨¢s probable que acudan al m¨¦dico cuando su afecci¨®n est¨¦ ya m¨¢s avanzada. Intentar envolver una aorta enormemente dilatada, y en consecuencia fr¨¢gil, podr¨ªa causar la desgracia que el PEARS supuestamente debe prevenir. Pero por debajo de un tama?o cr¨ªtico, Pepper considera que se convertir¨¢ en el tratamiento m¨¢s recomendado: ¡°Si el paciente acude al m¨¦dico en una fase inicial de la enfermedad, y la aorta est¨¢ dilatada, pero no enormemente, el PEARS es un buen procedimiento¡±.

A los futuros afectados de s¨ªndrome de Marfan que se pregunten a qui¨¦n le deben agradecer la modesta manga de tejido que los mantiene vivos, seguramente les encantar¨ªa descubrir sus or¨ªgenes. Toda la gratitud que puedan sentir, no solo se la deben a sus cirujanos, sino tambi¨¦n a un ingeniero empecinado y persistente: un afectado como ellos que pens¨® que sab¨ªa mejor que sus m¨¦dicos c¨®mo solucionar su problema, y ten¨ªa raz¨®n.

Este art¨ªculo apareci¨® primero en Mosaic y se publica aqu¨ª gracias a una licencia Creative Commons.

Traducci¨®n de News Clips.

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