Sobrevivir a los malos gobernantes
La democracia est¨¢ para que cualquiera pueda gobernarnos. Lo que importa son los procedimientos y las reglas: lo que impidi¨® a Obama aplicar su ambicioso programa de salud puede ahora dificultar a Trump el cumplimiento de sus promesas (o amenazas)
Dos investigadores brit¨¢nicos, Robert Geyer y Samir Rihani, propusieron un experimento mental para que cay¨¦ramos en la cuenta de que los sistemas inteligentes son m¨¢s importantes que las personas inteligentes: ?qu¨¦ pasar¨ªa si los gobernadores del Banco de Inglaterra fueran sustituidos por una habitaci¨®n llena de monos? Si uno tuviera que responder r¨¢pidamente a esta pregunta, la intuici¨®n inmediata le llevar¨ªa a asegurar que la econom¨ªa brit¨¢nica colapsar¨ªa. Ahora bien, a nada que hayamos podido reflexionar un poco y superar el automatismo de la reacci¨®n, la respuesta ser¨ªa muy diferente: el gobierno de los monos pondr¨ªa de manifiesto hasta qu¨¦ punto estamos gobernados m¨¢s por sistemas que por personas, con equilibrios, contrapesos y correcciones autom¨¢ticas, por lo que los monos no har¨ªan tanto da?o como podr¨ªa suponerse.
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La pregunta que en estos momentos todo el mundo se hace acerca de lo que puede suponer un gobierno de Trump para los Estados Unidos y el mundo en su conjunto es si el sistema pol¨ªtico americano es capaz de resistir a un presidente as¨ª o se plegar¨¢ finalmente a los dictados de quien temporalmente lo dirige (y la referencia a los monos es pura casualidad sin malicia alguna, pues tambi¨¦n pod¨ªa haber puesto como ejemplo a Rajoy, May, Le Pen, Grillo, Orban o Erdogan). Las respuestas a esta pregunta son muy variadas, pero se agrupan en dos tipos. Quienes tienen una visi¨®n m¨¢s bien individualista de la pol¨ªtica son en este caso pesimistas; quienes la conciben sist¨¦micamente tienden a ser optimistas. Es curioso que los l¨ªmites del poder sean ahora un motivo de esperanza, cuando en otros momentos hab¨ªan simbolizado m¨¢s bien nuestra desesperaci¨®n. No deja de ser una paradoja el hecho de que estemos depositando todas nuestras esperanzas en que eso que hemos llamado ¨²ltimamente y con gesto despectivo ¡°la casta¡± (los altos funcionarios, los expertos, militares, empresarios o el propio Partido Republicano) sean un poder que limite efectivamente el de su presidente.
El experimento mental propuesto por los profesores brit¨¢nicos es interesante porque en el automatismo de nuestras respuestas iniciales se pone de manifiesto hasta qu¨¦ punto somos deudores de un modo de pensar centrado en los individuos y los l¨ªderes, en el corto plazo y en la falta de atenci¨®n a las condiciones sist¨¦micas en las que tienen lugar nuestras acciones. Seguimos pensando que el gobierno es una acci¨®n heroica de las personas en vez de entender que se trata de configurar sistemas inteligentes. Es una prueba de eso que Luhmann llamaba ¡°la huida hacia el sujeto¡±, cuando la acci¨®n pol¨ªtica se degrada a una competici¨®n entre personas, sus programas, sus buenas (o malas) intenciones o su ejemplaridad moral; por eso hablamos de liderazgo con unas connotaciones tan personalizadas, la atenci¨®n p¨²blica se interesa principalmente de las cualidades personales de quienes nos gobiernan, nos preocupa m¨¢s descubrir a los culpables que reparar los malos dise?os estructurales¡
Nos jugamos demasiado como para confiarlo todo a que los gobernantes sean competentes y honestos
La renovaci¨®n de nuestros sistemas pol¨ªticos debe ser abordada de otra manera. Nos jugamos demasiado como para confiarlo todo a que nuestros gobernantes sean competentes y buenas personas; no podemos jugar a la ruleta rusa de que estos sean ejemplares y tengan propiedades extraordinarias. La democracia est¨¢ para que cualquiera pueda gobernarnos, lo que implica que nuestro esfuerzo se dirija hacia los procedimientos y reglas a los que nuestros dirigentes tienen que atenerse, y no tanto al casting pol¨ªtico.
No dise?emos nuestras instituciones y sus eventuales reformas pensando en seleccionar a los mejores y facilitar su acci¨®n de gobierno, sino en impedir que los malos hagan demasiado da?o, aunque ocasionalmente esas mismas instituciones dificulten a los buenos sacar adelante todos sus proyectos. La democracia es un sistema dise?ado m¨¢s para impedir que para facilitar, un sistema que proh¨ªbe, equilibra, limita y protege. Esta circunstancia que impidi¨® a Obama llevar a cabo un ambicioso programa de salud, podr¨ªa ser lo que dificulte a Trump el cumplimiento de sus promesas (o amenazas).
Todo lo que sea poner el foco en los individuos para designar los problemas que tenemos ¡ªla teor¨ªa de que lo importante es el ser humano, sea desde la perspectiva de las caracter¨ªsticas personales del l¨ªder o de las motivaciones del votante individual en clave de rational choice¡ª lleva consigo una infravaloraci¨®n de las propiedades sist¨¦micas de la sociedad. Los principales problemas a los que se enfrenta hoy la humanidad tienen el car¨¢cter de problemas planteados por un sistema interdependiente y concatenado ante los cuales son ciegos sus componentes individuales: insostenibilidad, riesgos financieros y, en general, aquellos que est¨¢n provocados por una larga cadena de comportamientos individuales que pueden no ser en s¨ª mismos malos, pero s¨ª lo es su desordenada agregaci¨®n. De ah¨ª que no se trate tanto de modificar los comportamientos individuales como de configurar adecuadamente su interacci¨®n y esa es precisamente la tarea que podemos designar como inteligencia colectiva. Se gana mucho m¨¢s mejorando los procedimientos que mejorando a las personas que los dirigen. No deber¨ªamos esperar tanto de las virtudes de quienes componen un sistema ni temer mucho de sus vicios; lo que realmente deber¨ªan inquietarnos es si su interconexi¨®n est¨¢ bien organizada, c¨®mo son las reglas, los procesos y las estructuras que configuran esa interdependencia.
La democracia sobrevive cuando la inteligencia del sistema compensa la mediocridad de los actores
Las sociedades est¨¢n bien gobernadas cuando lo est¨¢n por sistemas en los que se sintetiza una inteligencia colectiva (reglas, normas y procedimientos) y no cuando tienen a la cabeza personas especialmente dotadas o ejemplares. Podr¨ªamos prescindir de las personas inteligentes pero no de los sistemas inteligentes; es lo que se suele decir de otra manera: una sociedad est¨¢ bien gobernada cuando resiste el paso de malos gobernantes.
Estos doscientos a?os de democracia han configurado precisamente una constelaci¨®n institucional en la que un conjunto de experiencias han cristalizado en estructuras, procesos y reglas (especialmente las constituciones) que proporcionan a la democracia un alto grado de inteligencia sist¨¦mica, una inteligencia que no est¨¢ en las personas sino en los componentes constitutivos del sistema. De alguna manera esto hace al sistema democr¨¢tico independiente de las personas concretas que act¨²an e incluso de quienes lo dirigen, resistente frente a los fallos y debilidades de los actores individuales. Por eso la democracia tiene que ser pensada como algo que funciona con el votante y el pol¨ªtico medio; ¨²nicamente sobrevive si la propia inteligencia del sistema compensa la mediocridad de los actores, incluido el eventual paso de unos monos por el gobierno.
Daniel Innerarity es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Pol¨ªtica, investigador Ikerbasque en la Universidad del Pa¨ªs Vasco y profesor invitado en la Universidad de Georgetown. Su ¨²ltimo libro es La pol¨ªtica en tiempos de indignaci¨®n.
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