El xil¨®fono
Un relato de ficci¨®n de un joven bloguero inspirado en la iniciativa para alimentar, vestir y proporcionar cuidados m¨¦dicos a los ni?os europeos expuestos al hambre y la enfermedad tras la Gran Guerra
El sonido de los xil¨®fonos, intenso, redondo y resonante, apenas hace saltar el polvo suciedad que tiene debajo de la nariz. Contiene la respiraci¨®n. Escucha. Le escuecen los ojos. La percusi¨®n le recuerda algo. A su casa. Al padre de su padre le gustaba hacer percusi¨®n con cualquier cosa. En el calor sofocante de la tarde repiqueteaba sobre las latas, los cubos vac¨ªos y las palanganas puestas boca abajo. Siendo tan mayor, ?por qu¨¦ no prefer¨ªa echarse una siesta? Tal vez presagiaba el escozor de sus j¨®venes ojos.
Mwaniki Nyaga
Soy Mwaniki Nyaga. Tengo 20 a?os. Estoy estudiando Inform¨¢tica en la Universidad de Nairobi, en Kenia. La gente dice que tengo la voz suave y que soy tranquilo. Yo creo que lo soy en apariencia, pero dentro de m¨ª hay bastante ruido. ?Qu¨¦ por qu¨¦ escribo? Para pintar im¨¢genes en la mente de los lectores y sacarles preguntas de dentro de ellos mismos.
Me tropec¨¦ con el enlace de la aplicaci¨®n Voices of Youth de Unicef en las noticias de la cuenta de Twitter de mi madre cuando estaba intentando ense?arle a retuitear. Le estuve dando vueltas a la idea unas dos semanas y escrib¨ª el art¨ªculo dos noches antes de que acabase el plazo. Ten¨ªa la vaga sensaci¨®n de que me iban a seleccionar, pero, aun as¨ª, el correo electr¨®nico del coordinador confirm¨¢ndolo, me dio una gran alegr¨ªa.
Los toques de tambor hicieron aquellas tardes memorables. Probablemente los ronquidos vespertinos no se habr¨ªan fijado en su mente con el mismo apego.
Ahora escucha. La percusi¨®n sobre el xil¨®fono aumenta lentamente. Seguramente no va a poder contener m¨¢s la respiraci¨®n. Toma una larga bocanada de aire, respira el polvo que tiene debajo de la nariz. Estornuda. Hace semanas que no se da un ba?o. Ha estado caminando por la altiplanicie polvorienta con otros ni?os como ¨¦l, v¨ªctimas de la guerra.
Dos meses antes, vio c¨®mo el lugar al que hab¨ªa llamado hogar hab¨ªa sido destruido. Con ¨¦l desaparecieron su madre y su padre. Tambi¨¦n su abuelo, el viejo que repiqueteaba, y la mayor¨ªa de las personas que conoc¨ªa en el mundo. Jam¨¢s volver¨ªa a ver sus caras. Nunca tocar¨ªa sus manos, no se reir¨ªa con o de ellas. Nunca volver¨ªan a compartir una comida.
Sin embargo, justo despu¨¦s de tocar el xil¨®fono, se ba?¨®. La mayor¨ªa de los ni?os se ba?aron. Tambi¨¦n les dieron comida caliente y una cama en la que descansar. La guerra hab¨ªa terminado y naci¨® un nuevo orden. Se cre¨® la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas, en sustituci¨®n de la Sociedad de Naciones, y con ella Unicef. Y se hizo realidad algo parecido a la ayuda humanitaria.
A¨²n hab¨ªa esperanza. Hizo nuevos amigos. Toc¨® sus manos, se ri¨® con ellos y a veces de ellos. Comieron incontables comidas juntos. Con el tiempo, olvid¨® la mayor¨ªa de aquellos encuentros. Los d¨ªas se desvanec¨ªan y se fund¨ªan unos con otros. Pero el xil¨®fono y su sonido quedaron grabados en su memoria. En cierto modo, el recuerdo le empuj¨® a aprender a tocarlo.
Dos meses antes, vio c¨®mo el lugar al que hab¨ªa llamado hogar hab¨ªa sido destruido. Con ¨¦l desaparecieron su madre y su padre. Tambi¨¦n su abuelo
Siendo un veintea?ero, hizo una gira por Europa con algunos de sus amigos de la ¨¦poca de la posguerra, personas con las que hab¨ªa convivido desde el d¨ªa de su primer ba?o. Conoci¨® a la madre de su hijo durante uno de sus conciertos en la m¨¢s trivial de las situaciones: buscando los servicios.
Tuvieron hijos. Tres. Ninguno se dedic¨® a la m¨²sica como su padre. A veces uno o dos cantaban en la ducha, aunque esa fue toda la m¨²sica que sali¨® de ellos.
A pesar de que todav¨ªa iba al colegio, Wilshire, uno de sus hijos, hab¨ªa empezado a colaborar como voluntario con Unicef debido a los elogios que su padre dedicaba en familia a la organizaci¨®n. Le gustaba el papel de los libros que la organizaci¨®n publicaba para los ni?os de primaria. Grueso, blanco y liso. Le gustaba pensar que sin duda hab¨ªa despertado el genio creativo en algunos de ellos. Para ¨¦l, era un s¨ªmbolo de libertad, de esparcimiento y creaci¨®n. Le gustaban esas cosas. Tambi¨¦n le gustaba aspirar largas bocanadas de aire en las planicies despejadas. En la mayor¨ªa de esas ocasiones, si no en todas, la piel de su labio superior estaba limpia y fresca, sin una mota de polvo, a diferencia de la de su padre tiempo atr¨¢s.
Cuando se sentaba all¨ª, su abuelo le contaba historias de la guerra. Historias de dolor, de sufrimiento, de muerte y destrucci¨®n
Wilshire fue padre de un hijo. Un ni?o melanc¨®lico, callado y aparentemente siempre pensativo. Era un ni?o al que le gustaba observar las cosas. A la gente, los movimientos, el viento. El polvo y la llovizna. Pero m¨¢s que ninguna otra cosa, a ese ni?o, al que pusieron de nombre Trilby, le gustaba mirar a su abuelo tocar el xil¨®fono. Algunas tardes, se sentaba con ¨¦l y contemplaba la inmensidad de su tierra. Escuchaba mientras su abuelo practicaba ritmos nuevos, ritmos viejos, y otros que no sonaban a ritmos. Ritmos alegres, irritantes y a veces sombr¨ªos.
Cuando se sentaba all¨ª, su abuelo le contaba historias de la guerra. Historias de dolor, de sufrimiento, de muerte y destrucci¨®n. De los tiempos en los que su piel lleg¨® a estar tan polvorienta que ten¨ªa la sensaci¨®n de que lo hab¨ªan duchado con pegamento. Trilby lo escuchaba a ¨¦l y escuchaba la percusi¨®n. Hab¨ªa quien lo consideraba demasiado joven para entender las cavilaciones de su abuelo, pero las historias que escribi¨® cuando lleg¨® a los 20 a?os demostraron que estaban equivocados.
S¨ª, Trilby creci¨®. Creci¨® y escribi¨® historias. La mayor¨ªa de ellas giraban en torno a la m¨²sica y a los tiempos de la guerra, eran el reflejo de las andanzas de su abuelo. Expresaba los sentimientos que hasta entonces hab¨ªan sido un eco en su interior, el de la voz de su abuelo cuando le contaba sus historias. Una voz que no volver¨ªa a o¨ªr.
El abuelo muri¨®. Aquel a?o habr¨ªa sido el septuag¨¦simo a?o desde que Unicef le dio aquel ba?o.
Voces de la Juventud
Lanzado por Unicef en 1995, Voices of Youth (voces de la juventud; VOY, en sus siglas en ingl¨¦s) es una vibrante comunidad de j¨®venes blogueros de todo el mundo, que ofrece inspiraci¨®n y visi¨®n original sobre una variedad de temas. Como parte de Voces de la Juventud, los j¨®venes pueden participar en debates bimensuales en l¨ªnea sobre los temas m¨¢s apremiantes que los afectan; aprender sobre las experiencias de otros de diferentes pa¨ªses, y mejorar sus habilidades digitales. Cada a?o, VOY ofrece un n¨²mero selecto de pasant¨ªas de blogs que ofrecen a j¨®venes de todo el mundo la oportunidad de fortalecer sus habilidades y aprender m¨¢s sobre temas sociales, econ¨®micos y pol¨ªticos.
Este es un relato de ficci¨®n inspirado en la iniciativa para alimentar, vestir y proporcionar cuidados m¨¦dicos a los ni?os europeos expuestos al hambre y la enfermedad llevada a cabo por Unicef despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial. Saltan a la vista los elementos relacionados con la m¨²sica, una de las pasiones del autor.
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