El a?o de la inflexi¨®n feminista
El mundo cambia y lo hace a la velocidad de la luz. Inaugurado con la ca¨ªda de las Torres Gemelas, el siglo XXI ha acelerado un proceso que ven¨ªa anunci¨¢ndose, la globalizaci¨®n, ya irreversible. Y la globalizaci¨®n nos ha tra¨ªdo el efecto espejo: all¨ª donde mires est¨¢ el otro, de otra etnia, de otro estrato social, en otra circunstancia, pero al fin y al cabo un otro que eres t¨². Hoy todos somos el ni?o Ayl¨¢n varado en una playa, los subsaharianos escalando la cortante valla de Melilla... y todos somos tambi¨¦n Malala, la adolescente tiroteada en Pakist¨¢n por querer estudiar. Si el feminismo es hoy una causa com¨²n es gracias a la globalizaci¨®n.
Los grandes problemas de siempre ¡ª¨¦ticos, sociales, econ¨®micos, sanitarios, culturales y ambientales¡ª han sido centrifugados y forman ahora un conglomerado que m¨¢s que nunca sabemos que solo arreglar¨¢ una soluci¨®n global. El tiempo de la parcelaci¨®n ha tocado a su fin y la tercera ola del feminismo ¡ªesta que estamos viviendo desde los a?os 90¡ª se integra en una marejada formada por olas de lucha por la justicia social, combate contra la pobreza, defensa del medio ambiente... De ah¨ª que las voces a favor del feminismo y de su causa principal ¡ªla equidad de g¨¦nero¡ª vengan de lugares distintos y se repliquen a lo largo y ancho del globo como en una gran partida de ecos.
Si en medio de las revoluciones ¨¢rabes las mujeres son violadas, las occidentales cierran filas en torno en defensa de una ley del aborto digna; si las profesionales del cine de Hollywood claman contra la brecha salarial, los medios de comunicaci¨®n redoblan su inter¨¦s por diagnosticar las hechuras del techo de cristal; si Chimamanda Ngozi Adichie escribe en defensa de la condici¨®n de las mujeres (Todos deber¨ªamos ser feministas), los pa¨ªses n¨®rdicos convierten su libro en lectura obligatoria y as¨ª sucesivamente. Ya no se puede escapar del combate feminista: el feminismo ha salido a la plaza p¨²blica de la aldea global.
En 2009 la BBC en urdu empez¨® a publicar en forma de blog el diario que llevaba una joven pakistan¨ª, hija de un maestro que dirig¨ªa una escuela para ni?as. Narraba por entregas c¨®mo los talibanes se apoderaban progresivamente de su mundo: hab¨ªa que evitar el uso de los colores llamativos, esconder los libros, dejar de escuchar m¨²sica. Incluso el New York Times se fij¨® en esa valiente y le dedic¨® un documental ¡ªClass Dismissed: Malala's story¡ª, en el que esta denunciaba las crecientes dificultades para asistir a clase y su deseo de convertirse en m¨¦dico. Un d¨ªa Malala se levant¨®, cogi¨® sus libros y subi¨® al autob¨²s que la llevaba a la escuela. Eso suced¨ªa en el valle de Swat, al noroeste de Pakist¨¢n. Un fan¨¢tico le descerraj¨® un tiro en plena cara y sali¨® viva de milagro. Ten¨ªa entonces 14 a?os y el atentado conmocion¨® al mundo. A los 17 le concedieron el Premio Nobel de la Paz por defender el derecho de las mujeres a la escolarizaci¨®n. Fue el Premio Nobel m¨¢s joven de la historia y se convirti¨® en un icono en la defensa de las mujeres.
Mafalda gritaba en una vi?eta: "Paren el mundo que me quiero bajar", pero el mundo segu¨ªa girando y bajarse resultaba imposible. Hoy gira m¨¢s deprisa que nunca, con todos los riesgos que eso conlleva y que ha analizado entre otros Paul Virilio. Vemos en directo en televisi¨®n como naufragan las pateras en un Mediterr¨¢neo convertido en cementerio, se suprime aranceles y se anuncian tratados de libre comercio. Ya nada de lo que sucede lejos nos es ajeno porque el concepto de cerca y lejos se ha transformado. El contagio de la concienciaci¨®n feminista ha sido una de sus consecuencias. Posiblemente podemos hablar, finalmente, de un feminismo universal.
Despu¨¦s de siglos de idas y venidas, de avances y retrocesos, de tragedias atroces, el ojo vigilante del big brother acecha y nos conmina a la no indiferencia. Se hace imposible ignorar, rehuir, soslayar. Estamos condenados a la conciencia colectiva de que hablaba el soci¨®logo Durkheim, un organismo con vida propia que anida en las conciencias individuales , pero alienta m¨¢s all¨¢ de estas. Una fuerza unificadora que asimila las luchas pasadas a las urgencias presentes y deja de restar para sumar. Tras innumerables resistencias, tras muchas luchas y muchas batallas perdidas, se impone la necesidad de incorporar la alteridad, y as¨ª la empat¨ªa, la solidaridad, se convierten en el ¨²nico camino, ya no hay otro.
La tercera ola feminista bautizada por Rebecca Walker, que se ha querido rebautizar como postfeminismo, se ha traducido en un feminismo global que ha venido para quedarse y para triunfar. Podemos girar la espalda a la pobreza, los desahucios, las migraciones forzadas, la violencia de g¨¦nero, pero las c¨¢maras, los tel¨¦fonos m¨®viles y las redes sociales se encargar¨¢n de record¨¢rnoslo. Tambi¨¦n la desigualdad de g¨¦nero y las muchas afrentas que conlleva pueden tratar de ocultarse debajo de la alfombra global, pero acaban saliendo a la superficie.
Hay quien dice que la palabra clave del 2016 ha sido solidaridad y que ahora llega al tiempo de llevarla a la pr¨¢ctica. En el emotivo discurso que en septiembre de 2014 otra joven empoderada, la actriz Emma Watson, pronunci¨® como embajadora de buena voluntad de ONU Mujeres, les dijo a los hombres que la igualdad de g¨¦nero tambi¨¦n era su problema. Hombres y mujeres saben hoy, sin excusas, que del problema solo se espera una feliz soluci¨®n y que ellos y ellas son los que deben alcanzarla.
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