En el debate migratorio, la izquierda es parte del problema
Seis a?os de crisis econ¨®mica y tres a?os de crisis de refugiados han consolidado una doctrina migratoria nacionalista y aislacionista
El partido conservador de Dinamarca impuso a los solicitantes de asilo a principios de este a?o la confiscaci¨®n de lo que ellos definieron como ¡°bienes no esenciales¡±. La medida fue comparada por algunos con la rapi?a de bienes jud¨ªos por parte de los nazis, pero la oposici¨®n socialdem¨®crata ten¨ªa otra interpretaci¨®n: tampoco es para tanto, siempre que les dejemos las posesiones de valor sentimental como los anillos de compromiso y los retratos familiares. Despu¨¦s ambos votaron a favor.
La izquierda espa?ola no ha llegado al punto de endosarle la factura a las propias v¨ªctimas, pero su actitud en el debate migratorio se asemeja a la de sus colegas daneses en un aspecto principal: limitarse al control de da?os. Atrapados entre la radioactividad electoral de este asunto y el artificial estado de excepci¨®n generado alrededor de la crisis de refugiados, partidos y movimientos del ¨¢mbito progresista han concentrado sus esfuerzos en la solidaridad y en la protecci¨®n de los derechos humanos, pero han renunciado a plantear alternativas radicales a un modelo roto de movilidad humana.
El problema es que hace ya mucho tiempo que no basta con poner tiritas. Seis a?os de crisis econ¨®mica y tres a?os de crisis de refugiados han consolidado una doctrina migratoria nacionalista y aislacionista ajena a cualquier consideraci¨®n ¨¦tica y a numerosas obligaciones legales. M¨¢s a¨²n, la artificial histeria pol¨ªtica y medi¨¢tica ha puesto freno a las iniciativas para racionalizar la movilidad internacional de trabajadores no comunitarios, que se beneficiaron en los a?os previos a la crisis de una 'primavera pol¨ªtica' en forma de experimentos institucionales como el Proceso de Rabat o una diversidad de partenariados de movilidad temporal.
Nada de lo que ocurre a nuestro alrededor sugiere que esto vaya a cambiar, por lo que el ¨²nico modo de no seguir retrocediendo es empujar decididamente hacia delante. Frente a la ofensiva nacional-populista que asola Europa, liberales y progresistas est¨¢n obligados a ofrecer un plan B que responda a dos necesidades fundamentales: expandir los supuestos de protecci¨®n internacional ¨Cpara incluir, por ejemplo, a los 65 millones de refugiados clim¨¢ticos¨C y definir los mimbres legales e institucionales que gobiernen la movilidad internacional.
Y es ah¨ª donde la izquierda espa?ola ni est¨¢ ni se le espera.
De acuerdo con el Proyecto Avizor, de las 397 iniciativas de partidos progresistas relacionadas con la inmigraci¨®n y presentadas en el Parlamento espa?ol entre 2011 y 2015, ni una sola iba dirigida a facilitar la entrada y salida del conjunto de trabajadores no comunitarios. De alguna manera m¨¢gica, los socialistas han pasado en solo una d¨¦cada de pelear por una Europa abierta a cavar junto a Partido Popular y Ciudadanos un cerco exterior a trav¨¦s de un Frontex reforzado.
Podemos tiene otro tipo de problemas. Tanto en Espa?a como en el Parlamento Europeo este grupo ha defendido el ¡°acceso seguro y legal¡± de los refugiados y ha construido un interesante discurso ret¨®rico acerca del derecho a emigrar. Pero, como en el caso de los socialdem¨®cratas, la inmensa mayor¨ªa de las acciones estaban orientadas a denunciar la violaci¨®n de derechos o a garantizar la atenci¨®n humanitaria de los desplazados forzosos, dos asuntos tan imprescindibles como insuficientes. Eso por no hablar de su posici¨®n a favor de un parad¨®jico internacionalismo soberanista en Catalu?a y otras regiones, que podr¨ªa suponer en la pr¨¢ctica el levantamiento de nuevas fronteras dentro de Europa.
Nadie est¨¢ diciendo que sea f¨¢cil. Hay muchos votos en juego y no est¨¢ la izquierda para perder ninguno. Pero es posible que haya m¨¢s margen de maniobra del que algunos podr¨ªan pensar. Una reciente encuesta realizada por Metroscopia para porCausa se?ala que el 50% de los espa?oles tiene poca o ninguna confianza en el sistema de control de fronteras, mientras que un 61% cree que hay que abrir m¨¢s v¨ªas legales para luchar contra la inmigraci¨®n irregular. En este asunto al menos, la sociedad est¨¢ por delante de sus representantes.
La del derecho a prosperar y vivir seguro fuera del lugar de origen es una batalla de largo plazo que ¨Ccomo la de los antiesclavistas o la de las sufragistas¨C exigir¨¢ el empe?o de varias generaciones. Pero todas las consecuciones hist¨®ricas tienen su origen en una radicalidad pr¨¢ctica que transforme la realidad a base de creatividad y liderazgo, tres virtudes escasas en la izquierda espa?ola. Esto tiene que cambiar por el bien de todos.
Gonzalo Fanjul es director de investigaci¨®n de la Fundaci¨®n porCausa
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