Es ¨¦l
El desconocido me mira, pero no me ve. No repara en que vamos vestidos igual
Recibo una llamada de un desconocido que me acusa de imitarle en el modo de vestir, de peinarme, de moverme, de andar. Tambi¨¦n de tomar el metro a las mismas horas que ¨¦l y de bajarme en las mismas estaciones. Se despide pidi¨¦ndome que le deje en paz y cuelga. Al d¨ªa siguiente salgo a la calle y tomo el metro para acudir al trabajo. Entro en el vag¨®n, me siento, y echo disimuladamente un vistazo al resto de los viajeros. A unos metros de m¨ª, junto a la puerta central, descubro a un tipo con zapatillas deportivas, vaqueros, camisa blanca y un jersey azul, de los de pico, cubierto por una cazadora negra. La misma indumentaria que llevo yo. Su pelo, peinado hacia atr¨¢s, como el m¨ªo, es sin embargo m¨¢s abundante.
Comienzo a mirarle con hostilidad, a ver si vuelve la cabeza y se fija en m¨ª. Pero el tipo va a lo suyo, ajeno completamente a todo, y parece normal. En esto, suena mi m¨®vil, lo cojo y cuando estoy hablando con mi mujer, observo que a ¨¦l tambi¨¦n le ha telefoneado alguien. O que lo finge al menos. Colgamos asimismo a la vez, lo que me produce inquietud. Decidido a desenmascararlo, abandono mi asiento y me coloco de pie, a su lado, de modo que no tenga otro remedio que verme. Y lo cierto es que me mira, pero no me ve. No repara en que vamos vestidos igual ni en mi actitud provocadora. Dos paradas m¨¢s all¨¢, se prepara para abandonar el tren y resuelvo seguirle, aunque no he llegado a mi destino.
El tipo sale a la calle y se mete en una iglesia, donde enciende una vela a un santo. Yo hago lo mismo, para disimular. Luego entra en un bar que tiene dos salidas y logra darme esquinazo. De vuelta a casa, recibo una llamada. Es ¨¦l. Insiste en que deje de imitarle y seguirle o que me atenga a las consecuencias.
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