Cuba sobrevive a Fidel Castro
La isla ha vivido demasiados duelos como para vestirse con el color de la viudez. Tal vez habr¨¢ l¨¢grimas y nostalgia, pero el legado de Fidel se ir¨¢ apagando. Quienes ten¨ªan menos de 15 a?os en 2006, apenas recuerdan su voz
Pocos miraban la televisi¨®n oficial a esa hora. La noticia de la muerte de Fidel Castro comenz¨® a correr en la noche de este viernes v¨ªa telef¨®nica, como una informaci¨®n imprecisa y vaga. ¡°?Otra vez?¡±, pregunt¨® mi madre cuando se lo cont¨¦. Nacida en 1957, esta habanera de casi seis d¨¦cadas no recuerda la vida antes de que el Comandante en Jefe tomara el poder en Cuba.
Tres generaciones de cubanos hemos puesto este viernes punto final a una ¨¦poca. Cada uno la definir¨¢ a su manera. Habr¨¢ quienes aleguen que con la partida del l¨ªder se ha ido tambi¨¦n un trozo de naci¨®n y que ahora la Isla parece incompleta. Ser¨¢n aquellos que dar¨¢n forma al credo del fidelismo que llenar¨¢, en reemplazo del importado marxismo-leninismo, los manuales, las consignas y los encendidos compromisos de continuidad.
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Los propagandistas del mito colocar¨¢n su nombre de cinco letras en el pante¨®n de la Historia nacional. Le dedicar¨¢n un rezo revolucionario cada vez que la realidad parezca negar ¡°las ense?anzas¡± que dej¨® en sus horas de interminables discursos. Para sus seguidores, todo lo malo que ocurra a partir de ahora ser¨¢ porque ¨¦l ya no est¨¢.
En Miami, el exilio que tanto vilipendi¨® en sus arengas celebra que el dictador haya emprendido su ¨²ltimo viaje. En la Isla, dentro de la privacidad de muchas casas, algunos descorchan una botella de ron. ¡°La tengo guardada hace tanto tiempo que pens¨¦ que nunca iba a poder tom¨¢rmela¡±, me dijo un vecino madrugador. Son aquellos que han amanecido este s¨¢bado con un peso de menos sobre los hombros, una sensaci¨®n de ligereza a la que todav¨ªa no se acostumbran.
Estas tambi¨¦n son jornadas para recordar a los que no han llegado hasta aqu¨ª. A los que murieron durante el castrismo, naufragaron en el mar, fueron v¨ªctimas de la censura que el M¨¢ximo L¨ªder impuls¨® o perdieron la cordura a consecuencia de los delirios que promovi¨®. Un inmenso coro de v¨ªctimas se expresa hoy en el suspiro de los sobrevivientes, la euforia en las calles de Florida o un simple ¡°am¨¦n¡±.
Los m¨¢s, sin embargo, tras enterarse de los detalles del magno funeral, bajan el volumen al televisor y expresan su hast¨ªo con un simple movimiento de hombros. Esta indiferencia contrasta con los mensajes de condolencia de los l¨ªderes internacionales, tanto los afines ideol¨®gicos como los dem¨¢s. Sobre el muro del Malec¨®n de La Habana, un par de horas despu¨¦s de que Ra¨²l Castro notificara la muerte de su hermano, algunos grupos segu¨ªan comport¨¢ndose como en cualquier otra madrugada: el sudor, la sensualidad, el tedio y la nada los rodeaban.
La indiferencia contrasta con los mensajes de condolencia de los l¨ªderes internacionales
Los cubanos que ten¨ªan menos de 15 a?os en julio de 2006, cuando se anunci¨® la enfermedad del entonces presidente, apenas recuerdan el timbre de su voz. Solo conocen las fotos en las que aparec¨ªa ¨²ltimamente cuando lo visitaba alg¨²n invitado extranjero o a trav¨¦s de sus cada vez m¨¢s disparatadas reflexiones. Es la generaci¨®n que nunca vibr¨® con su oratoria y jam¨¢s lo secund¨® en el temible grito de ¡°?Pared¨®n!¡± con el que hizo bramar la plaza de la Revoluci¨®n.
Esos j¨®venes ya se han encargado de reducir su dimensi¨®n hist¨®rica, en proporci¨®n inversa con la desmesura que exhibi¨® para gobernar esta naci¨®n. No dejar¨¢n de escuchar una sola letra de sus canciones preferidas de reggaet¨®n para entonar la consigna de ¡°Viva Fidel¡±. No dar¨¢n a luz a una ola de reci¨¦n nacidos que lleven el nombre del extinto y tampoco se golpear¨¢n el pecho ni se rasgar¨¢n las vestiduras durante el sepelio.
Nunca se hab¨ªa o¨ªdo menos sobre el Comandante en Jefe que al momento de su fallecimiento. Nunca el olvido se hab¨ªa cernido como una sombra m¨¢s amenazante que cuando se anunci¨® su final. El hombre que llen¨® cada minuto de Cuba por m¨¢s de 50 a?os se fue apagando, desvaneciendo, perdi¨¦ndose de la vista de los espectadores de esta largu¨ªsima pel¨ªcula, como el personaje que se aleja por un camino hasta quedar como apenas un punto en nuestra retina.
Deja tras de s¨ª la gran lecci¨®n de la Historia cubana contempor¨¢nea: coser el destino nacional a la voluntad de un hombre termina por transmitir a un pa¨ªs los imperfectos rasgos de su personalidad e insuflar al ser humano la arrogancia de hablar por todos. Su gorra verde olivo y su perfil griego alentar¨¢n por d¨¦cadas las pesadillas de unos o los ripios po¨¦ticos de otros, adem¨¢s de las promesas populistas de muchos l¨ªderes del planeta.
Su ¡°antiimperialismo¡±, como lo llam¨® tercamente, habr¨¢ sido su actitud m¨¢s constante, el ¨²nico rengl¨®n en que logr¨® llegar hasta las ¨²ltimas consecuencias. No en balde, Estados Unidos fue el segundo gran protagonista de los documentales que la televisi¨®n nacional comenz¨® a transmitir nada m¨¢s publicarse la noticia. La obsesi¨®n de Castro con el vecino del norte recorri¨® cada momento de su vida pol¨ªtica.
Los j¨®venes no dejar¨¢n de escuchar sus canciones preferidas para entonar la consigna de ¡°Viva Fidel¡±
La eterna pregunta que tantos periodistas extranjeros hac¨ªan, ya tiene respuesta. ¡°?Qu¨¦ pasar¨¢ cuando se muera Fidel Castro?¡±. Hoy sabemos que lo cremar¨¢n, pasear¨¢n sus cenizas a lo largo de la Isla y las colocar¨¢n en el cementerio de Santa Ifigenia, a pocos metros de la tumba de Jos¨¦ Mart¨ª. Habr¨¢ l¨¢grimas y nostalgia, pero su legado se ir¨¢ apagando.
El Consejo de Estado ha decretado duelo nacional durante nueve d¨ªas, pero el paneg¨ªrico oficial durar¨¢ meses, el tiempo suficiente para tapar con tanta algarab¨ªa la chata realidad del posfidelismo. Un sistema que el actual presidente intenta mantener a flote, agreg¨¢ndole remiendos de econom¨ªa de mercado y llamados al capital extranjero que su hermano abominaba.
A la representaci¨®n del ¡°polic¨ªa bueno y el polic¨ªa malo¡± que ambos hermanos desplegaban ante nuestros ojos, ahora le falta una de sus partes. Ser¨¢ dif¨ªcil para los defensores raulistas sostener que las reformas no van m¨¢s r¨¢pido ni son m¨¢s profundas porque en una mansi¨®n de Punto Cero, en la periferia de La Habana, un nonagenario tiene el pie puesto en el freno.
Ra¨²l Castro se ha quedado hu¨¦rfano. No conoce una vida sin su hermano, una acci¨®n pol¨ªtica sin preguntar qu¨¦ pensar¨¢ sobre sus decisiones. Jam¨¢s ha dado un paso sin esa mirada sobre el hombro que lo juzga, impulsa y subestima.
Fidel Castro ha muerto. Lo sobrevive una naci¨®n que ha vivido demasiados duelos como para vestirse con el color de la viudez.
Yoani S¨¢nchez es periodista cubana y directora del diario digital 14ymedio.
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