La furia contra los intelectuales, una herida de 1936
Mill¨¢n Astray represent¨® el papel de mat¨®n en un acto que presid¨ªa Unamuno
La infame expresi¨®n de Mill¨¢n Astray, el fundador de la Legi¨®n, la solt¨® a berridos el 12 de octubre de 1936 durante la celebraci¨®n del D¨ªa de la Raza en Salamanca. Le hab¨ªa pedido a gritos la palabra al rector de la Universidad, Miguel de Unamuno, que conduc¨ªa el acto en el Paraninfo, y como no le hizo caso, se puso de pie y la solt¨®: ¡°?Mueran los intelectuales!¡±. Luego a?adi¨® ¡°?Viva la muerte!¡±. A Unamuno le toc¨® padecer un torrente de insultos mientras se dirig¨ªa a la salida. Entr¨® en un coche, regres¨® a casa. Morir¨ªa poco despu¨¦s, el 31 de diciembre de ese mismo a?o.
Por haberlo hecho precisamente esa fecha es ahora noticia. Su obra entera acaba de pasar a disposici¨®n p¨²blica. La Biblioteca Nacional ha aprovechado el momento para lanzar un ¨ªndice con los autores fallecidos durante ese a?o aciago, en el que se produjo el golpe de Estado contra la Rep¨²blica, y ha digitalizado sus obras para ponerlas a disposici¨®n del p¨²blico en la web de la instituci¨®n. Son 377 autores, entre los que est¨¢n algunos tan significativos como Lorca, Valle-Incl¨¢n, Ramiro de Maeztu o Mu?oz Seca.
?se era el reclamo de Mill¨¢n Astray en plena Guerra Civil, que se murieran los intelectuales como Unamuno. En la biograf¨ªa que hizo Jon Juaristi del escritor bilba¨ªno se refiere a su intervenci¨®n en aquel acto rebajando un tanto toda la literatura que se ha ido a?adiendo despu¨¦s a lo que no dejaron de ser unas palabras improvisadas. ¡°Solt¨®, sencillamente, las dos o tres ideas que le rondaban obsesivamente por la cabeza, a saber, que la guerra se hab¨ªa convertido en una guerra incivil; que el odio no deja lugar a la compasi¨®n [...] y que la inteligencia nada tiene que ver con la Inquisici¨®n¡±.
El hecho de que est¨¦n disponibles las obras de los escritores que murieron hasta ese 31 de diciembre de 1936 es una oportunidad m¨¢s para volver a recuperar el hilo de sus reflexiones o para volver a habitar en sus novelas o en los versos de sus poemas. Fueron a?os terribles los de la d¨¦cada de los treinta del siglo pasado. El crack econ¨®mico del a?o 29 condujo a centenares de miles de familias a la miseria y se fueron exacerbando las tensiones sociales que muchos quer¨ªan aprovechar para dinamitar a unas d¨¦biles democracias siguiendo la estela de la Revoluci¨®n Rusa. Pero estaba tambi¨¦n el fascismo de Mussolini y Hitler hab¨ªa conquistado el poder. Y los viejos rencores nacionalistas alimentaban los furores de los discursos totalitarios.
En septiembre de ese a?o, Unamuno le dijo al escritor griego Nikos Kazantzakis, que acudi¨® a entrevistarlo en Salamanca, que lo que les estaba pasando a los espa?oles obedec¨ªa a que no cre¨ªan en nada. ¡°?En nada! ?En nada! Est¨¢n desesperados¡±, le dijo. Y le explic¨®: ¡°Desesperado es el que sabe muy bien que no tiene d¨®nde agarrarse, que no cree en nada, y como no cree en nada le posee la rabia¡±. Qu¨¦ mala consejera esa rabia. Como la de Mill¨¢n Astray. Y qu¨¦ ejemplar el temple de aquel intelectual con nada m¨¢s que dos o tres ideas. Si es cierto que esta ¨¦poca tiene algo que ver con aqu¨¦lla, como dicen algunos, no est¨¢ mal tomar nota.
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