Carlos L¨®pez Ot¨ªn: ¡°La ciencia revela la verdadera belleza del mundo¡±
EL CATEDR?TICO de Bioqu¨ªmica y Biolog¨ªa Molecular de la Universidad de Oviedo Carlos L¨®pez Ot¨ªn es una figura mundial en la investigaci¨®n del c¨¢ncer, las enfermedades hereditarias y el envejecimiento. Naci¨® en Sabi?¨¢nigo (Huesca) el 22 de diciembre de 1958, el mismo d¨ªa ¨Cle gusta recordar¨C que cumpl¨ªa a?os Srinivasa Ramanujan, el gran matem¨¢tico indio autodidacta que inspir¨® la pel¨ªcula El hombre que conoci¨® el infinito. L¨®pez Ot¨ªn viaja tambi¨¦n al infinito, pero al del universo min¨²sculo y a la b¨²squeda del secreto de la vida.
El suyo es un caso extravagante porque queda fuera de lo com¨²n que una eminencia cient¨ªfica de su talla trabaje en una universidad no clasificada entre las m¨¢s reputadas del mundo. Su laboratorio ha abierto espacios claves en la biolog¨ªa tumoral e identificado m¨¢s de 60 nuevos genes humanos, adem¨¢s de descifrar el genoma de 500 pacientes con leucemia como contribuci¨®n al estudio internacional. Casado y padre de dos hijos, reivindica apasionadamente la mirada humana de la ciencia y desconf¨ªa del sue?o de la inmortalidad. Sostiene que imaginaci¨®n y fantas¨ªa, literatura y poes¨ªa constituyen ingredientes imprescindibles de la actividad cient¨ªfica.
En sus viajes al centro de la vida, ?halla m¨¢s armon¨ªa que disonancia, m¨¢s perfecci¨®n que caos? Cuando exploras los secretos del mundo min¨²sculo descubres lo asombroso que resulta que la vida sea posible. Y es que la armon¨ªa general, esa sinfon¨ªa perfecta del ser humano, solo se quiebra con las enfermedades o el envejecimiento. Yo dedico los tres primeros d¨ªas de clase a explicar los vac¨ªos, los l¨ªmites de nuestro conocimiento, las cuestiones por resolver. Viajamos a trav¨¦s de pel¨ªculas al interior de una c¨¦lula y les reto a que me digan si en su vida hab¨ªan visto algo m¨¢s hermoso que esos universos min¨²sculos y, a la vez, infinitos.
?La creatividad y la imaginaci¨®n cumplen una funci¨®n vital en sus investigaciones? Son imprescindibles en la medida en que nuestro principal objetivo es imaginar el futuro. La vida es un reto para la imaginaci¨®n y la fantas¨ªa. Yo viajo primero con la imaginaci¨®n y luego con nuestros experimentos. John Keats, un poeta que me sigue emocionando, se quejaba de que Newton hubiera explicado que el arco iris se produce cuando la luz blanca atraviesa un prisma y se descompone en el espectro de color. ?l pensaba que esa explicaci¨®n iba en detrimento de la belleza, pero creo que se equivocaba. Es la ciencia la que puede revelar la verdadera belleza del mundo y aportar su aut¨¦ntica dimensi¨®n.
?Tambi¨¦n la poes¨ªa aporta sentido a la ciencia? Me vienen a la cabeza poemas de Garcilaso, Cernuda, Cavafis o Francisco Brines, adem¨¢s de ?ngel Gonz¨¢lez, a quien cito con frecuencia. Qu¨¦ mejor para explicar el envejecimiento que sus palabras: ¡°Aqu¨ª estoy, disolvi¨¦ndome en el aire cotidiano¡±. Y usted sabe que cada segundo se nos mueren un mill¨®n de c¨¦lulas. En su ?ngelus, Gerardo Diego dice que la vida es ¡°un largo verso interminable¡±, y tengo que darle la raz¨®n. La combinaci¨®n de las cuatro letras qu¨ªmicas, la A, la C, la G y la T de nuestro genoma, ocupa dos metros de instrucciones y suma 3.000 millones de letras en cada c¨¦lula. S¨ª, es un verso interminable, poes¨ªa pura. Tanto si miras los universos infinitos por el telescopio como si observas al microscopio el latir de una c¨¦lula, encuentras siempre la belleza.
?Hasta qu¨¦ punto la f¨ªsica y la biolog¨ªa tienen las respuestas a las grandes preguntas de la humanidad? La f¨ªsica ha situado al hombre en la comprensi¨®n del mundo, pero el siglo XXI ser¨¢ el tiempo de la biolog¨ªa por su capacidad para responder al futuro, aunque las investigaciones requieren la convergencia con otras disciplinas. La tarea es destejer el arco iris de la vida y poner luz en las enfermedades.
¡°en 100 o 200 A?OS, LOS HUMANOS TENDREMOS LOS OJOS M?S GRANDES, MENOS MEMORIA y DEDOS M?S ESTILIZADOS PARA ADAPTARSE A LOS TECLADOS¡±.
?Sabemos de d¨®nde venimos y ad¨®nde vamos? El pasado del universo se puede explicar sin invocar ning¨²n pensamiento sobrenatural. Sabemos con certeza que el mundo se gest¨® hace 13.800 millones de a?os, que hace 4.500 millones se form¨® el Sol como resultado de la condensaci¨®n de una materia en una galaxia espiral y que a su alrededor giraron unos astros y, entre ellos, la Tierra. Sabemos que hace 3.500 millones de a?os se produjo el amanecer de la vida y que el juego de replicaci¨®n, divisi¨®n, evoluci¨®n celular ha dado lugar a lo que somos. Nuestra especie Homo sapiens apenas tiene 200.000 a?os de presencia en la Tierra.
?En qu¨¦ momento preciso se produjo el origen de la vida? El secreto de la vida no es otra cosa que dos mol¨¦culas abrazadas en espiral, y la clave del milagro es la capacidad de asociaci¨®n celular. ?Le explico una historia tan real como que nuestro cuerpo est¨¢ formado por billones de c¨¦lulas?
Adelante. La vida era muy dura en la Tierra primitiva cuando se cre¨® el caldo de la vida. Durante 2.000 millones de a?os, las bacterias se ocupaban ¨²nicamente de replicarse de forma cl¨®nica en aquel entorno de gases venenosos, aguas termales y lavas de volc¨¢n. Era el gran aburrimiento c¨®smico. Las bacterias eran inmortales y se limitaban a colonizar aquel ambiente clon¨¢ndose cada vez m¨¢s r¨¢pidamente hasta que un gas particularmente venenoso empez¨® a inundar la atm¨®sfera. En aquel momento tan comprometido, unas bacterias diminutas aprendieron a metabolizar ese gas, que era el ox¨ªgeno, y a transformarlo en energ¨ªa, que se almacen¨® en una mol¨¦cula llamada ATP, que es la que todav¨ªa hoy usamos los seres vivos como moneda energ¨¦tica. Algunas bacterias grandes sobrevivieron fagocitando a las peque?as que hab¨ªan metabolizado el ox¨ªgeno y, gracias a esa nueva energ¨ªa, empezaron a asociarse, a diferenciarse y a cooperar, a vivir juntas y repartirse la tarea para crear vida. Todos venimos de esas bacterias y nuestra capacidad de respiraci¨®n, oxigenaci¨®n, sigue dependiendo de esos mismos procesos ejecutados en lo que llamamos mitocondrias, un recuerdo imborrable de nuestro humilde pasado bacteriano.
?Qu¨¦ es lo que necesitamos saber de forma perentoria? Nos falta la ¨²ltima palabra. No sabemos muchos detalles de c¨®mo se regula el universo celular, d¨®nde se halla el cuadro de mandos que activa las se?ales y los interruptores para que determinados genes se activen o bloqueen. Esas ¨®rdenes no salen del cerebro, que es la m¨¢s improbable m¨¢quina de pensar del universo. Quien nos organiza toda esta actividad es el genoma. Sabemos las letras, pero no conocemos muchos detalles de la gram¨¢tica de la vida.
?Qu¨¦ futuro les espera a las nuevas generaciones? Hace 60 a?os no sab¨ªamos qu¨¦ era un gen. Hoy, en una noche, se puede descifrar el orden en el que est¨¢n situados los 3.000 millones de piezas que componen nuestro genoma. La vida ser¨¢ muy distinta dentro de 100 o 200 a?os. Jugando con la imaginaci¨®n, podemos decir que el ser humano tendr¨¢ los ojos mucho m¨¢s grandes, como corresponder¨¢ a una cultura visual; contar¨¢ con menos memoria y dispondr¨¢ de unos dedos m¨¢s estilizados para adaptarse a los teclados, a la digitalizaci¨®n del lenguaje. Creo que las profesiones del futuro ser¨¢n las de reprogramador celular, editor de genomas, lector de mensajes gen¨¦ticos, analista de riesgos gen¨®micos e incluso ingeniero de sentidos. Descubriremos sentidos nuevos y adoptaremos capacidades ahora reservadas a los animales y las plantas. Manipulando los genes, podremos percibir la luz ultravioleta o emitir en longitudes de onda ahora reservadas a otras especies.
Se supone que la clonaci¨®n humana con fines terap¨¦uticos ser¨¢ realidad en tres d¨¦cadas, al igual que la creaci¨®n de hombres-m¨¢quinas: h¨ªbridos que dar¨¢n lugar al Homo sapiens 2.0 en la perspectiva de la sustituci¨®n del hombre por el robot. Una perspectiva fascinante, pero no exenta de desasosiego. La clonaci¨®n de ¨®rganos espec¨ªficos llegar¨¢ antes. Ya tenemos los primeros robots con emociones humanas, capaces de mentir y de interpretar la realidad a su favor en detrimento de otros robots. Se trabaja intensamente en hacer m¨¢s inteligentes las m¨¢quinas, pero a m¨ª me gustar¨ªa que se avanzara en hacer m¨¢s sabias a las personas y que se aprovecharan mejor los talentos, porque esas son las claves del futuro de la humanidad.
?Qu¨¦ tal andamos de talentos? Al contrario que los recursos econ¨®micos, el talento es el bien mejor repartido del planeta. Aqu¨ª, en Oviedo, todos los a?os seleccionamos a dos alumnos de biolog¨ªa para que trabajen con nosotros en el laboratorio, y le aseguro que en el futuro ser¨¢n grandes investigadores. Se dice que las universidades espa?olas son muy malas porque no figuran entre las cien primeras del mundo, pero esas clasificaciones son bastante ficticias y responden, en buena medida, a par¨¢metros interesados. Recuerdo a mis profesores espa?oles con admiraci¨®n y cari?o infinito. Por eso, siguiendo su ejemplo, he contra¨ªdo como obligaci¨®n principal dirigir los pasos de la gente joven.
?Por qu¨¦ caminos de la manipulaci¨®n gen¨¦tica vendr¨¢ lo que podr¨ªamos llamar, con la frivolidad del marketing, el elixir de la eterna juventud? El desciframiento de los genomas, la reprogramaci¨®n de las c¨¦lulas y la edici¨®n/reescritura de los propios genomas para corregir/neutralizar los elementos da?ados son los pilares que cambian radicalmente el concepto de la vida. El poshumanismo est¨¢ llamando a nuestra puerta, el transhumanismo lo tenemos a la vista y, en efecto, el Homo sapiens 2.0 ser¨¢ una realidad. La reprogramaci¨®n celular inventada por el reciente premio Nobel de Medicina Shinya Yamanaka permite coger c¨¦lulas que, como en mi caso, tienen 57 a?os y devolverlas atr¨¢s en el tiempo, a la fase embrionaria. Lo hacemos aqu¨ª mismo, en el laboratorio.
?C¨®mo es posible? ?No desaf¨ªa el sentido mismo de la vida? Toda c¨¦lula tiene interruptores que le permiten activar unos genes y desactivar otros, en funci¨®n de las necesidades del momento. Yamanaka consigui¨® borrar la marca gen¨¦tica creada por la experiencia en la c¨¦lula y dejarla en su estado naif, embrionario. Es una t¨¦cnica revolucionaria. Se ha roto el paradigma que situaba a la c¨¦lula diferenciada en el estado finalista y se ha conseguido remontar el camino recorrido por la c¨¦lula hasta el principio de su tiempo. Esto hace pensar en la plasticidad de la vida. Nada es inexorable.
¡°QUEREMOS HACER INTELIGENTES A LAS M?QUINAS, PERO DEBER?AMOS AVANZAR EN HACER M?S SABIAS A LAS PERSONAS¡±.
?Se podr¨¢n replicar las emociones, la espiritualidad, el alma, o solo la carrocer¨ªa humana? Hay variantes gen¨¦ticas que predisponen al sentimiento religioso o grupal sectario porque debieron proporcionar alguna ventaja evolutiva a colectivos que buscaron agruparse en torno a ideas y l¨ªderes. Eso est¨¢ escrito en el genoma, pero lo que no he encontrado en ¨¦l es el alma. No he visto ning¨²n gen que codifique el sentido de la trascendencia humana o de la fe religiosa, estos conceptos deben examinarse bajo otro prisma. La ciencia no deber¨ªa ser tan osada como para hablar de la espiritualidad humana. Por eso debemos aprender filosof¨ªa, literatura y teolog¨ªa, si es preciso, y ponerlo todo al servicio del conocimiento. Veo muy dif¨ªcil que mediante manipulaciones biol¨®gicas se repliquen los sentimientos. El estuario del cerebro sigue siendo la ¨²ltima frontera.
?Contin¨²a consider¨¢ndose una quimera la regeneraci¨®n completa humana? ?D¨®nde est¨¢n los l¨ªmites de la manipulaci¨®n gen¨¦tica? Los l¨ªmites son t¨¦cnicos y hay que tener en cuenta que la primera reprogramaci¨®n celular humana se hizo hace menos de 10 a?os. Podemos volver atr¨¢s a la c¨¦lula entera (programar) y cambiar las letras del genoma (editar), pero la regeneraci¨®n completa sigue siendo una quimera porque somos vulnerables. Yo puedo pedir que me cambien las neuronas para evitar la p¨¦rdida de la memoria. Puedo coger c¨¦lulas fibroblasto de aqu¨ª, de mi mano, y convertirlas en una neurona, pero esta neurona no tendr¨¢ ning¨²n recuerdo, ninguna emoci¨®n. Entonces, tendr¨¦ que rehacer los circuitos¡, aunque los avances son prometedores y en ratones con alzh¨¦imer, mediante el empleo de t¨¦cnicas de optogen¨¦tica, se han logrado rescatar algunos recuerdos borrados por la enfermedad.
O sea, que ese proceso de regeneraci¨®n deja da?os irreversibles. No es un calcet¨ªn al que se le pueda dar la vuelta. Todo esto no es obvio. La ciencia no tiene atajos y no debe prometer lo que no puede dar. Nosotros nos inspiramos en la naturaleza. Como dec¨ªa Julio Verne en Miguel Strogoff: ¡°Abre bien los ojos y mira el mundo que te rodea¡±.
?Y qu¨¦ ve usted? Como en la canci¨®n de Rosendo, veo muchas maneras de vivir y de envejecer. Veo organismos inmortales como la hidra, algunas medusas y el propio c¨¢ncer, que no es otra cosa que la acumulaci¨®n de da?os, la enfermedad del genoma. Veo seres vivos que con el tiempo adquieren un ajuste biol¨®gico mejor y viven m¨¢s.
?Esos avances en la manipulaci¨®n gen¨¦tica no cambiar¨¢n la naturaleza de los seres humanos? Seguir¨¢ siendo especie humana y protagonizando sobre el planeta lo que Eduardo Galeano llam¨® ¡°el gran experimento colectivo¡±. Las especies dominantes suelen durar en la Tierra un mill¨®n de a?os; o sea, que pueden quedarnos unos 800.000 a?os m¨¢s.
El sue?o de la cirug¨ªa molecular, la sustituci¨®n de los genes defectuosos, ?no producir¨¢ monstruos? No digo que no, porque el potencial es enorme. Manipular piezas claves del enorme complejo arm¨®nico del cuerpo es extremadamente dif¨ªcil y peligroso. La vida es un concierto muy complejo y maravilloso.
Mi idea al respecto es simple: hay que invertir en conocimiento para mejorar la vida, no para alargarla innecesariamente. .
?Ya es posible el ser humano a la carta? Como proyecto, me parece una aberraci¨®n. Podemos combatir las enfermedades hereditarias seleccionando los embriones que carecen del defecto familiar. Eso es legal y ¨¦tico. Tambi¨¦n podr¨ªamos seleccionar embriones para obtener un determinado color de ojos o, tal vez, un talento particular para el deporte, la m¨²sica o las matem¨¢ticas, porque todas estas aptitudes humanas est¨¢n escritas en el genoma. Sin embargo, estas instrucciones gen¨®micas todav¨ªa son dif¨ªciles de interpretar, aunque en los pr¨®ximos 20 a?os sumaremos millones de genomas de personas sanas y sabremos relacionar las variantes en los genomas con las aptitudes y predisposici¨®n a las enfermedades. T¨¦cnicamente, podr¨¢s cambiar el color de los ojos, pero la pregunta es para qu¨¦ quieres cambiar el dise?o de algo superficial y banal si va en detrimento de alguna otra capacidad o incluso generar una enfermedad.
?Qu¨¦ opina de la carrera desatada para hacerse con la f¨®rmula de la m¨¢xima longevidad o incluso de la inmortalidad? Google y Craig Venter apadrinan las dos grandes iniciativas encaminadas a extender la vida. Han fichado a importantes cient¨ªficos americanos y est¨¢n dispuestos a hacer inversiones billonarias. Mi idea al respecto es simple: hay que invertir en conocimiento para mejorar la vida, no para alargarla innecesariamente.
?Se abrir¨¢ el mercado de la venta de tiempo de vida? El foco no debe ponerse en la inmortalidad. Porque es innecesario e irrelevante y porque hay muchas cosas m¨¢s importantes por resolver, adem¨¢s del hambre y de la miseria. ?Cu¨¢ntas personas se curan del c¨¢ncer de p¨¢ncreas o del alzh¨¦imer? Nadie, pr¨¢cticamente. M¨¢s de la mitad de las 6.000 enfermedades hereditarias est¨¢n a¨²n por definir. La fascinaci¨®n que suscitan las tecnolog¨ªas y lo futurible no debe hacernos olvidar que nuestro objetivo es curar y que somos vulnerables. No me gustan los sue?os de inmortalidad, y menos ahora que estoy asistiendo a la demolici¨®n f¨ªsica y mental de mi padre. Por lo dem¨¢s, los contadores de defunciones marchan al ritmo de siempre en el mundo.
Tenemos fecha de caducidad. La revista Time anunci¨® en portada que 2045 ser¨¢ el a?o de la inmortalidad humana porque hay investigadores que abonan la idea de que va a producirse un momento de singularidad que cambiar¨¢ la perspectiva que tenemos de nosotros mismos. A esa portada, yo le opuse en una charla en la Universidad de Coimbra la novela Las intermitencias de la muerte, en la que Saramago narra que la muerte dej¨® de actuar de repente y c¨®mo la alegr¨ªa y el jolgorio inicial por la noticia dieron paso al desastre. Tambi¨¦n Borges, Turgu¨¦nev y otros autores nos aportan la visi¨®n de que la inmortalidad es una condena.
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