Sobre el pacto PNV-PSE
El acuerdo con los nacionalistas responde a una actitud realista de los socialistas
Resulta evidente que el acuerdo entre el PNV y el PSE para la formaci¨®n del Gobierno en Euskadi responde a una actitud realista y constructiva por parte de los socialistas vascos. Quiz¨¢ pueda destacarse el contraste entre esa actitud y la mantenida por un sector del socialismo espa?ol, y dentro de ¨¦l se incluir¨ªa a la actual direcci¨®n del propio Partido Socialista de Euskadi, con respecto a la formaci¨®n del Gobierno espa?ol. Pero dejando a un lado esta aparente incongruencia, pienso que el documento aprobado por el PNV y el PSE el 22 de noviembre del 2016 puede merecer una breve consideraci¨®n.
Vaya por delante el reconocimiento de que el PSE ha adoptado en el pasado como l¨ªnea general una actitud realista ante el contencioso nacional que contrasta con la actitud m¨¢s compleja del Partido Socialista de Catalu?a. El PSE inici¨® en 1979 una actitud de revisi¨®n de su identificaci¨®n inicial a lo largo de la Transici¨®n con los planteamientos del PNV, actitud que ha sostenido hasta el momento actual y que no le ha impedido, sin embargo, el entendimiento con el nacionalismo cuando las circunstancias dominantes en la pol¨ªtica vasca as¨ª lo han aconsejado.
El documento que ha dado origen a la incorporaci¨®n del PSE al actual Gobierno controlado por el PNV es un texto realista, razonable y pienso que encomiable en sus tres primeros bloques dedicados al empleo, la reactivaci¨®n econ¨®mica y la sostenibilidad (apartado primero), al desarrollo humano, la integraci¨®n social, la igualdad y los servicios p¨²blicos de calidad (apartado segundo) y la convivencia y los derechos humanos (apartado tercero). Acaso pudiera se?alarse alguna insistencia en el papel del euskera como ¡°eje central¡± del sistema educativo que pudiera contradecir la defensa tradicional del biling¨¹ismo por parte de los socialistas vascos. Se trata en todo caso de una cuesti¨®n de relativa menor importancia en contraste con algunas de las afirmaciones recogidas en el cuarto y ¨²ltimo apartado del documento dedicado a ¡°M¨¢s y mejor autogobierno¡±. En ¨¦ste se se?alan algunas de las cuestiones que se deber¨¢n abordar en la ponencia de autogobierno del Parlamento de Vitoria. Es verdad que en relaci¨®n a las mismas el documento deja a salvo la posibilidad de que los partidos firmantes se reserven la posibilidad de defender sus propios criterios. Con todo, no puede infravalorarse el alcance de tres de las cuestiones sobre las que la ponencia habr¨¢ de pronunciarse.
La primera es el reconocimiento de Euskadi como naci¨®n. El inter¨¦s de los nacionalistas por este reconocimiento tiene poco que ver con un planteamiento de car¨¢cter hist¨®rico o politol¨®gico. De entrada, este reconocimiento no es extensible de modo expl¨ªcito a Espa?a, que, de acuerdo con los planteamientos del nacionalismo radical, quedar¨ªa reducida a la condici¨®n de Estado, m¨¢s o menos opresor seg¨²n las circunstancias. M¨¢s all¨¢ de la negaci¨®n de un hecho hist¨®rico y sociol¨®gico, esta omisi¨®n del car¨¢cter nacional de Espa?a como conjunto supone una negaci¨®n rotunda del orden constitucional vigente. Pero, en segundo lugar, hay que reconocer que la insistencia del nacionalismo vasco, como el catal¨¢n, en ese reconocimiento de Euskadi y Catalu?a como naciones oculta una pretensi¨®n pol¨ªtica de largo alcance. Se tratar¨ªa de concluir del reconocimiento de la naci¨®n el derecho a la creaci¨®n de un Estado, de conformidad con una equiparaci¨®n entre ambas realidades instalada en la ret¨®rica pol¨ªtica de un pasado que llega muy vivo al momento actual.
La segunda es el reconocimiento del derecho a decidir, eso s¨ª, de acuerdo con un ejercicio pactado. El ¡°derecho a decidir¡±, sin especificar el contenido de la supuesta decisi¨®n, por mucho que se insista no es sino un edulcorado eufemismo del derecho de autodeterminaci¨®n, del derecho de secesi¨®n o una actualizaci¨®n del viejo principio de las nacionalidades. Cualquiera de estas opciones no solamente carece de encaje en la actual Constituci¨®n, sino que resultan dif¨ªcilmente compatibles con la l¨®gica de cualquier Estado liberal-democr¨¢tico. Por ¨²ltimo, se hace referencia a la proyecci¨®n exterior de Euskadi, un tema no f¨¢cilmente reconciliable con la observancia del texto de 1978.
La posible imprudencia del PSE por recoger estas cuestiones en el documento podr¨ªa doblarse con su car¨¢cter innecesario. El PNV sabe que tiene en el PSE un leal socio de coalici¨®n. En este sentido no parece que el cuarto apartado del documento haya podido ser una exigencia ineludible de los nacionalistas, los socios m¨¢s beneficiados con el acuerdo final.
Andr¨¦s de Blas Guerrero es catedr¨¢tico de Teor¨ªa del Estado en la UNED.
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