Saqueos y crisis pol¨ªtica en M¨¦xico
El pa¨ªs vive una combinaci¨®n de aut¨¦ntico enojo social hasta la franca acci¨®n del crimen organizado en el contexto de un Estado absolutamente d¨¦bil y carente de legitimidad
M¨¦xico vive una crisis sin paralelo. Saqueos de tiendas de autoservicio y peque?os negocios en zonas populares, y campa?as en redes sociales que promueven la violencia y el miedo, se han presentado a lo largo de esta primera semana del a?o en 29 de los 32 estados del pa¨ªs. La causa aparente de esta inusual rebeli¨®n con tintes delictivos es el s¨²bito aumento de m¨¢s de 20% en el precio de la gasolina. Sin embargo, un an¨¢lisis m¨¢s detallado de las protestas, de los saqueos y del manejo de redes muestra un cuadro m¨¢s complejo y preocupante en el que se combinan desde el aut¨¦ntico enojo social hasta la franca acci¨®n del crimen organizado en el contexto de un Estado absolutamente d¨¦bil y carente de legitimidad.
El aumento del precio de la gasolina tom¨® por sorpresa a los mexicanos, ya de por s¨ª hartos de la inacci¨®n del gobierno en materia de lucha contra la corrupci¨®n y ante el desempleo creciente en el centro-sur del pa¨ªs. Un sentimiento de hast¨ªo, enojo y desesperaci¨®n era ya perceptible en varios estados.
Sin embargo, esta situaci¨®n no explica ni la forma ni la extensi¨®n que han adquirido las protestas contra el llamado ¡°gasolinazo¡±. Han sido las asociaciones de transportistas las primeras en escenificar protestas en la mitad de los estados del pa¨ªs, en algunos casos bloqueando el paso en las carreteras y la entrada a algunas ciudades. Manifestaciones espont¨¢neas se han producido en casi todas las ciudades del pa¨ªs, pero en peque?a escala. Lo que sorprende es que desde el mismo lunes 2 de enero inici¨® el saqueo de tiendas departamentales en la zona conurbada de la Ciudad de M¨¦xico. Este tipo de acciones no pueden ser un acto totalmente espont¨¢neo. Se requiere cierta organizaci¨®n, atrevimiento y hasta experiencia delictiva para destruir los accesos a las tiendas e iniciar el robo. Despu¨¦s de ello, muchas personas pueden aprovechar el caos para sacar un beneficio moment¨¢neo. Cabe preguntarse entonces quienes han organizado el saqueo de una forma tan sistem¨¢tica y violenta, y extendido este tipo de acci¨®n por casi todo el pa¨ªs.
M¨²ltiples teor¨ªas conspirativas se han emitido en estos d¨ªas, desde quienes atribuyen al propio gobierno y al PRI la iniciativa para generar miedo y caos e impedir las protestas aut¨®nomas de la ciudadan¨ªa, hasta quienes ven el potencial inter¨¦s del ej¨¦rcito en impulsar o permitir este caos para acelerar la aprobaci¨®n de una ley que legalice su intervenci¨®n en tareas de seguridad p¨²blica. Tambi¨¦n hay quienes piensan que la circunstancia est¨¢ siendo utilizada por fracciones en pugna dentro del gobierno priista ante la cercan¨ªa de la sucesi¨®n presidencial.
Lo cierto es que ninguno de estos actores tiene la capacidad organizacional para impulsar este tipo de acciones en la escala en que est¨¢n sucediendo. Hay muchos casos en los que puede inferirse que el crimen organizado local ha aprovechado el descontento para sembrar el caos. La fragmentaci¨®n de los grupos criminales profesionales ha creado una descentralizaci¨®n de la delincuencia. El hecho de que el saqueo haya sido iniciado por personas que usan motocicletas y taxistas, quienes cumplen funciones de vigilancia para el crimen organizado local, avalar¨ªa la hip¨®tesis de que, al menos en una proporci¨®n de los casos, el saqueo ha sido promovido por la delincuencia.
Luego de ello ha venido la imitaci¨®n de pr¨¢cticas en otras ciudades del pa¨ªs, pero tambi¨¦n la activaci¨®n de grupos de golpeadores profesionales generalmente al servicio de los gobiernos locales. Conforme los saqueos se han vuelto un fen¨®meno nacional, se vuelve m¨¢s dif¨ªcil distinguir qui¨¦nes son los causantes directos en cada caso.
La continuaci¨®n de los saqueos pone al desnudo la debilidad extraordinaria de las fuerzas policiacas y, m¨¢s ampliamente, del Estado en su conjunto. Ya no sorprende la incre¨ªble incapacidad del gobierno federal para reaccionar frente a la crisis, pues la t¨®nica del gobierno de Pe?a Nieto ha sido la par¨¢lisis y la incomprensi¨®n de la magnitud real de los hechos.
Por el momento no parece haber una salida m¨¢s all¨¢ del desgaste gradual de los propios actores de los saqueos y de las protestas. La extraordinaria debilidad de la sociedad civil organizada impide que haya una canalizaci¨®n ciudadana de la protesta, mientras que la falta de legitimidad del gobierno y de los partidos pol¨ªticos ha creado una gigantesca distancia entre el Estado y la sociedad.
El fr¨¢gil pacto que sostiene al r¨¦gimen actual ha consistido en la garant¨ªa de la estabilidad econ¨®mica como el m¨ªnimo piso de convivencia en un pa¨ªs empobrecido y cada vez m¨¢s desigual. El aumento del precio de la gasolina rompe ese pacto al iniciar una previsible espiral inflacionaria en un momento en el que el gobierno debe recortar su gasto para evitar la profundizaci¨®n de la crisis fiscal.
Por fortuna, los dirigentes pol¨ªticos, incluido Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, han llamado a la calma y a la canalizaci¨®n institucional del descontento. No obstante, el margen de maniobra del gobierno es casi nulo, por lo que podemos esperar un deterioro mayor de la pol¨ªtica y una posible crisis de fin de sexenio, que constituir¨¢ un escenario muy peligroso para las elecciones presidenciales de 2018.
Alberto J. Olverar es investigador del Instituto de Investigaciones Hist¨®rico-Sociales de la Universidad Veracruzana
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