Knausg?rd en la isla de la tregua
ASISTIR CON tus hijos a un festival literario que ofrece cacha?a, sensualidad a raudales y una fiesta en barco cada noche parece una p¨¦sima idea y tambi¨¦n una escena sacada de un libro de Karl Ove Knausg?rd: una en la que un escritor que podr¨ªa ser Karl Ove reconoce que un beb¨¦ en un carrito no aporta nada a su vida, ni la enriquece, ¡°al contrario, se pierde algo, una parte de mi yo¡±. Siempre puedes jugar a encontrar las cinco diferencias entre la vida y la literatura, pero ?qu¨¦ ocurre cuando en realidad ves venir a un escritor llamado Karl Ove Knausg?rd en bermudas, con la mochila a la espalda y de la mano de su peque?o y emocionado hijo Jhon, preparados como noruegos para un paseo en barco en plena jungla? ?En qu¨¦ parte de la literatura te coloca eso? Yo, que voy en el mismo barco, con mi beb¨¦ de siete meses, pienso que ver a Knausg?rd en una situaci¨®n dom¨¦stica es como asistir al momento en el que Proust se pierde en una magdalena. Casi te da verg¨¹enza ser testigo de algo as¨ª porque ?c¨®mo vas a contarlo mejor que ellos.
Ver a Knausg?rd en una situaci¨®n dom¨¦stica es como asistir al momento en el que Proust se pierde en una magdalena.
Nos dirigimos a una isla que podr¨ªamos colonizar y bautizar como la Isla de la Paternidad, navegando sobre el mar de Paraty, una ciudad al norte de R¨ªo de Janeiro. Mientras los escritores hablan, mi beb¨¦, Amaru, rueda como una pelota por el suelo del barco y yo lo cojo intentando no tirar mi copa de vino. Karl Ove sigue a su hijo ¨Cel que siempre est¨¢ lloriqueando en sus libros¨C, y yo los envidio porque van a meterse al mar. Son inseparables, salen del agua y se lanzan una y otra vez. Entonces alguien se ofrece a cuidar a mi beb¨¦ y me descuelgo sobre el mar. En cambio Karl Ove no descuida un minuto sus obligaciones. ?l hace por la familia lo que tiene que hacer, porque lo ¨²nico que le ha ense?ado la vida es ¡°a soportarla¡±, ¡°nunca a cuestionarla¡±, ¡°y a quemar en la escritura los deseos generados¡±. Y sin embargo, esto que est¨¢ pasando, entre el mar, un padre y un hijo ¨Cfuera del barco lleno de escritores¨C, no tiene nada que ver con los pasajes del tedio dom¨¦stico. Me siento confundida, esperaba encontrarme a un tipo superado por su paternidad, arrastrando a un ni?o caprichoso. Pero r¨ªen. Me doy cuenta de que asisto a la literatura antes de la literatura. Corrientes veloc¨ªsimas, el¨¦ctricas, de agua se cruzan en mi cuerpo. Le pregunto a Karl Ove ¨C?estamos ambos con el mar hasta el cuello¨C si son medusas. ¡°Claro que lo son¡±, contesta, ¡°y muerden¡±, agrega sonriendo. Pero no pican. Luego emergemos de las aguas del mundo y nos adentramos otra vez en la Isla de la Ma/Paternidad. Amaru gatea hacia m¨ª. Karl le sirve un plato de arroz a Jhon. Quiz¨¢ este momento sea para padres, madres e hijos la tregua, la suspensi¨®n del tedio, ese otro lugar, algo parecido a la alegr¨ªa, como la fiesta de la escritura. Nuestra lucha. Los hijos (fugazmente) en el centro de la existencia.
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