Trump, el tr¨¢gico caso de Bridget Agbahime y la muerte de una naci¨®n
Estados Unidos y Nigeria comparten sucesos aterradores en los ¨²ltimos meses
Mientras el mundo contemplaba la aterradora perspectiva que plantea la presidencia de Trump en Estados Unidos, un suceso igualmente tr¨¢gico ocurr¨ªa a miles de kil¨®metros, en Nigeria. Pero en el caso de Nigeria, las personas no eligieron ¨Cperd¨®n por el juego de palabras¨C imponerse el cataclismo que podr¨ªa acabar consumiendo el pa¨ªs. Ambos sucesos -la irrupci¨®n de Trump como presidente electo y el veredicto de ¡°no culpable¡± pronunciado por los jueces, y por extensi¨®n por el Estado nigeriano, para unas alima?as con piel de humano que se presentan como ¨¢rbitros de Dios¨C guardan asombrosas similitudes. No s¨¦ si se deber¨¢ a nuestra propensi¨®n a lo cruento y a lo absurdo, o al entusiasmo por las elecciones presidenciales estadounidenses, pero sea cual sea la raz¨®n, ese estrafalario incidente que ha tenido lugar en Nigeria pas¨® desapercibido.
Pocos ¨Cciertamente no los medios convencionales, ni la tribu de provocadores de Internet, nuestra decadente sociedad civil o las organizaciones de mujeres¨C levantaron la voz o se preocuparon por esa sentencia infernal. Ahora que ya han pasado las elecciones de Estados Unidos, quiz¨¢ sus ciudadanos puedan volver, en palabras del buen doctor Damages, famoso por SaharaReporters, a esas cosas que m¨¢s les interesan: la capacidad de Kim Kardashian y su clan para aguantar en Internet. Y el resto de nosotros, mortales inferiores, podemos volver a preocuparnos por cosas importantes para nosotros. Y en el caso de Nigeria, por c¨®mo encontrarle sentido a una naci¨®n que ha perdido el alma. Pero antes de volver a Nigeria, una breve digresi¨®n acerca de la elecci¨®n de Donald J. Trump como pr¨®ximo presidente de Estados Unidos.
Trump parece haber emprendido una ofensiva de encanto, seduciendo a todos aquellos que, sin importarles la destructiva ret¨®rica de su campa?a, quieren ver que tiene capacidad para hacer el bien. Hay quienes ¨Cincluida nuestra querid¨ªsima Oprah¨C est¨¢n cambiando de idea respecto a ¨¦l y pidi¨¦ndonos a los pesimistas que le demos una oportunidad; nos dicen que deber¨ªamos confiar en que ese acaudalado acosador confeso pueda resultar mejor presidente que empresario y animador de espect¨¢culos. Algunos han sostenido que el Trump candidato ten¨ªa que mantener una imagen p¨²blica belicosa y desplegar la demagogia para impulsar su campa?a y para tener alguna oportunidad contra la arraigada y bien engrasada maquinaria pol¨ªtica que era la campa?a electoral de Clinton.
Por supuesto, lo terrible de Trump no es tanto lo que ha dicho o hecho ¨Caun siendo tan peligroso¨C como el hecho de que la mitad de los votantes estadounidenses creyese de hecho lo suficientemente en ¨¦l como para darle el voto del Colegio Electoral. Hay otro aspecto de la victoria de Trump que los observadores parecen haber pasado por alto: la ciudadan¨ªa. ?Qu¨¦ ocurri¨® en Estados Unidos? ?En dos palabras: los ciudadanos! El tiempo dir¨¢ si se han equivocado o no. Trump podr¨ªa resultar a la postre un ¡°buen presidente¡±, pero eso no invalida el hecho de que ¨¦l y su campa?a significaron algo. Sus mensajes xen¨®fobos, mis¨®ginos y divisivos hicieron mella en algunos votantes, incluidos los fan¨¢ticos religiosos. No es probable que quienes apoyaron los mensajes de su campa?a le permitan hacer algo diferente o no aprovechar su victoria. Estados Unidos est¨¢ intentando sanar tras la victoria de Trump. Solo podemos desearles suerte en este proceso de curaci¨®n. El primer paso, lo sabemos, en el proceso de curaci¨®n, es aceptar que hay un problema, ?y con Trump, Estados Unidos tiene un gran problema!
De vuelta a Nigeria. He aqu¨ª los hechos para quienes desconozcan el caso. El 2 de junio de 2016, Bridget Agbahime, una vendedora nigeriana de 74 a?os, fue salvajemente atacada y asesinada en el mercado de Kofar Wambai, en el estado de Kano, al norte de Nigeria, por un grupo de desalmados sanguinarios, siempre deseosos de ganarse el para¨ªso. ?El delito cometido por Agbahime? ?Blasfemia! Esa vieja coartada que ha permitido a los fan¨¢ticos religiosos perpetrar el mal. Alguien la denunci¨® por haber impedido que otro vendedor realizase la abluci¨®n ¨Cel acto de lavarse como preparaci¨®n para las oraciones formales en el islam¨C delante de su tienda. El gobernador del estado de Kano, Abdullahi Ganduje, calific¨® el asesinato de Agbahime de ¡°injustificable¡± y prometi¨® justicia acorde con las leyes del pa¨ªs. La polic¨ªa detuvo a dos sospechosos principales, Dauda Ahmed y Zubairu Abdullahi.
El asesinato de Agbahime no es el primero y probablemente tampoco ser¨¢ el ¨²ltimo perpetrado contra un ciudadano de Nigeria en nombre de la religi¨®n
El inspector general de polic¨ªa, Solomon Arase, despleg¨® a la secci¨®n de homicidios de la polic¨ªa para garantizar una investigaci¨®n como es debido, lo que condujo a la detenci¨®n de otros tres sospechosos: Abdulmumeen Mustafa, Abdullahi Abubakar y Musa Abdullahi. El juzgado de primera instancia de Kano acus¨® a los sospechosos de cuatro delitos: ¡°incitaci¨®n al altercado, homicidio doloso, acci¨®n conjunta y vandalismo¡±. El asesinato se produjo en junio.
Avanzamos r¨¢pidamente a noviembre, cinco meses m¨¢s tarde, y los acusados son hombres libres, listos para merodear por las calles de Kano en busca de su pr¨®xima v¨ªctima, gracias al perverso sistema judicial de Nigeria. El 4 de noviembre de 2016, el magistrado principal, Muhammad Jibrin, actuando bajo recomendaci¨®n del fiscal general del estado de Kano, archivaba el caso y ordenaba la liberaci¨®n de los sospechosos con el argumento de que ¡°la investigaci¨®n policial sobre el asesinato no ha implicado en modo alguno a los acusados, y los fiscales no han logrado demostrar fuera de toda duda razonable que los acusados hayan perpetrado de hecho el delito de matar a Bridget¡±.
En lo que parec¨ªa una aprobaci¨®n estatal de la ejecuci¨®n de Bridget Agbahime, el gobierno del estado de Kano fue un paso m¨¢s all¨¢ al afirmar que ¡°no hay causa por la que responder, ya que todos los sospechosos son inocentes¡±. ?Qui¨¦n ha matado entonces a Bridget Agbahime? Ciertamente no ha sido Donald Trump. Para m¨ª, el problema no es tanto el crimen, por espantoso que fuese. La verdadera tragedia aqu¨ª es la aparente connivencia del estado de Kano y sus instituciones, y por extensi¨®n del Estado nigeriano, con esta sentencia de muerte aplicada a Bridget Agbahime.
El asesinato de Bridget Agbahime representa un desaf¨ªo para todos nosotros. Es inconcebible que una nigeriana fuese tan salvajemente golpeada hasta la muerte por una acusaci¨®n de blasfemia. Desde luego no es demasiado tarde para conseguir justicia para Agbahime y otros que han sufrido un destino similar, para restaurar la esperanza de que la nuestra pueda convertirse en una naci¨®n de ley y orden, de respeto por la vida humana y la dignidad de las personas. Al no condenar a los asesinos de Agbahime, el Estado nigeriano nos est¨¢ diciendo inadvertidamente que el nuestro es un Estado sin ley; que Nigeria es Pakist¨¢n, Afganist¨¢n y Somalia, donde dominan los bandidos y los fan¨¢ticos trastornados ejercen la ¡°justicia¡± bas¨¢ndose en su demencial interpretaci¨®n de los c¨®digos religiosos.
El asesinato de Agbahime no ha sido el primero y probablemente tampoco ser¨¢ el ¨²ltimo perpetrado contra un ciudadano de Nigeria en nombre de la religi¨®n, a menos que recuperemos Nigeria de las manos de estas hordas b¨¢rbaras y de sus seguidores. Al pasar por alto estas se?ales reveladoras, estamos destruyendo el fin¨ªsimo tejido mismo que nos mantiene unidos como pueblo. Y para muchos esta naci¨®n muri¨® hace ya tiempo.
Las palabras del pastor Mike Agbahime, testigo del salvaje atentado contra su esposa, son instructivas. El 13 de noviembre de 2016, en una entrevista con el peri¨®dico Punch, se?alaba: ¡°La expresi¨®n ¡®Una Nigeria¡¯ es pura patra?a. Lo digo porque el error de los dirigentes es un error ¡®importante¡¯. Me explico, si nuestros dirigentes no son capaces de cumplir los juramentos de sus cargos y no pueden respetar la santidad de la vida y de nuestra constituci¨®n, no hace falta hablar de la unidad de Nigeria. Tambi¨¦n lo digo porque si la constituci¨®n condena el asesinato en una parte del pa¨ªs y declara inocentes a otras personas que han matado en otro estado, me pregunto qu¨¦ clase de constituci¨®n es esa¡±.
Supongamos por una vez que este asesinato no se cometi¨® en nombre de la religi¨®n. No lo hace menos atroz y no merece ning¨²n lugar en una sociedad democr¨¢tica moderna. Dauda Ahmed, Zubairu Abdullahi y su cohorte deber¨ªan ser detenidos nuevamente y obligados a pagar por su crimen.
Twitter @conumah
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