A la tercera va la vencida. Cost¨® hacernos con un ejemplar de las deseadas gafas de Snapchat. Las Spectacles tienen una peculiar forma de venta, pensada para generar escasez y deseo. En el mercado de segunda mano superan los 500 d¨®lares. En la m¨¢quina expendedora ef¨ªmera, cada vez m¨¢s aleatoria y caprichosa en su localizaci¨®n, cuestan 119 d¨®lares m¨¢s impuestos. En total el cobro de la tarjeta qued¨® en 140 d¨®lares.
El primer intento fue en el Rose Bowl Stadium de Los ?ngeles. La fila era tan larga que quedaron m¨¢s de 80 personas delante. Tres d¨ªas despu¨¦s la m¨¢quina apareci¨® en The Grove, un centro comercial de moda a la ca¨ªda de Hollywood. La m¨¢quina expendedora se plant¨® justo detr¨¢s del hotel en que nos hosped¨¢bamos. Todo un golpe de suerte que no pod¨ªamos dejar pasar.
El pasado jueves, en pleno CES, solo dos horas antes de que Richard Yu desvelase las novedades de Huawei, la compa?¨ªa que dirige, el bloque amarillo se plant¨® en la explanada entre el T-Mobile Arena, un estadio de reciente construcci¨®n, y los hoteles New York New York y Monte Carlo, dos cl¨¢sicos de Las Vegas. Estar hospedada en este ¨²ltimo fue toda una ventaja para deslizarse a toda prisa por los ascensores y recorrer el casino trotando tan pronto como el tuit alert¨® de la localizaci¨®n. Fue una suerte, al d¨ªa siguiente se desplazaron a Hawai...
Tras apenas 20 minutos en la fila, pudimos hacernos con dos ejemplares. Ese es el l¨ªmite que ponen por usuario y tarjeta de cr¨¦dito. Una manera de no acaparar el producto, frenar su aparici¨®n en el mercado de segunda mano y aligerar la espera de los dem¨¢s inquietos compradores.
Si algo destaca tanto de las gafas como de la compra es su sencillez. La chillona caja amarilla solo tiene un ojo de pez con pantalla de espejo, gui?o a la forma en que graba, casi como un c¨ªclope, una ranura para el pago, tres botones, para elegir color (azul, salm¨®n o negro) y el agujero por el que aparece la compra.
Las Spectacles en apariencia son un juguete, pero esconden mucha tecnolog¨ªa en su interior y, sobre todo, una interfaz de uso prodigiosa. Son muchos los detalles. Para empezar, el dise?o no genera rechazo. Podr¨ªan pasar por unas gafas cl¨¢sicas, con modificaciones estridentes en la moldura. No pesan mucho m¨¢s que unas tradicionales de pasta. A diferencia del intento fallido de Google, se mantiene la simetr¨ªa. El usuario no parece un cyborg, ni un astronauta, sino que las puede llevar tranquilamente.
Para seguir, solo tienen un bot¨®n, en la patilla izquierda, y sirve para comenzar a grabar. Si se pulsa una vez, graba 10 segundos. Dos, 20 segundos. Tres, 30. Pero no m¨¢s. Ese es el l¨ªmite. El contenido no se puede ver con las gafas. Hace falta la abrir la aplicaci¨®n de Snapchat.
La conexi¨®n entre m¨®vil y gafas se ha simplificado de manera magistral. Se conectan por bluetooth, como casi todos los aparatos, pero lo diferente es el c¨®mo. Gafas y m¨®vil entablan comunicaci¨®n como lo hacen los perfiles entre s¨ª, con un fantasmita con puntitos, su propia versi¨®n simp¨¢tica de los c¨®digos bidimensionales.
La propia funda sirve de cargador. Al guardar las gafas, los conectores de la patillas llenan la bater¨ªa
Quiz¨¢ este sea el proceso m¨¢s farragoso. La interfaz para cargar los clips no est¨¢ totalmente refinada. La demora es corta, pero el contenido queda, por momentos, en un limbo. Una vez repetido el proceso cinco veces comienza a tomarse como algo normal. Las grabaciones pasan a ser ¡®snaps¡¯ individuales, que se pueden guardar en la memoria de la aplicaci¨®n, descargar en el tel¨¦fono o publicar con o sin sus carism¨¢ticos filtros.
Otro detalle que marca una diferencia notable es la carga. La propia funda sirve de cargador. Al guardar las gafas, los conectores de la patillas llenan la bater¨ªa. La funda, a su vez, se puede cargar con un cable con clavija magn¨¦tica. Est¨¢ camuflado como si fuera un cord¨®n a juego con el amarillo de la funda.
El usuario no sabe cu¨¢nta bater¨ªa queda, no hay una pantalla que lo muestre. Para saberlo tiene que dar dos toques en la patilla izquierda, las luces LED del marco, indican cu¨¢nto le queda de vida.
Tampoco se indica cu¨¢ntos trocitos de v¨ªdeo se pueden almacenar. El c¨¢lculo tras una semana de uso es de unos 100. La bater¨ªa aguanta cuatro horas de aventuras antes de pedir una carga.
Graban en alta calidad, pero transmiten en contenido en resoluci¨®n normal salvo que se le pida de manera expl¨ªcita. El sonido del sujeto es n¨ªtido, muy limpio. La estabilizaci¨®n sorprendente. Se puede grabar andando y suaviza el movimiento hasta hacerlo fluido. Lo contrario habr¨ªa echado a perder la magia.
Las primeras horas fueron de aprendizaje. El primer d¨ªa, de experimentaci¨®n plena, con selfies quit¨¢ndolas de la cara y us¨¢ndolas como una c¨¢mara tradicional. A partir del tercero
El usuario no sabe cu¨¢nta bater¨ªa queda, no hay una pantalla que lo muestre. Para saberlo tiene que dar dos toques en la patilla izquierda
Llama la atenci¨®n que, a pesar de contar con las luces que alertan de que se graba, no despiertan el recelo de los que est¨¢n a nuestro alrededor. La privacidad de los dem¨¢s es algo que, de manera sutil, se ha cuidado. Al ser gafas de sol resulta extra?o y llamativo usarlas en interiores. Adem¨¢s de inc¨®modo. Las luces delantan que se graba. No es necesario prohibir nada. El contrato social de su uso est¨¢ establecido con su propio dise?o: son gafas de sol y si graban las luces delatan.
Una semana despu¨¦s, han terminado por reemplazar las gafas que iban anteriormente en el bolso. Ya no se va grabando todo lo que sucede, pero s¨ª momentos curiosos, detalles de una calle, un tranv¨ªa, la ingente lluvia de los ¨²ltimos d¨ªas...
Con Spectacles menos es m¨¢s. Hacen una sola cosa, pero la hacen muy muy bien.
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