Mujer e ind¨ªgena: segregaci¨®n segura
Son un cuarto de la poblaci¨®n de Guatemala y v¨ªctimas de la discriminaci¨®n por su g¨¦nero, etnia o estatus. Mariela, Nicolasa, Vicenta, Mar¨ªa y Elvira lo confirman
Guatemala es pa¨ªs de climas fr¨ªos en las monta?as y c¨¢lidos en el sur. El corredor seco en el oriente y sus frondosos bosques en el altiplano. La riqueza en ciertas zonas de la capital y la pobreza extrema en la gran mayor¨ªa de zonas rurales. El estatus de superioridad del ladino y las enormes dificultades que afronta el pueblo maya. La condici¨®n de supremac¨ªa del hombre y la cl¨¢usula de inferioridad de la mujer ind¨ªgena.
Segundo pa¨ªs del mundo con mayor porcentaje de poblaci¨®n ind¨ªgena, s¨®lo por detr¨¢s de Bolivia. As¨ª, ladinos e ind¨ªgenas est¨¢n llamados a convivir en un pa¨ªs cuya poblaci¨®n apenas supera los 16 millones de personas, de las cuales m¨¢s del 41% son de alguna etnia. Y casi m¨¢s de un cuarto de la poblaci¨®n son mujeres ind¨ªgenas.
Cuatro pueblos con identidad y cultura propia conforman el pa¨ªs centroamericano: mayas, gar¨ªfunas, xincas y ladinos. Aunque el pa¨ªs todav¨ªa no ha sabido canalizar este patrimonio. El resultado es la desigualdad y la pobreza, en particular de ellas, la mujer ind¨ªgena.
Entre las faldas del volc¨¢n de Atitl¨¢n y el volc¨¢n San Pedro, se encuentra la aldea de Chukmuk, un peque?o municipio construido para dotar de refugio a las v¨ªctimas de la tormenta tropical Stan en el a?o 2005. Las lluvias torrenciales sepultaron por completo la aldea conocida como Panabaj dejando m¨¢s de 200 muertos y casi un millar de familias afectadas. Es el caso de Mariela Muj¨²n Sac, qui¨¦n hace ocho a?os se traslad¨® al municipio para empezar una vida desde cero tras la p¨¦rdida de catorce miembros de su familia. Mariela cuenta con el apoyo de la Fundaci¨®n Familia Maya para hacer frente a la pobreza.
Durante a?os me pegaba si participaba en reuniones con otras mujeres para discutir sobre nuestros derechos Mariel, mujer ind¨ªgena, Guatemalaa
Fue a ra¨ªz de la tormenta que esta ONG abri¨® su sede en Panajachel y comenz¨® a donar ayuda a las personas afectadas por las inundaciones y deslaves de tierra. Desde hace m¨¢s de diez a?os apoya a familias y mujeres ind¨ªgenas a trav¨¦s de programas de desarrollo y ayuda humanitaria.
Con 40 a?os, Mariela vive en una humilde casa al final del pueblo, tiene cinco hijos, s¨®lo trabaja dos o tres d¨ªas a la semana en los que hace unos cien quetzales semanales (13 d¨®lares americanos). Es analfabeta, no sabe espa?ol y sufre problemas de salud que remedia con el uso de plantas medicinales de tradici¨®n maya. Lleva m¨¢s de 20 a?os casada y cuenta como ha sido v¨ªctima de violencia de g¨¦nero y continuas agresiones por parte de su marido.
"Durante a?os me pegaba si participaba en reuniones con otras mujeres para discutir sobre nuestros derechos". Con tono entrecortado, relata: "En una ocasi¨®n, estaba discutiendo con mi marido cuando de repente me arroj¨® una taza de caf¨¦ ardiendo. No me permit¨ªa salir a trabajar y me pegaba a menudo, tampoco quer¨ªa que nuestras hijas estudiaran. No pod¨ªa m¨¢s y decid¨ª poner una denuncia ante una organizaci¨®n de derechos humanos. Despu¨¦s las cosas cambiaron a mejor en la casa y a¨²n seguimos casados".
La mentalidad del marido de Mariela, es la de muchos hombres dentro de la comunidad ind¨ªgena en Guatemala. En las ¨¢reas rurales, la tendencia es que las mujeres no deben ir a la escuela o a trabajar de manera independiente, su deber reside en el cuidado del hogar y de los hijos. Mariela no pudo divorciarse de su esposo por la falta de sustento econ¨®mico y por miedo a las cr¨ªticas por parte de otras mujeres de su comunidad que le recriminar¨ªan "no haber sido suficiente mujer para cuidar de su marido y de su familia", dice.
En Guatemala, el 79% de los ind¨ªgenas y el 76% de la poblaci¨®n rural son pobres seg¨²n la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida. Las mujeres ind¨ªgenas, son las m¨¢s afectadas por el rechazo, las diferencias econ¨®micas y salariales y la discriminaci¨®n racial. No s¨®lo se ven afectadas por los ¨ªndices m¨¢s bajos de bienestar econ¨®mico y social, sino que adem¨¢s no tienen otra alternativa que lidiar con una sociedad machista dominada ampliamente por el patriarcado.
En las ¨¢reas rurales, la tendencia es que las mujeres no deben ir a la escuela o a trabajar
Nicolasa tiene 34 a?os y es ind¨ªgena, perteneciente a la etnia kaqchikel, la segunda m¨¢s extendida en el pa¨ªs. Vive en Pe?ablanca, en las monta?as altas del Departamento de Solol¨¢, una de las comunidades con mayor ¨ªndice de pobreza y malnutrici¨®n del pa¨ªs. Nicolasa, es madre de cuatro hijos y est¨¢ embarazada del quinto. Trabaja como tejedora en una comunidad con recursos muy limitados, donde la agricultura y la costura son las ¨²nicas v¨ªas de relativo escape de la pobreza. Nicolasa nunca pas¨® de tercero de primaria, quiso seguir estudiando, pero su padre y su madre, no lo consideraron oportuno por su condici¨®n y por sus responsabilidades como mujer.
Una de sus hijas sufre un tipo disfunci¨®n al hablar y necesita asistencia m¨¦dica. Hace un a?o, tuvo que viajar de urgencia a la Ciudad de Guatemala en busca de tratamiento para su hija. El m¨¦dico la recibi¨® en uno de los hospitales p¨²blicos y al constatar su procedencia ind¨ªgena, su traje t¨ªpico y su escaso espa?ol, la aisl¨® y neg¨® tratamiento y medicinas.
Vidas paralelas, historias que se cruzan
Las mujeres ind¨ªgenas guatemaltecas tienen casi todas una historia en com¨²n. Muchas comenzaron a trabajar palmeando tortillas a los diez a?os y no fueron a la escuela por el estigma social o porque se quedaron embarazadas a edades muy tempranas. Muchas otras fueron rechazadas en entrevistas laborales por ser mujeres e ind¨ªgenas. Otras fueron v¨ªctimas de maltrato o violencia machista.
Elvira P¨¦rez sabe lo que es la lucha. Ella tambi¨¦n es ind¨ªgena, tiene 35 a?os y es activista de los derechos de la mujer ind¨ªgena a consecuencia de la discriminaci¨®n que vivi¨® en el pasado. Vive en el peque?o pueblo de San Antonio Palop¨®, en la cuenca del Lago Atitl¨¢n. En esta comunidad, a las mujeres ind¨ªgenas se las identifica por su traje t¨ªpico de azules oscuros y sus rasgos abor¨ªgenes.
"Durante mi etapa en un colegio de Quetzaltenango, uno de mis compa?eros ladino me insult¨® llam¨¢ndome india. Me dijo que no ten¨ªa derecho a jugar y a bailar con el resto de la clase", relata.
A?os m¨¢s tarde, Elvira empez¨® a trabajar en un hotel cuyo due?o era un ladino conocido de San Antonio. "Cuando comenzaron los problemas en la administraci¨®n del negocio, yo y otras compa?eras ind¨ªgenas fuimos acusadas de ser las culpables de la mala gesti¨®n del establecimiento. Todo aquello era porque ¨¦ramos ind¨ªgenas", asegura. Elvira se defendi¨®, hab¨ªa recopilado durante seis a?os toda la documentaci¨®n relativa a las finanzas y pudo probar su inocencia y la de sus compa?eras acusadas. M¨¢s adelante, todas comenzaron a recibir amenazas de hombres del pueblo por ayudar a otras mujeres a denunciar casos de violencia o discriminaci¨®n.
El traje t¨ªpico, se?a de identidad del pueblo maya, y el analfabetismo son los dos grandes factores que convierten a las mujeres ind¨ªgenas en v¨ªctimas del racismo y marginaci¨®n. La barrera del idioma y la falta de acceso a un sistema de justicia que las proteja las hacen vulnerables a la exclusi¨®n social. Todo ello se suma a que los ¨ªndices de escolaridad son sumamente inferiores entre la poblaci¨®n ind¨ªgena guatemalteca- Y de nuevo las mujeres est¨¢n a la cabeza.
Las heridas abiertas del genocidio guatemalteco
El genocidio contra las poblaciones mayas dej¨® una herida abierta a¨²n por cicatrizar. El conflicto armado es a¨²n historia viva entre los hombres y mujeres de Guatemala. A finales de 1996, el Gobierno de Guatemala y el grupo de partidos guerrilleros que conformaban la URNG (Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca), firmaron los Acuerdos de Paz, poniendo fin a 36 a?os de conflicto. Un conflicto que dej¨® al menos 250.000 v¨ªctimas mortales, de las cuales el 93% fueron ind¨ªgenas asesinados a manos del ej¨¦rcito seg¨²n Naciones Unidas.
Mar¨ªa Vicenta de 64 a?os, trabajaba desde los diez en las plantaciones de caf¨¦ cerca de las costas del oc¨¦ano Pac¨ªfico. Cuando empez¨® el conflicto se qued¨® viuda y dos de sus t¨ªos fueron asesinados, acusados por sus vecinos de pertenecer a la guerrilla en su cant¨®n. Ella y su familia se trasladaron a la Ciudad de Guatemala para huir de la limpieza ¨¦tnica en las zonas rurales.
El traje t¨ªpico, se?a de identidad del pueblo maya, y el analfabetismo son los dos grandes factores por los que las mujeres ind¨ªgenas son v¨ªctimas de racismo y marginaci¨®n
"A las seis de la tarde, nadie deb¨ªa salir a la calle. El ej¨¦rcito buscaba a los guerrilleros por las casas para matarlos, lo mejor era esconderse. Por la ma?ana sal¨ªamos a trabajar y ve¨ªamos los cuerpos de los ind¨ªgenas tirados en la calle". Tres a?os m¨¢s tarde de mudarse a la capital, regresaron al campo en Solol¨¢ para trabajar en la agricultura y el cultivo de ma¨ªz a¨²n con el conflicto armado activo. "Fue complicado, no pod¨ªamos salir a las fincas por miedo a los soldados. Durante d¨ªas, mi familia y yo nos manten¨ªamos en la casa y sobrevivir¨ªamos comiendo tortillas con sal, o a veces ni com¨ªamos", cuenta Vicenta. A?os m¨¢s tarde, ella se qued¨® ciega y ahora depende de los cuidados de su hija para comer y vivir en su casa.
A tres cuadras de su casa en el pueblo de San Jorge de la Laguna, vive Mar¨ªa. Tiene 74 a?os y tambi¨¦n es v¨ªctima del conflicto. Mar¨ªa sobrevivi¨® a un asalto del ej¨¦rcito en su casa y perdi¨® a su cu?ado en uno de los registros nocturnos en el municipio de Chichicastenango, dejando a su hermana viuda. "Mi cu?ado dorm¨ªa en el monte junto a otros compa?eros para evitar ser arrestado en las batidas del ej¨¦rcito, una noche, nunca volvi¨®".
Mariela, Nicolasa, Vicenta, Mar¨ªa y Elvira son la voz de las ind¨ªgenas y guatemaltecas que anhelan justicia y un futuro mejor. La realidad presente es que han sido y son v¨ªctimas de alg¨²n tipo de discriminaci¨®n o conocen a alguna amiga, familiar o vecina que lo ha sido.
Sus testimonios ponen de relieve las injusticias y abusos que miles de ellas afrontan para salir de la pobreza extrema y para ver sus derechos reconocidos y protegidos. Sin embargo, y a pesar de las dificultades por su condici¨®n, todas afirman sentirse orgullosas de ser lo que son: mujeres e ind¨ªgenas.
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