La ciudad como escritura: de la piedra al sistema Big Data
El potencial de los macrodatos es hoy una forma revolucionaria de observaci¨®n de las urbes.
La ciudad se puede leer porque es una escritura y es un discurso. Ese discurso es tambi¨¦n un lenguaje. La ciudad habla a sus habitantes y ¨¦stos le hablan al habitarla, recorrerla y observarla, cada uno a su manera. Esta es la idea que lanzaba Roland Barthes en su texto Semiolog¨ªa y urbanismo publicado en 1970.
Barthes cita las intuiciones de V¨ªctor Hugo en su novela N?tre Dame de Paris al poner en boca de uno de sus personajes la frase ¡°celui tuer¨¤ cel¨¤¡± mientras abre por primera vez un libro al mismo tiempo que contempla la catedral de N?tre Dame. Seg¨²n Barthes est¨¢ refiri¨¦ndose a que el libro matar¨¢ al monumento al equiparar a ambos como modos de escritura rivales: uno sobre la piedra y otro sobre el papel. De ah¨ª pasa a hacer la consideraci¨®n de que la inscripci¨®n humana en el espacio es la propia ciudad que incluye monumentos y arquitectura en general. El usuario es desde este punto de vista una especie de lector que a¨ªsla fragmentos del enunciado y los actualiza mientras desarrolla sus obligaciones y desplazamientos.
Barthes tambi¨¦n se refiere en su texto a Kewin Lynch como estudioso de la percepci¨®n de la ciudad por parte de sus habitantes o ¡°lectores¡±. Lynch destaca por su b¨²squeda en el espacio urbano de las unidades discontinuas que lo conforman y que podr¨ªan de alg¨²n modo asimilarse a fonemas y semantemas: los caminos o sendas, los bordes, los barrios, los nodos y los mojones o puntos de referencia. Lynch define estos elementos en su obra La imagen de la ciudad escrita en 1960. Algunos de estos elementos son marcados y otros no, o lo que es lo mismo: pueden dividirse en fuertes y neutros. El ritmo de una ciudad se deriva de la oposici¨®n, alternancia y yuxtaposici¨®n de esos elementos. Aquellos que son marcados est¨¢n cargados de significado, m¨¢s all¨¢ de su funci¨®n como elementos aislados que pueden ser clasificados e inventariados al modo de la planificaci¨®n urban¨ªstica. Lynch, en su libro La buena forma de la ciudad, de 1981, trata ya de lenguaje espacial y lenguaje estructural de la ciudad y apunta la importancia de los flujos o mareas de los habitantes en sus desplazamientos que imprimen ritmo a la ciudad y cuyo estudio supone incorporar el par¨¢metro tiempo a los an¨¢lisis puramente espaciales que con gran dificultad incorporan a lo sumo una tercera dimensi¨®n.
Otros enfoques para una lectura de la ciudad, como el de Fabrizio Giovenale en Come leggere la citt¨¤, de 1977, clasifican los elementos de la misma en zonas, redes y tramas de puntos o nodos. Aunque este autor no establece referencias ling¨¹¨ªsticas, las redes y tramas quiz¨¢ podr¨ªan asimilarse a tipos de oraciones formadas por otras unidades discontinuas. Giovenale distingue a su vez entre la ciudad-cerebro y la ciudad-vientre, refiri¨¦ndose metaf¨®ricamente a distintas partes de una misma ciudad: el ¨¢rea direccional, donde subdivide entre funciones del poder y culturales, y el ¨¢rea comercial. Estas ¨¢reas pueden ser a su vez discontinuas y por lo tanto tambi¨¦n formar redes.
El estudio de los movimientos de los habitantes de una ciudad como m¨¦todo de observaci¨®n de la misma ya hab¨ªa sido abordado por Yona Friedman casi diez a?os antes en su obra Hacia una arquitectura cient¨ªfica. Este autor estableci¨® tres niveles o grados de observaci¨®n de la ciudad. El m¨¢s completo incluir¨ªa el conocimiento de la identidad de los usuarios de la ciudad, sus itinerarios y sus motivos para desplazarse. El intermedio contabilizar¨ªa las identidades y los itinerarios y el nivel m¨ªnimo ¨²nicamente el n¨²mero de personas que llegan a un sitio determinado de la ciudad. Consideraba, no sin raz¨®n, que con los medios de la ¨¦poca solo se pod¨ªa aspirar al nivel m¨¢s b¨¢sico de observaci¨®n. En cuanto al intermedio imaginaba que solo ser¨ªa abordable a partir de la filmaci¨®n continua desde un helic¨®ptero y un ej¨¦rcito de descifradores de las filmaciones que estimaba en un 30% adicional de poblaci¨®n. Tal desproporci¨®n desvirtuar¨ªa todos los c¨¢lculos, con lo cual el esfuerzo de esa especie de polic¨ªa secreta seg¨²n su propia expresi¨®n, resultar¨ªa in¨²til. Seg¨²n ¨¦l, solo un ojo divino podr¨ªa acceder al nivel completo de observaci¨®n pues qui¨¦n sino conocer¨ªa las motivaciones de los usuarios para cada uno de sus desplazamientos.
Han pasado 40 a?os y est¨¢ claro que actualmente, mediante la captura y procesamiento de los datos generados por los dispositivos m¨®viles de telefon¨ªa e internet, es ya perfectamente asequible el nivel intermedio de observaci¨®n. Tambi¨¦n es posible una aproximaci¨®n bastante fiable al nivel m¨¢ximo o ¡°divino¡± si se incorporan los contenidos de twits, mensajes, mails y llamadas. La tecnolog¨ªa ya lo permite, abstracci¨®n hecha de las cuestiones de privacidad y protecci¨®n de datos. Es lo que hoy conocemos como Big Data System, cuyo potencial hace que nos parezcan tremendamente ingenuas algunas de las teor¨ªas y predicciones anteriores.
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