¡®La cocina¡¯
Reconsiderar nuestras vidas fue siempre el objetivo ¨²ltimo del teatro
En medio de tanto glamour, de tanta afectaci¨®n, de tanta tonter¨ªa acumulada en todos estos a?os de vanguardismo gastron¨®mico, espumas de foie y de humo y helados de ozono que se lleva el viento, la representaci¨®n de la obra La cocina, del brit¨¢nico Arnold Wesker, en el teatro Valle-Incl¨¢n de Madrid supone un golpe de realidad. Ver a 26 actores cocinar, pelearse y amarse a la vez en la macrococina de un restaurante que sirve comidas y cenas para 1.500 personas cada d¨ªa supone para el espectador asomarse a los intestinos de una sociedad de la que esa cocina es met¨¢fora como lo podr¨ªan ser una oficina o una f¨¢brica, como en la propia obra se dice m¨¢s de una vez. Independientemente de la interpretaci¨®n de los actores, que est¨¢n soberbios sin excepci¨®n, del gran montaje y direcci¨®n de Sergio Peris-Mencheta (no es f¨¢cil coordinar a 26 personas que van y vienen sin cesar atendiendo a las mil comandas en medio de unas cocinas llenas de mesas y cacerolas sin que tropiecen unos con otros), lo que La cocina traslada al espectador que se asoma a ella es la alienaci¨®n de un mundo que ocultamos normalmente tras la pantalla de la hipocres¨ªa. Detr¨¢s de tanto glamour, de tanta vanguardia y afectaci¨®n gastron¨®mica y cultural como hemos creado para aparentar que somos lo que no somos, lo que persiste en el mundo es la alienaci¨®n de la gente que hace posible que contin¨²e girando y nosotros con ¨¦l.
Nada nuevo bajo el sol, como se ve, pero que contemplado as¨ª, en toda su crudeza y dicho con las palabras que Arnold Wesker, un dramaturgo cuya visi¨®n de la realidad es desoladora, pone en boca de sus personajes, deber¨ªa hacernos reconsiderar nuestras vidas, que siempre fue el objetivo ¨²ltimo del teatro pero que a veces se les olvida a sus creadores. Esa cocina multirracial propiedad de un italiano avaro que en el Londres de 1955, reci¨¦n superada la II?Guerra Mundial, bulle con toda su fuerza no solo es una representaci¨®n del mundo sino que escenifica los cambios que est¨¢ experimentando en ese momento; unos cambios que trastocan todo lo establecido como dogma y que anuncian una transformaci¨®n imparable. Aunque en lo sustancial, en lo que se refiere a las relaciones de unas personas con otras, a sus pasiones y sus sentimientos (de soledad, de amor, de alegr¨ªa, de tristeza¡), a sus sue?os de felicidad, nada cambie realmente y todos sigan siendo los de siempre, esos hombres y mujeres alienados e invisibles que se levantan todos los d¨ªas para trabajar a cambio de unos salarios que les permitan seguir viviendo mientras otros se enriquecen y disfrutan. O sea, usted y yo.
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