El hombre que mete la nariz en los genes de los reyes
El genetista Carles Lalueza-Fox narra las aventuras tras los an¨¢lisis de restos de monarcas europeos
El genetista Carles Lalueza-Fox recuerda con nitidez el ¡°paquete bastante macabro¡± que un d¨ªa de 2012 le llev¨® el m¨¦dico forense franc¨¦s Philippe Charlier a su laboratorio en Barcelona. Inclu¨ªa pelos de los reyes merovingios y carolingios, el coraz¨®n de una monja francesa del siglo XVIII en proceso de beatificaci¨®n y un fragmento de una pierna de una mujer enterrada en el pante¨®n de los reyes de la bas¨ªlica de Saint-Denis, en Par¨ªs.
Lalueza-Fox, experto mundial en extraer informaci¨®n del ADN antiguo, cuenta la an¨¦cdota en su nuevo libro, Genes, reyes e impostores (editorial C¨¢lamo), un relato de aventuras cient¨ªficas a veces disparatadas en torno a reliquias como los pelos de Napole¨®n, la presunta cabeza momificada del monarca franc¨¦s Enrique IV y la supuesta sangre de Luis XVI conservada en el interior de una calabaza.
La consanguinidad de los reyes
El rey espa?ol Carlos II (1661-1700), El Hechizado, ostenta el r¨¦cord de consanguinidad en las monarqu¨ªas espa?olas. Su ¨ªndice alcanzaba el 25%, el equivalente a ser un hijo de dos hermanos incestuosos, seg¨²n explica el genetista Carles Lalueza-Fox. "Esta cifra asombrosa significa que, en una cuarta parte de su genoma, la copia paterna y la materna de cada cromosoma mostrar¨ªan exactamente la misma secuencia por descender de un antepasado com¨²n", detalla el investigador en su libro.
Carlos II, con "un cierto retraso mental", no ten¨ªa 32 retatarabuelos, como cualquier persona, sino 14, porque sus antepasados se hab¨ªan reproducido entre ellos. Su padre era t¨ªo de su madre y su abuela era al mismo tiempo su t¨ªa, entre otros cruces. Al no tener dos copias diferentes de cada cromosoma, la posibilidad de problemas asociados a mutaciones se multiplica. Lalueza-Fox tambi¨¦n menciona el ¨ªndice de consanguinidad atribuido al rey Juan Carlos I, un 5,22%. Y el del rey franc¨¦s Luis XVI, que no llegaba al 1%, gracias a una pol¨ªtica de alianzas con otras familias reales europeas por la v¨ªa del matrimonio.
El investigador, del Instituto de Biolog¨ªa Evolutiva de Barcelona, se qued¨® pasmado ante el t¨¦trico paquete de Charlier. ¡°A veces me pregunto de d¨®nde saca este hombre este tipo de cosas¡±, bromea en su libro. El m¨¦dico franc¨¦s tra¨ªa una lista de nueve posibles propietarias de aquella enigm¨¢tica pierna. Una de las candidatas era Isabel Carlota von der Pfalz, una princesa alemana nacida en 1652 que se cas¨® con un hermano del llamado Rey Sol, Luis XIV de Francia. La tarea de Lalueza-Fox era averiguar la identidad de aquella pierna por el ADN.
En su libro, el genetista, nacido en Barcelona en 1965, no se limita a recordar an¨¦cdotas cient¨ªficas alrededor de su trabajo con genomas antiguos de las casas reales europeas. Tambi¨¦n incluye cotilleos hist¨®ricos, a menudo empapados de humor. De la princesa alemana recuerda una de sus cartas, enviada en 1694, en la que comunicaba a su receptora: ¡°No puedes imaginarte lo feliz que eres de poder defecar donde t¨² quieres¡ Aqu¨ª es bastante diferente [...]. No hay letrinas en el lado del palacio que da al bosque, que es el lado donde vivo yo; consecuentemente, tengo que defecar en el bosque. Me gusta hacerlo confortablemente, y no puedo hacerlo confortablemente cuando mi trasero est¨¢ suspendido en el aire. Cualquiera que pase puede verme: hombres y mujeres, ni?os y ni?as, curas y los 100 guardias suizos¡±.
Finalmente, los cient¨ªficos no fueron capaces de determinar qui¨¦n fue la due?a de aquella pierna. En Genes, reyes e impostores, Lalueza-Fox narra otras investigaciones con un final m¨¢s afortunado, como la de la supuesta sangre del rey franc¨¦s Luis XVI. El monarca fue ejecutado en la guillotina el 21 de enero de 1793. Seg¨²n los testimonios del ajusticiamiento, varios espectadores subieron al cadalso para mojar sus pa?uelos en la sangre del cad¨¢ver del rey. Uno de ellos fue un tal Maximilien Bourdaloue, seg¨²n consta en los textos grabados en una calabaza decorada de la ¨¦poca, que habr¨ªa albergado la sangre del rey durante m¨¢s de dos siglos.
Un d¨ªa de 2008, Lalueza-Fox fue contactado por un colega italiano. Una millonaria familia de Imola quer¨ªa hacer un an¨¢lisis gen¨¦tico del contenido de la calabaza, propiedad hist¨®rica de la familia. Un a?o despu¨¦s, el genetista ten¨ªa listo un perfil: la sangre correspond¨ªa a un hombre que muy posiblemente ten¨ªa ojos azules. Y poco m¨¢s se sab¨ªa, ya que no encontraron muestras de ADN de parientes del rey para compararlo con el rescatado de la calabaza.
El estudio del vegetal se public¨® en 2010 y fue, pese a todo, ¡°un bombazo medi¨¢tico inmediato¡±, seg¨²n recuerda Lalueza-Fox. El investigador comenz¨® a recibir llamadas telef¨®nicas, cartas y mensajes de correo electr¨®nico de personas que cre¨ªan tener informaci¨®n sobre el rey franc¨¦s. ¡°Recib¨ª, en un extra?o paquete que era una vieja caja de galletas, los recortes de las u?as de los pies de alguien que dec¨ªa ser el ¡°verdadero¡± descendiente de Luis XVI y me ped¨ªa que llevara a cabo un an¨¢lisis gen¨¦tico si quer¨ªa descubrir la verdad¡±.
Finalmente, en abril de 2014, la secuenciaci¨®n del genoma completo de la sangre de la calabaza mostr¨® que los restos pertenecieron a un hombre de ojos marrones, no azules como los ten¨ªa Luis XVI, y de menor estatura que la atribuida al rey franc¨¦s. La reliquia era falsa. Y tambi¨¦n result¨® no ser aut¨¦ntica la supuesta cabeza momificada de Enrique de Borb¨®n, que gobern¨® Francia como Enrique IV hasta su muerte en 1610.
En su anterior libro, Palabras en el tiempo (editorial Cr¨ªtica), publicado en 2013, Lalueza-Fox repasaba las hilarantes peripecias de los cient¨ªficos para recuperar el ADN de los neandertales, extinguidos hace 30.000 a?os. En su nueva obra, el genetista utiliza an¨¦cdotas estramb¨®ticas para reivindicar una nueva visi¨®n de la historia, a la que bautiza "genohistoria": la interpretaci¨®n de las decisiones tomadas por los grandes personajes de la historia a trav¨¦s del an¨¢lisis de sus genomas. ¡°Solo digo que los seres humanos tienen un rango limitado y predecible de conductas, y que estas vienen, en parte, determinadas por los genes¡±, sentencia el investigador.
¡°?Y la creatividad de Vel¨¢zquez, Van Gogh o Picasso, el poder de deducci¨®n de Darwin, Newton o Einstein, la incre¨ªble intuici¨®n matem¨¢tica de Poincar¨¦, Ramanujan o Riemann? ?Realmente podemos creer que no habr¨¢ nada de relevante en sus genomas que nos permita descubrir las claves de los aspectos m¨¢s complejos de la intelectualidad humana?¡±, reflexiona Lalueza-Fox. ¡°No todos somos iguales, no todos los genomas son iguales y la brillantez intelectual ¡ªigual que la estupidez y la mediocridad¡ª existen realmente¡±, concluye. ¡°Solo podemos aspirar a ser quienes somos y nuestros logros, peque?os o grandes, son en buena parte debidos a nuestra herencia gen¨¦tica¡±.
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