Festina lente
El pasado es lo ¨²nico verdaderamente m¨®vil y viviente
No debemos enga?arnos, todo nos obliga a que vayamos tan deprisa que no sepamos lo que hacemos. Por supuesto, tampoco hemos de percatarnos de lo que nos hacen. Para resbalar en masa carnavalera por el tobog¨¢n de la muerte, es imprescindible que esa fea palabra no exista.
Hace 75 a?os Paul Morand describi¨® con lucidez el fen¨®meno. Su novela, L¡¯homme press¨¦, trata de un impaciente que lo arrasa todo porque tiene much¨ªsima prisa. Va con colosal aceleraci¨®n por delante de todo el mundo, porque, si no es el primero, se siente morir. Su impaciencia choca agudamente con su profesi¨®n: es anticuario. Morand nos da a entender que el pasado remoto es lo ¨²nico que en verdad cambia. Y cuanto m¨¢s arcaico, m¨¢s cambia. ¡°El arte de las ¨¦pocas ya desaparecidas, sobre todo las m¨¢s antiguas, es tan f¨¦rtil en inventos como el cerebro de un genio¡±, dice. Cualquier descubrimiento trastorna el pasado como un terremoto. Basta con que un buen d¨ªa se abra una tumba cerca de Pretoria y en ella aparezca la figurita de un rinoceronte dormido entre los huesos de un esqueleto para que se hundan cap¨ªtulos enteros de la historia del arte y se derriben los precios del mercado de antig¨¹edades.
Que el pasado es lo ¨²nico verdaderamente m¨®vil y viviente, que el hombre apestado por la precipitaci¨®n se dedique a las culturas ca¨ªdas porque no soporta el presente (para ¨¦l, ah¨ª le espera la muerte) y que se lance siempre hacia un futuro que no puede cambiar porque no existe, nos obliga a pensar sobre c¨®mo estamos ayudando a la ruina de nuestra civilizaci¨®n con la pura actualidad.
Cuando ahora veo a los muchachos pegados a sus pantallas corriendo por el globo sin pausa, huyendo de una muerte que desconocen, veo al hombre de Morand. Tampoco ¨¦l sab¨ªa qu¨¦ hacer con el presente.
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