Viaje a las fronteras del clima
La cumbre de Bak¨², la COP29, ha arrancado con una demanda central sobre la mesa: c¨®mo financiar a los pa¨ªses m¨¢s pobres y que menos contaminan a sobrevivir a eventos extremos similares a los que ha sufrido Espa?a. Emiten menos gases contaminantes, pero sufren m¨¢s las consecuencias del calentamiento. Sus problemas de salud son prueba de ello
Aminata est¨¢ embarazada y trabaja en el campo en una aldea de Gambia asfixiada por el calor. Investigaciones internacionales recientes que han tomado su pueblo como modelo advierten de que las altas temperaturas suponen un serio riesgo para su salud y para la de su beb¨¦. Andy Ouedraogo Regma es un octogenario burkin¨¦s que sobrevive como si fuera una enfermedad al peor calor de los ¨²ltimos 200 a?os en el Sahel, en un continente en el quelos expertos sospechan que las muertes por estr¨¦s t¨¦rmico se disparan. Mientras, en Tailandia los suicidios aumentan en el mes m¨¢s c¨¢lido y las emociones se alteran debido a las restricciones de movimiento a las que obligan las altas temperaturas.
Son historias reales de pa¨ªses del Sur Global, donde la emergencia clim¨¢tica y los eventos extremos como los que hemos visto estos d¨ªas en Espa?a son una realidad diaria y donde el calentamiento y sus efectos avanzan m¨¢s r¨¢pido que la media global. Un ejemplo: entre 1970 y 2021, ?frica aun¨® el 35% de las muertes relacionadas con el clima, mientras que apenas el 40% de los africanos tienen acceso a sistemas de alerta temprana.
Las inundaciones, sequ¨ªas y olas de calor agravan crisis humanitarias ya existentes y, adem¨¢s del coste humano , el econ¨®mico es desmesurado. ?frica pierde entre un 2% y un 5% de su PIB solo para dar respuesta a los episodios clim¨¢ticos extremos, seg¨²n c¨¢lculos de la Organizaci¨®n Meteorol¨®gica Mundial. Por eso, cumbre tras cumbre y como ocurre ahora en la COP29 de Bak¨² los l¨ªderes del Sur global vuelven a exigir justicia clim¨¢tica. Piden la transferencia de fondos y tecnolog¨ªa para sobrevivir a una gran emergencia que ellos no crearon, pero que padecen m¨¢s que el resto.
Embarazadas bajo un sol abrasador
Keneba (Gambia)
Por Silvia Blanco
Boubacar y Aminata acaban de hacer una inversi¨®n importante. Por primera vez tienen ventilador. Viven en Keneba, un peque?o pueblo de Gambia a dos horas y media en coche tierra adentro desde la capital. El aparato ocupa un lugar especial de la chabola con techo de uralita y paredes de cemento donde viven con sus tres hijos y el beb¨¦ que est¨¢ en camino. Lo han colocado junto a la tele y la cama en la principal de las dos oscuras habitaciones de la casa, por donde van y vienen las gallinas. En una de las regiones del mundo donde el calor extremo golpea m¨¢s fuerte, en el que tener aire acondicionado es un lujo y los cortes de electricidad son frecuentes, el aire templado que escupe el ventilador es apenas un alivio para quienes sufren en primera l¨ªnea los efectos del cambio clim¨¢tico provocado por los pa¨ªses ricos.
En Keneba, a las 10 de la ma?ana de un d¨ªa de mayo ya hay 36 grados, pero la sensaci¨®n t¨¦rmica es de 39. La arena de las calles quema y solo la sombra de los alt¨ªsimos ¨¢rboles de mango y alguna nube ma?anera dan tregua. M¨¢s tarde, apenas hay donde resguardarse de una temperatura que en pocas horas escala a los 39 grados y se siente como 42, seg¨²n la medici¨®n de los portales meteorol¨®gicos. Al mediod¨ªa todav¨ªa hay ni?os que juegan al f¨²tbol cerca de la escuela y mujeres con vestidos hasta los pies y velos en el mortecino mercado local, techado, donde b¨¢sicamente quedan tomates, pimientos y cebollas. El puesto del pescado, un arc¨®n herrumbroso y maloliente, ya ha cerrado. El pueblo se vac¨ªa por la tarde, cuando sube el calor y solo se ven vacas debajo de un ¨¢rbol. Tres ni?os pasan montados en un burro.
¡°Algunos d¨ªas es insoportable¡±, dice Boubacar, de 47 a?os, junto al ventilador reci¨¦n estrenado. Una de las dos habitaciones de la casa est¨¢ ocupada por tinajas y bidones para almacenar agua. El ¨²nico grifo est¨¢ en el patio trasero, junto al agujero que hace las veces de urinario. Es dif¨ªcil aislarse del calor en la casa, y el sitio m¨¢s duro es la cocina, una hoguera a pleno sol en la que est¨¢n cociendo unos mangos. ?l, que es alba?il pero hoy no ha podido trabajar porque no hay ninguna obra activa, va en pantal¨®n corto cuando Aminata, de 30 a?os y embarazada, regresa de su revisi¨®n obst¨¦trica en la cl¨ªnica que la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres (LSHTM, en ingl¨¦s) tiene en el pueblo. Ahora va a empezar a hacer la comida, el momento m¨¢s sofocante del d¨ªa: junto al fuego, a pleno sol.
En la sala de espera del centro m¨¦dico al que ha acudido Aminata aguardan otras cuatro embarazadas para que les hagan pruebas. Es el ¨²nico lugar con aire acondicionado de todo el pueblo. ¡°En casa no lo podemos tener, es car¨ªsimo, no podemos pagar la factura de la luz¡±, cuenta Aminata, cuyo m¨¦todo para refrescarse es la ducha, o sea, echarse bidones de agua encima. ¡°El calor es lo peor del embarazo¡±, resume, y cuenta que apenas puede dormir: ¡°Por la noche no se puede estar en la cama, tengo que salir a tomar el aire¡±. Un calor que no es el de siempre: la temperatura media en Gambia ha subido un grado en seis d¨¦cadas, y cada dos a?os se produce un evento extremo (sequ¨ªas, inundaciones) que muestra la vulnerabilidad del pa¨ªs ante el cambio clim¨¢tico, seg¨²n un estudio del FMI de febrero.
Las embarazadas expuestas al calor extremo tienen m¨¢s posibilidades de tener un parto prematuro, preeclampsia, embolia pulmonar¡ y los beb¨¦s corren riesgo de muerte fetal y de bajo peso al nacerAna Bonell, investigadora del impacto del estr¨¦s t¨¦rmico en agricultoras de Gambia
Pero esperar un beb¨¦ y el trabajo f¨ªsico a esas temperaturas es un riesgo del que las mujeres, que suponen la mitad de la mano de obra en el campo gambiano, apenas pueden protegerse. ¡°Sabemos por estudios recientes que las embarazadas expuestas al calor extremo tienen m¨¢s posibilidades de tener un parto prematuro, preeclampsia [una enfermedad muy grave asociada al embarazo], embolia pulmonar¡ y los beb¨¦s corren riesgo de muerte fetal y de bajo peso al nacer¡±, explica Ana Bonell, investigadora de la LSHTM y autora principal de un estudio de campo que analiza el impacto fisiol¨®gico del estr¨¦s t¨¦rmico en agricultoras de subsistencia en Gambia. El trabajo se realiz¨® en Keneba, donde vive Aminata, con un centenar de embarazadas y se public¨® en la revista cient¨ªfica?The Lancet en 2022. Los resultados son elocuentes: las 92 embarazadas que participaron en el estudio, realizado entre agosto de 2019 y marzo de 2020, estuvieron expuestas ¡°a altos niveles de estr¨¦s t¨¦rmico, mucho m¨¢s de lo que esper¨¢bamos¡±, explica Bonell. ¡°No hubo un solo d¨ªa en el que no midi¨¦ramos alg¨²n grado de exposici¨®n al estr¨¦s t¨¦rmico en las agricultoras¡±, afirma.
En agosto empez¨® otro estudio, mucho mayor, con 800 gambianas embarazadas que trabajan en el campo. ¡°La actividad f¨ªsica o el trabajo duro aumentan la producci¨®n interna de calor, que a su vez puede redundar en tensi¨®n t¨¦rmica, que es la respuesta fisiol¨®gica del cuerpo a la exposici¨®n total al calor, y que se manifiesta en las pulsaciones y la temperatura corporal¡±, explica Bonell en su despacho de la sede central de la LSHTM en Gambia. Los s¨ªntomas que mostraron con m¨¢s frecuencia en el primer estudio eran sequedad de boca, dolor de cabeza y calambres musculares. Para el beb¨¦, la investigadora y su equipo encontraron una fuerte correlaci¨®n entre esa exposici¨®n al estr¨¦s t¨¦rmico y la tensi¨®n fetal, que se deduce si hay pulsaciones por encima de 160 o por debajo de 115 y por el peor funcionamiento de la placenta. ¡°Encontramos altos niveles de tensi¨®n t¨¦rmica, a pesar de que es una poblaci¨®n aclimatada al calor¡±, a?ade.
El d¨ªa de Aminata arranca a las seis de la ma?ana con un rezo. Despu¨¦s barre, limpia, prepara el desayuno a sus hijos y se ocupa de todas las tareas de la casa hasta las nueve, cuando va al mercado para triturar pescado con su m¨¢quina, que luego las clientas convertir¨¢n en alb¨®ndigas, o a vender lo que saca de su huerto. A las 12 empieza a hacer la comida, que tarda horas en estar lista, porque cocina con le?a. Despu¨¦s se echa la siesta, siempre y cuando no est¨¦n en la estaci¨®n h¨²meda: si es as¨ª, va al campo a trabajar hasta la hora de la cena, que tambi¨¦n prepara ella en el fuego. Haga el tiempo que haga. ¡°No puedo dejar de trabajar por estar embarazada¡±, dice.
El nuevo proyecto de Bonell y su equipo trata de profundizar en estos hallazgos viendo c¨®mo el calor extremo afecta a la ¡°fisiolog¨ªa, sue?o, bienestar e ingesta nutricional¡± de las embarazadas, pero tambi¨¦n para averiguar si, un mes despu¨¦s del parto, ¡°hay alguna indicaci¨®n de que se puede detectar el impacto del calor en el neurodesarrollo¡± de los beb¨¦s. Existe un n¨²mero considerable de investigaciones cient¨ªficas que estudian el impacto del calor en el embarazo, pero hace dos a?os la de Bonell era una de las pocas en un entorno real con embarazadas expuestas de forma natural a temperaturas extremas. Hay algo m¨¢s: ¡°Las mujeres que se dedican a la agricultura de subsistencia son un grupo a menudo ignorado en cuanto a los riesgos laborales y la salud de la mano de obra. Tienen muy poca capacidad de decisi¨®n sobre c¨®mo pueden evitar el estr¨¦s que experimentan, y su voz apenas es escuchada a escala global¡±.
Quien escucha a diario lo que le cuentan las embarazadas es el matr¨®n Edrissa Sinjanka, un tipo volcado en su trabajo que, sin formar parte del equipo investigador de Bonell, ha estado compartiendo informaci¨®n e impresiones con ellos. Hace a?os empez¨® a alarmarse por la incidencia que ten¨ªa el calor en los embarazos que ve¨ªa ¡ª¡±vienen con mareos, hipotensi¨®n, sudoraci¨®n excesiva, sensaci¨®n de que les falta el aire¡±¡ª, pero sus pacientes no parec¨ªan entenderlo como un riesgo, algo que est¨¢ detr¨¢s de partos prematuros o abortos. ¡°Algunas no creen que sea un problema porque es lo que han visto siempre. Pero todo el rato les aconsejo que tengan agua a mano, sobre todo cuando van a trabajar a la huerta, y que intenten no trabajar a pleno sol o hacerlo a una hora donde no est¨¦ tan fuerte¡±, explica.
De vuelta en casa para cocinar, Aminata muestra la huerta cercana donde llevan unos d¨ªas sin agua. No se puede hacer gran cosa hasta que no se arregle la bomba. Y si de d¨ªa es dif¨ªcil estar dentro de la casa, por la noche es tambi¨¦n complicado dormir, lo que aumenta el estr¨¦s y la irritabilidad. Los ni?os se despiertan y no se duermen ¡°hasta las dos o las tres de la ma?ana¡±, dice Boubacar, quien asegura que muchas veces toda la familia acaba en el porche, junto a un banco de piedra, para tratar de descansar, aunque la ¨²nica mosquitera que los protege de las picaduras en una zona de malaria est¨¢ sobre la cama. Lo cuenta sentado al lado del ventilador, la fr¨¢gil esperanza de tregua que han podido conseguir.
El calor que altera las emociones y ataca a la salud mental
Bangkok (Tailandia)
Por Rebecca L. Root
S¨¢bado por la ma?ana en Bangkok. El term¨®metro marca 34 grados cent¨ªgrados, una cifra muy alejada de los 52? registrados en abril, pero sigue haciendo demasiado calor. Los habitantes de la capital tailandesa evitan los exuberantes jardines del Parque Forestal Benjakitti, donde los humedales y la fauna silvestre conviven con los rascacielos de la ciudad, y buscan refugio en uno de los muchos centros comerciales con aire acondicionado. Tras las apacibles escenas familiares que se ven en sus restaurantes y tiendas bulle una crisis de salud mental. La Base Nacional de Datos sobre Suicidios de Tailandia revela que por cada aumento de 1¡ãC al a?o se produce un incremento de suicidios de 0,216 por cada 100.000 personas. ¡°En Tailandia, el mayor n¨²mero de suicidios se produce en abril [el mes m¨¢s caluroso del a?o]¡±, afirma Dutsadee Juengsiragulwit, director de la Oficina de Administraci¨®n de Servicios de Salud Mental del Departamento de Salud Mental de Tailandia.
Cuando la ola de calor de abril se extendi¨® por gran parte de Asia, las autoridades de diversos pa¨ªses, entre ellos Tailandia, advirtieron a los ciudadanos de los riesgos para la salud mental, especialmente a las personas con menos recursos, que no tienen acceso al aire acondicionado o a los centros comerciales y seg¨²n varias investigaciones son m¨¢s propensas a sufrir estr¨¦s t¨¦rmico. Disponer de una sombra, salir de casa, concentrarse en el estudio o evitar irritarse ante la m¨ªnima frustraci¨®n son tareas que se complican cuando el term¨®metro se dispara.
¡±Los vecinos de Bangkok duermen en camas que acaban empapadas de sudor. Tienen que levantarse dos o tres veces por la noche para ducharse¡±, cita Raja Asvanon, investigador del Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo que estudia c¨®mo viven el calor extremo las comunidades de bajos ingresos de la capital tailandesa. M¨¢s del 80% de los habitantes de Bangkok entrevistados afirmaron que las altas temperaturas afectan a su vida cotidiana y repercuten negativamente en su salud f¨ªsica y mental.
Por otra parte, m¨¢s del 30% de los habitantes del sudeste de Asia, los tailandeses incluidos, considera que el clima extremo es la principal amenaza para la seguridad alimentaria. Y el hambre incide directamente en la salud mental. ¡°Tailandia es un pa¨ªs agr¨ªcola. La econom¨ªa de nuestros agricultores depende del tiempo. Si hay sequ¨ªa o inundaciones, la familia sufre una crisis econ¨®mica. Y las crisis econ¨®micas y la pobreza [tienen] un impacto indirecto en la salud mental¡±, explica Juengsiragulwit.
La situaci¨®n es la misma en gran parte de Asia. Durante la ola de calor en abril se batieron r¨¦cords de temperatura en Camboya, Banglad¨¦s, Filipinas y Vietnam. Seg¨²n la Organizaci¨®n Meteorol¨®gica Mundial, Asia se ve gravemente afectada por el cambio clim¨¢tico y sufre el mayor n¨²mero de cat¨¢strofes cada a?o.
Aunque la investigaci¨®n sobre los v¨ªnculos entre la salud mental y el calor es a¨²n incipiente, los estudios llevados a cabo en Banglad¨¦s revelaban que un aumento de 1 grado en la temperatura incrementaba los trastornos por ansiedad y depresi¨®n, mientras que en Jap¨®n, Corea y Taiw¨¢n tambi¨¦n se asociaba a tasas de suicidio m¨¢s altas.
Los habitantes de barrios humildes de Bangkok duermen en camas que acaban empapadas de sudor. Tienen que levantarse dos o tres veces por la noche para ducharseRaja Asvanon, investigador de los efectos del calor extremo en Bangkok
Los ni?os son especialmente vulnerables a los efectos del calor extremo, seg¨²n Basil Rodriques, asesor regional de salud para el Este de Asia y el Pac¨ªfico de Unicef, debido a su limitada capacidad de termorregulaci¨®n. Seg¨²n la agencia de la ONU para la infancia, los ni?os de 16 pa¨ªses est¨¢n expuestos a un mes m¨¢s de calor extremo al a?o que un ni?o hace 60 a?os. Aunque hay pruebas de que el desarrollo neurol¨®gico, la salud mental y el bienestar general se ven afectados, es dif¨ªcil saber lo que la exposici¨®n a largo plazo al calor puede significar para la salud mental de los ni?os, se?ala Rodriques, y a?ade que los que viven en zonas rurales y urbanas probablemente lo sentir¨¢n de forma diferente. Para unos significar¨¢ encierro, para otros hambre.
Pero el calor extremo no es el ¨²nico fen¨®meno meteorol¨®gico que afecta a la salud mental de las personas en Asia, prosigue Jungsirakulwit. Su departamento tambi¨¦n registra un aumento de las personas que buscan apoyo de salud mental en ¨¦pocas de inundaciones. Seg¨²n la Organizaci¨®n Meteorol¨®gica Mundial, las inundaciones ¡ªque suelen azotar Asia en septiembre y octubre¡ªest¨¢n aumentando en el continente como consecuencia del deshielo de los glaciares y la subida del nivel del mar. En ese momento, las calles de Bangkok, sin un buen sistema de alcantarillado, se inundan de agua turbia que a veces entra en las viviendas, da?¨¢ndolas y poniendo en peligro la seguridad de los habitantes. Una investigaci¨®n llevada a cabo en India concluy¨® que los adolescentes que hab¨ªan sufrido una inundaci¨®n ten¨ªan m¨¢s probabilidades de padecer depresi¨®n, ansiedad y estr¨¦s.
En opini¨®n de algunos expertos, los altos niveles de contaminaci¨®n tambi¨¦n tienen consecuencias para la salud mental. Varios pa¨ªses de Asia, como Banglad¨¦s, Pakist¨¢n, India y Nepal, tienen los aires m¨¢s t¨®xicos del mundo debido al transporte, los combustibles para cocinar, las centrales el¨¦ctricas de carb¨®n o las quemas agr¨ªcolas, que pueden provocar c¨¢ncer, enfermedades cardiovasculares y respiratorias. La peor ¨¦poca del a?o para la contaminaci¨®n en el sudeste de Asia es abril, cuando las temperaturas son m¨¢s altas. ¡°Si no abren las ventanas, el calor se acumula, pero si las abren las personas se exponen a la contaminaci¨®n¡±, se?ala Raja Asvanon.
Pa¨ªses como Tailandia, Nepal y Vietnam emiten a menudo ¨®rdenes de no salir de casa, cierran las escuelas o desaconsejan las actividades al aire libre, lo que, seg¨²n los expertos, aumenta los niveles de depresi¨®n y ansiedad. Ilan Kelman, catedr¨¢tico de Desastres y Salud del University College de Londres, considera que la salud mental depende de la fortaleza de los sistemas sanitarios y de que no se estigmaticen estas dificultades.
Aunque Tailandia cuenta con un departamento gubernamental dedicado a la salud mental, no todos los pa¨ªses asi¨¢ticos lo tienen y en algunos, la depresi¨®n, la esquizofrenia y el trastorno bipolar est¨¢n muy estigmatizados. ¡°Aceptamos que podemos rompernos un hueso o contraer infecciones, pero muchas culturas estigmatizan problemas como la demencia, la esquizofrenia o la depresi¨®n¡±, se?ala Kelman.
M¨¢s all¨¢ de normalizar los cuidados en salud mental, Asvanon, del Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo, considera que las ciudades asi¨¢ticas deben introducir modificaciones en el entorno para reducir la temperatura, como m¨¢s humedales, canales y espacios verdes y proporcionen refugios clim¨¢ticos, sobre todo a personas de rentas m¨¢s bajas ¡°Esta es la gobernanza que necesitamos en un siglo en el que estamos viendo el estr¨¦s por calor elevado como una condici¨®n normal¡±, remacha.
A¨²n as¨ª, todo esto no hace m¨¢s que tratar los s¨ªntomas, pero no la causa. En Asia, 13 econom¨ªas a¨²n no se han comprometido a alcanzar el objetivo de cero emisiones netas y solo un pa¨ªs (Vietnam) ha accedido a eliminar gradualmente la energ¨ªa del carb¨®n de aqu¨ª a 2030.
El asesino silencioso del Sahel
Uagadug¨² (Burkina Faso)
Por ?lia Borr¨¤s
En sus ochenta a?os de vida, Andry Ouedraogo Regma nunca hab¨ªa vivido algo similar. Entre el 1 y el 5 de abril de este a?o, el Sahel experiment¨® temperaturas de 45 grados cent¨ªgrados, seg¨²n un estudio de la iniciativa World Weather Attribution (WWA). ?l, vecino del barrio popular de Rimkieta, a las afueras de Uagadug¨², la capital de Burkina Faso, recuerda con una sonrisa canalla su ¨²ltima victoria: sobrevivir a ese mes de abril. ¡°Sufr¨ª el calor como si fuera una enfermedad¡±, dice, reconociendo que pas¨® aquellos d¨ªas, cuyas noches no bajaban de 32 grados, en un estado de semiinconsciencia y cansancio extremo.
Se espera que las olas de calor se cobren aproximadamente 1,6 millones de vidas en todo el mundo en 2050, seg¨²n un informe del Foro Econ¨®mico Mundial de enero de este a?o. Albert Manyuchi, investigador del Instituto de Cambio Global de la Universidad de Witwatersrand en Johannesburgo, afirma que ¡°hay entre 12.000 y 19.000 muertes por calor en ?frica y la mitad de estas se atribuyen al cambio clim¨¢tico¡±, aunque los datos var¨ªan por a?os y son poco precisos.
Seg¨²n el estudio del WWA, el cambio clim¨¢tico, causado por la combusti¨®n de combustibles f¨®siles, hace que las olas de calor sean ¡°m¨¢s frecuentes, m¨¢s largas y m¨¢s calurosas¡± en el mundo entero. En el caso de ?frica, el cambio clim¨¢tico originado por los seres humanos, sumado al calentamiento del oc¨¦ano Pac¨ªfico ¡ªel fen¨®meno El Ni?o¡ª han formado una tormenta perfecta para poner a poblaciones enteras en riesgo por las altas temperaturas. Entre 1970 y 2021, ?frica sum¨® el 35% de las muertes relacionadas con el clima, mientras que apenas el 40% de los africanos tienen acceso a sistemas de alerta temprana.
De acuerdo con el WWA, la mortalidad a causa del calor extremo se multiplicar¨¢ por cinco en 2080 en pa¨ªses como Mal¨ª si no se frena el calentamiento global. Entre el 1 y el 5 de abril de este a?o en Burkina Faso se registraron las temperaturas m¨¢s altas de los ¨²ltimos 200 a?os.
No existe una medici¨®n clara de las v¨ªctimas de estas temperaturas extremas. El ¨ªndice ICD 10 ¡ªun c¨®digo estandarizado que se usa para clasificar las causas de muerte en todo el mundo¡ª no contempla estos casos, apunta en una entrevista telef¨®nica Caradee Wright, cient¨ªfico del Consejo M¨¦dico de Sud¨¢frica y especialista en cambio clim¨¢tico y salud. ¡°A menudo una persona puede presentar todos los s¨ªntomas de un golpe de calor, pero la causa de su muerte ser¨¢ registrada como un ataque al coraz¨®n¡±. Sud¨¢frica, matiza, s¨ª que cuenta con un modelo que registra las muertes asociadas a las altas temperaturas. En los ¨²ltimos 15 a?os, un 0,4% de las muertes del pa¨ªs han tenido oficialmente esta causa. Pero ¡°es una cifra demasiada baja, tenemos que mejorar los modelos para recoger datos¡±, admite Wright.
En medio de la incertidumbre, hay quien busca c¨®mo recopilar datos por su cuenta. En Burkina Faso, Kiswendsida Guigma llama constantemente a cementerios, morgues y hospitales. Este climat¨®logo, experto en el Centro Clim¨¢tico de la Cruz Roja, est¨¢ empe?ado en conseguir cifras que demuestren que el calor est¨¢ matando gente en su pa¨ªs, pero, de momento, solo puede dar una aproximaci¨®n: ¡°en media jornada [en abril], el cementerio de Uagadug¨² recibi¨® 52 cuerpos, mientras que normalmente ser¨ªan cinco¡±, apunta.
Durante el mes de abril y mayo en los barrios de Uagadug¨² y otras ciudades de Burkina Faso, era frecuente ver sillas de hierro, una carpa, muchos coches y motos delante de una casa, se?ales de que se celebra un funeral. En Mal¨ª, el WWA, una iniciativa creada por cient¨ªficos del clima de varios pa¨ªses, apunta que, entre el 1 y el 4 de abril, el hospital Gabriel Tour¨¦ de Bamako registr¨® 102 muertes, una cifra significativamente superior a la normal. En 2023, por ejemplo, se produjeron 130 fallecimientos durante todo el mes de abril. ¡°Aunque no se han facilitado estad¨ªsticas sobre la causa de la muerte¡±, apunta el WWA, ¡°alrededor de la mitad eran mayores de 60 a?os, y el hospital informa de que el calor probablemente influy¨® en muchas de las muertes¡±.
Necesito una cifra de muertos por el calor para llamar la atenci¨®n de los que decidenKiswendsida Guigma, climat¨®logo burkin¨¦s
¡°Necesito una cifra de muertos por el calor para llamar la atenci¨®n de los que deciden¡±, afirma Guigma, el climat¨®logo burkin¨¦s. ¡°No hay n¨²meros claros, por eso no damos la importancia debida a estas olas de calor. Estos grados suplementarios son los que suponen la diferencia entre la vida y la muerte para mucha gente¡±.
Wright coincide tambi¨¦n acerca de la urgencia de una respuesta institucional: ¡°?frica ser¨¢ el continente donde las consecuencias ser¨¢n peores. Si la gente no tiene los servicios b¨¢sicos cubiertos como en otras partes del mundo, si hay inundaciones, la casa se cae y no tienen un seguro... la gente se quedar¨¢ sin nada¡±. Y a?ade: ¡°Necesitamos una respuesta continental para construir la resiliencia comunitaria al cambio clim¨¢tico, pero para esto se necesita el apoyo de los gobiernos, y presupuesto¡±.
Seg¨²n el World Weather Attribution, si la temperatura sigue aumentando en un grado m¨¢s, los eventos extremos ser¨¢n 10 veces m¨¢s frecuentes en el Sahel. ¡°Nuestros pa¨ªses tienen menos capacidad de respuesta porque los recursos se destinan a otras prioridades¡±, dice Guigma. Por ejemplo, las lluvias torrenciales ¡ªtambi¨¦n propiciadas por el cambio clim¨¢tico¡ª que han golpeado el Sahel desde finales de junio han provocado m¨¢s de medio millar de muertes y miles de damnificados. O el terrorismo yihadista que azota la regi¨®n y que ha hecho que Mal¨ª y Burkina Faso incrementen su prespuesto militar. ¡°Las olas de calor en Burkina Faso ya est¨¢n afectando a la agricultura y agravando la inseguridad alimentaria lo que podr¨ªa ser una amenaza para la estabilidad del pa¨ªs¡±, afirma Manyuchi.
La gente mayor y personas que viven con alguna enfermedad previa ¡ªcomo diabetes o problemas cardiovasculares¡ª son las m¨¢s vulnerables. As¨ª lo corrobora el doctor Abdoul Ouedraogo, de la Cl¨ªnica Solidarit¨¦ de Rimkieta (Uagadug¨²), que detalla que, en estos casos, el cuerpo pierde m¨¢s agua de la que consume.
El doctor tambi¨¦n recuerda que durante el mes de abril, los pacientes que se recuperaban en su cl¨ªnica volv¨ªan a sentirse mareados nada m¨¢s salir a la calle. A la situaci¨®n se sum¨® un periodo de cortes de electricidad inusuales, impredecibles y muy largos, de hasta 14 horas. Ouedraogo tiene aire acondicionado en la cl¨ªnica, pero, en medio de estos apagones, serv¨ªa de poco. ¡°Incluso yo no pod¨ªa m¨¢s¡±, lamenta y explica que pasaba consulta con la puerta abierta para que pasara un poco el aire, con lo que arriesgaba la confidencialidad de sus pacientes.
A menos de 20 minutos en coche, pero a un mundo clim¨¢tico de distancia, en el restaurante Petit Paris, en el barrio de Gounghin de Uagadug¨², no hace calor, aunque la temperatura exterior supere los 40 grados y haya corte de electricidad. Un generador mantiene fresco, casi helado, el establecimiento. ¡°Las casas m¨¢s vulnerables [en el Sahel] viven con 10 grados m¨¢s que las otras, lo que afecta al sue?o, la respiraci¨®n e incluso las mujeres lactantes pasan menos tiempo con cada toma¡±, explica el WWA.
Hoy, el doctor Ouedraogo enciende el aire acondicionado. ¡°As¨ª s¨ª se puede trabajar¡±, suspira, mientras el aparato marca 22 grados en el interior y 31 en el exterior. No tiene tanta suerte el octogenario Regma, a cuya casa lleg¨® la electricidad hace solo un a?o. En aquel momento, el hombre se desprendi¨® de la placa solar y las bater¨ªas que usaba para regal¨¢rselas a uno de sus hijos, que vive en un barrio a¨²n sin electrificar. Pensaba que no las necesitar¨ªa m¨¢s, pero no pudo conectar su ventilador mientras dur¨® la intensa ola de calor.
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