Contrarrealidad
EL OXFORD ENGLISH Dictionary ha elegido como palabra del a?o el t¨¦rmino ¡°post-truth¡± o ¡°postverdad¡±, que, aunque no del todo nuevo, hemos venido utilizando con cada vez mayor frecuencia, llevados por la necesidad de nombrar lo ins¨®lito o innombrable, lo que escapa a nuestra comprensi¨®n. Al decir ¡°nuestra¡± me refiero al conjunto de la humanidad durante siglos, m¨¢s o menos desde que se abandon¨® el pensamiento m¨¢gico o supersticioso. Ha habido excepciones, claro. Lo que hoy se llama postverdad o podr¨ªa llamarse contrarrealidad tiene precedentes en tiempos modernos, pero s¨®lo en sociedades totalitarias sin libertad de prensa ni de expresi¨®n, en las que la informaci¨®n era controlada por una sola voz, la del dictador o tirano. Lo hemos conocido en Espa?a a lo largo de d¨¦cadas; aunque a los j¨®venes de hoy les suene casi a ciencia-ficci¨®n, s¨®lo exist¨ªa la versi¨®n oficial, franquista, y lo que ¨¦sta ocultaba no hab¨ªa tenido lugar. Tan lejos lleg¨® la censura que no s¨®lo nadie se enter¨® de los atentados que sufri¨® el propio Franco, ni de las huelgas que hab¨ªa de vez en cuando, ni de los asesinados a manos de la polic¨ªa (los detenidos siempre se hab¨ªan ca¨ªdo o arrojado por una ventana, pese a estar esposados y custodiados por guardias). La Espa?a de la dictadura era tan ¡°feliz¡± y ¡°pac¨ªfica¡± que aqu¨ª no se produc¨ªan homicidios ni suicidios, y hasta las obras de ficci¨®n (novelas, pel¨ªculas) pod¨ªan verse en dificultades si los intentaban reflejar. Cabe imaginar la visi¨®n de la realidad que se tuvo en la Alemania nazi y en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, en la China de Mao (bueno, y en la actual), en la Cuba de Castro, en la Argentina de Videla y Galtieri y en el Chile de Pinochet.
Si he apuntado la posibilidad de llamar al fen¨®meno ¡°contrarrealidad¡±, es porque en las actitudes que han conducido al Brexit y al triunfo de Trump hay negaci¨®n tozuda de la realidad.
Pero la postverdad de hoy es distinta, y se da voluntariamente, en pa¨ªses con abundancia y variedad de informaci¨®n. Seg¨²n el OED, su significado ¡°denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica que los llamamientos a la emoci¨®n y a la creencia personal¡±. Nada mal como definici¨®n, pero por fuerza incompleta y sin matices. Si he apuntado la posibilidad de llamar al fen¨®meno ¡°contrarrealidad¡±, es porque en las actitudes que han conducido al Brexit y al triunfo de Trump hay negaci¨®n tozuda de la realidad, para lo cual, desde luego, es preciso creerse antes las evidentes mentiras, a sabiendas de que lo son, y no creerse las verdades. ?Qui¨¦n puede creer que Trump levantar¨¢ un muro en la largu¨ªsima frontera con M¨¦xico y, sobre todo, que este pa¨ªs sufragar¨¢ su construcci¨®n? ?Qui¨¦n que Obama y Hillary Clinton han sido los fundadores del Daesh, como afirm¨® repetidamente en su campa?a Trump? ?Qui¨¦n que un multimillonario clasista, ostentoso, despectivo y chulesco se preocupa por los desfavorecidos o los representa? ?Qui¨¦n que lucha contra el establishment, cuando ¨¦l es uno de sus emblemas? (Pocas interpretaciones m¨¢s rid¨ªculas que las que ven en su victoria una ¡°rebeli¨®n contra las ¨¦lites¡±. ?Acaso no es la personificaci¨®n de la ¨¦lite un individuo con centenares de posesiones y negocios turbios, varios al parecer fracasados, y cuyo mayor activo es la marca de su propio apellido?) Lo mismo puede decirse de Inglaterra: ?qui¨¦n era capaz de creerse las manifiestas falsedades de los brexiters? ?Qui¨¦n al grotesco Boris Johnson, que poco antes del refer¨¦ndum estaba a favor de la permanencia? O de Catalu?a: ?qui¨¦n puede creer que, una vez independiente, seguir¨ªa perteneciendo a la Uni¨®n Europea y conservar¨ªa su riqueza y no ver¨ªa mermadas sus exportaciones? ?Qui¨¦n que un 48% de votos equivale a una ¡°mayor¨ªa clara¡±? Y sin embargo se ha obrado como si todos los palmarios embustes pudieran transformar la realidad.
Llevo treinta a?os hablando de la progresiva infantilizaci¨®n del mundo, pero no cre¨ª que alcanzara tama?a culminaci¨®n. La actitud de demasiada gente es exactamente la de los ni?os ¨Cmuy peque?os, por cierto¨C, que, por ejemplo, creen que cerrando los ojos o tap¨¢ndose la cabeza con una s¨¢bana ya no van a ser vistos. Confunden no ver con resultar invisibles: si yo no veo a esta persona desagradable o que me da miedo, ella tampoco me ver¨¢ a m¨ª. Tambi¨¦n es f¨¢cil enga?arlos, adecuar la realidad a sus necesidades, convencerlos de que no hay amenazas cuando s¨ª las hay. Los adultos nos prestamos: ?para qu¨¦ van a sufrir, y a crecer con temores? Mientras no se den cuenta, enga?¨¦moslos y que sean felices, ya les llegar¨¢ el d¨ªa de no serlo tanto. El problema es que ahora hay muchos individuos que no consienten que ese d¨ªa llegue. Est¨¢n dispuestos a creerse las mayores trolas, y si hay que negar la realidad y la verdad, se niegan y ya est¨¢. Como si pudieran mantenerse a raya por arte de magia y por la fuerza de nuestra voluntad. Son gentes que han perdido la capacidad de sumar dos y dos, de prever ninguna consecuencia. Es como si ya no supieran que si est¨¢n a la orilla del mar y dan cuatro pasos, sus pies se mojar¨¢n, y pensaran: ¡°Qu¨¦ tonter¨ªa: ahora est¨¢n secos, ?por qu¨¦ se van a mojar?¡± Y como si ignoraran que si dan cincuenta m¨¢s, seguramente se ahogar¨¢n. Pero el oc¨¦ano y la realidad son obstinados, y lo cierto es que contin¨²an ah¨ª, cuando nos abren los ojos por fin.
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