Un futuro para Cuba
La muerte de Castro deber¨ªa despejar el camino hacia la democracia
Conocida la muerte de Fidel Castro, y dadas la relevancia del personaje y la enorme huella que ha dejado, es inevitable abrir una conversaci¨®n sobre el valor y significado de su figura. Nadie puede entender el siglo XX de forma adecuada sin hacer referencia a Sierra Maestra, la crisis de los misiles cubanos y la resistencia numantina ofrecida por la Cuba de Fidel Castro ante las presiones de EE?UU.
Pero cuando el tiempo de la reflexi¨®n deje paso al de la acci¨®n, solo quedar¨¢ una pregunta relevante en el aire: ?Qu¨¦ va a ser de Cuba? Desde 1959, Cuba ha representado una anomal¨ªa en la geograf¨ªa pol¨ªtica del continente americano. Mientras los vecinos latinoamericanos transitaban de forma turbulenta y zigzagueante entre la democracia liberal, el autoritarismo conservador, el populismo de izquierdas y de vuelta a la democracia, Cuba consolid¨® un modelo de partido ¨²nico, econom¨ªa colectivizada y alianzas internacionales tan in¨¦dito como irrepetible.
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Desde entonces, los entusiastas del castrismo y la revoluci¨®n cubana se han servido de esa anomal¨ªa para denunciar la falsedad de las promesas del orden liberal-democr¨¢tico. Para los cr¨ªticos, sin embargo, Cuba ha epitomizado todos los errores de los que ha sido capaz una ideolog¨ªa, el comunismo, que all¨¢ donde se ha impuesto ha convertido la utop¨ªa marxista de una sociedad igualitaria en una inmensa prisi¨®n a cielo abierto caracterizada por la represi¨®n de las libertades y una inmensa escasez material.
Pero m¨¢s all¨¢ del juicio hist¨®rico y moral, que inevitablemente dibujar¨¢ sus matices de acuerdo con la perspectiva y marco de referencia que se adopte, lo importante ahora es poner fin a una segunda anomal¨ªa, si cabe a¨²n m¨¢s excepcional: la que ha supuesto la prolongaci¨®n del castrismo, un r¨¦gimen establecido en el cruce entre la Guerra Fr¨ªa y los movimientos de descolonizaci¨®n de la segunda mitad del siglo pasado, hasta bien entrado el siglo XXI. Porque la mayor cr¨ªtica que se puede elevar al r¨¦gimen castrista es la de haber hecho tanto por fosilizarse y tan poco por adelantarse a un futuro que, claramente, se sab¨ªa inevitable.
Como muestran los casos de China o Vietnam, una vez terminada la Guerra Fr¨ªa, los reg¨ªmenes comunistas han demostrado poder generar l¨ªderes capaces de leer las demandas de cambio provenientes de sus sociedades y combinarlas con las oportunidades ofrecidas por un entorno internacional cambiante. Cuba, sin embargo, ha decidido, tambi¨¦n en este tema, constituirse en excepci¨®n, anteponiendo el r¨¦gimen castrista sus prejuicios ideol¨®gicos a las necesidades de su poblaci¨®n y mostrando, adem¨¢s del continuado rechazo a abrir espacios para el pluralismo pol¨ªtico, una completa incapacidad de proveer siquiera unos m¨ªnimos de bienestar material.
Fidel Castro supo exprimir al m¨¢ximo el conflicto con EE UU para garantizarse el apoyo diplom¨¢tico y econ¨®mico de los enemigos de Washington, pasando, sucesivamente, de los brazos de la URSS a los de China y, por ¨²ltimo, a los de la Venezuela de Ch¨¢vez. Pero en ese camino de dependencia, Cuba ha construido una econom¨ªa inviable y un r¨¦gimen tan galvanizado por el conflicto y cerrado al cambio que son dos obst¨¢culos formidables para un cambio pac¨ªfico. Por eso, el juicio m¨¢s severo que hay que hacer sobre Fidel Castro y su figura no deber¨ªa centrarse tanto en su pasado como en su incapacidad de anticipar el futuro. Castro deja una sombra tan alargada que se teme que se pueda proyectar sobre el horizonte, bloqueando o trastocando las demandas de la poblaci¨®n de un cambio pac¨ªfico y democr¨¢tico.
La sociedad cubana anhela hoy un cambio, pero los mimbres con los que convertir esos anhelos en realidad son muy rudimentarios. Es cierto que desde que en 2006 Fidel Castro se apartara del poder y lo dejara en manos de su hermano Ra¨²l, se han producido algunos avances importantes. Pero han sido y son muy lentos e insuficientes. La normalizaci¨®n de las relaciones con EE?UU y el cambio en la pol¨ªtica econ¨®mica y migratoria son sin duda un buen punto de partida, que esperemos que Trump sepa respetar. Como lo es la decisi¨®n de la Uni¨®n Europea de poner fin a la pol¨ªtica de sanciones y promover un acercamiento cr¨ªtico sobre la base de un nuevo acuerdo de cooperaci¨®n econ¨®mica y comercial.
La muerte de Fidel Castro deber¨ªa ofrecer una oportunidad para un nuevo comienzo en Cuba, la posibilidad de poner el reloj en hora con el siglo XXI y permitir que los cubanos puedan transitar de forma r¨¢pida y pac¨ªfica hacia una democracia representativa y una econom¨ªa abierta. Y Espa?a, que por el empecinamiento del Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar en congraciarse con EE UU a costa de una pol¨ªtica de innecesaria dureza con Cuba, ha quedado descolocada y sin capacidad de influencia, siendo adelantado por otros socios europeos, tiene ahora una oportunidad de acompa?ar y apoyar un proceso de apertura que, adem¨¢s de inevitable, debe ser pactado e incluyente.
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