El acoso escolar no es causa suficiente para que una joven se suicide
Toda conducta se explica a trav¨¦s de una combinaci¨®n de m¨²ltiples variables y nunca de forma unicausal, pues somos seres de gran complejidad ps¨ªquica

El caso acontecido este jueves en Murcia, en el que una ni?a de 13 a?os se ha quitado la vida tras sufrir supuestamente bullying, ha puesto en la palestra, de nuevo, el acoso escolar. ?Es este hecho suficiente causa para que un adolescente acabe con su vida?
El acoso escolar est¨¢ detr¨¢s de un n¨²mero sangrante de suicidios en ni?os y adolescentes. Hoy por hoy quitarse la vida representa la tercera causa de muerte en la poblaci¨®n adolescente. Las cifras sobre acoso no dejan de aumentar as¨ª como sus formas de ejercerlo: ciberacoso y sexting. Esta ¨²ltima modalidad consiste en enviar im¨¢genes o v¨ªdeos de contenido sexual a otras personas a fin de humillar y avergonzar a la v¨ªctima. Sin embargo, aunque las secuelas vitales del acoso son muy graves incluso en la edad adulta (depresi¨®n, ansiedad, mayor riesgo de abuso de alcohol y otros t¨®xicos, trastornos de alimentaci¨®n y otras psicopatolog¨ªas) no explica por s¨ª solo el suicidio o intento de suicidio de un adolescente.
Toda conducta humana puede explicarse a trav¨¦s de la interacci¨®n y combinaci¨®n de m¨²ltiples variables y nunca de forma unicausal, pues somos seres de gran complejidad ps¨ªquica que al interaccionar con el entorno devenimos en una personalidad ¨²nica y diferente. El acoso escolar es un factor de alto riesgo que probablemente act¨²a como detonante, pero es necesario apuntar que no es el ¨²nico. Cuando un adolescente decide acabar con su vida como ¨²nica salida a una situaci¨®n angustiosa es porque otros recursos ps¨ªquicos y sociales no funcionan como debieran:
Estructuras de personalidad m¨¢s vulnerables
No hay un estilo de personalidad suicida, si bien hay variables que aumentan la tendencia, tales como:
- Impulsividad: baja tolerancia al estr¨¦s y a la frustraci¨®n, que nos impulsa a actuar sin reflexi¨®n previa y en un estado de ¨¢nimo de relativa enajenaci¨®n.
- Pensamiento dicot¨®mico: consiste en interpretar la realidad en t¨¦rminos absolutos, sin matices intermedios. Son los ¡°todo¡±, ¡°nada¡±, ¡°siempre¡±, ¡°nunca¡±.
- Rigidez Cognitiva: es la incapacidad para adaptarnos al contexto encontrando soluciones alternativas o diferentes.
- Perfeccionismo: creencia que sostiene que debemos tender a la perfecci¨®n en todo. Se vuelve patol¨®gica cuando la creencia define que todo lo que no sea perfecto no es v¨¢lido.
- Sobregeneralizaci¨®n: con casos aislados, sacar conclusiones v¨¢lidas para todo.
- Percepci¨®n de baja autoeficacia: es la creencia de no ser capaz de afrontar una determinada situaci¨®n ni encontrar recursos para ello. ¡°No soy capaz¡±.
- Modelos educativos parentales punitivos, autoritarios o negligentes.
Todas estas variables de personalidad son aprendidas seg¨²n el modelo en el que fuimos educados, son habilidades emocionales con las que contamos o no en funci¨®n de si nos las ense?aron. Aquellos modelos educativos autoritarios llenos de normas impuestas sin lugar a la negociaci¨®n, que castigan cualquier transgresi¨®n de estas, que exigen a los hijos en funci¨®n de sus propias expectativas, que no favorecen la comunicaci¨®n puesto que parten del paradigma vertical de la familia cuyo valor m¨¢ximo es la obediencia y el respeto unidireccional hacia arriba, que saben de antemano cu¨¢les son las necesidades de sus hijos sin preguntar, los abanderados del ¡°por tu bien¡±, son carne de ca?¨®n, ya que crecen sin recursos de afrontamiento dado que solo han sido entrenados en la sumisi¨®n y la obediencia. Son ni?os culpables y con tendencia a la depresi¨®n, con baja autoestima y escasas habilidades sociales.
Del otro lado, est¨¢ el modelo permisivo, el cual adolece de autoridad en tanto son los deseos del ni?o los que conducen las decisiones, adolece de los l¨ªmites imprescindibles para la convivencia y el bienestar de todos los miembros de la familia, son poco exigentes en cuanto a lo que el menor es capaz de hacer por s¨ª mismo, lo que suele dar como resultado baja tolerancia a la frustraci¨®n, impulsividad, poca persistencia en la tarea, cero nociones de corresponsabilidad, en definitiva, a la carencia de recursos de afrontamiento.
Modelos pedag¨®gicos r¨ªgidos focalizados en lo acad¨¦mico y cognitivo, descuidando la parte emocional inherente al ni?o o adolescente. Estos modelos favorecen la aparici¨®n de la ¡°indefensi¨®n aprendida¡±, a trav¨¦s de la cual el ni?o adquiere la creencia de que nada de lo que haga servir¨¢ para cambiar la realidad y por lo tanto dejar¨¢ de intentarlo. Son modelos que favorecen de nuevo la sumisi¨®n y la obediencia ciega a la norma, anulando la personalidad diferenciada, el desarrollo del criterio propio, la capacidad de iniciativa, la b¨²squeda de resoluci¨®n de problemas y erosionando la autoestima.
Comunicaci¨®n bloqueada o inexistente con los padres. Esta es una variable fundamental porque contribuye de forma decisiva a la percepci¨®n de desamparo y soledad del adolescente en riesgo, adem¨¢s de que impide a los padres habilitar mecanismos de prevenci¨®n, en tanto desconocen la realidad emocional de su hijo. Esta comunicaci¨®n no puede establecerse en la adolescencia que es cuando el joven se ¡°bate en retirada¡±, sino que tiene que haberse gestado y nutrido durante toda la vida del ni?o, creando una red de sost¨¦n, contenci¨®n y apoyo que permita al adolescente sentir que no est¨¢ solo ni desasistido en su angustia. Querer que un joven nos cuente lo que le est¨¢ pasando cuando solo ha habido silencio o reprobaci¨®n en los ¨²ltimos 15 a?os es ingenuo adem¨¢s de imposible.
Escasa inteligencia emocional: Este concepto tan de moda en los ¨²ltimos tiempos no es otra cosa que la capacidad para aprender y desarrollar habilidades emocionales de la manera m¨¢s sana y adaptativa posible. Su carencia o pobreza conduce a un sujeto muy poco armado para resistir los reveses vitales, con poco conocimiento de s¨ª mismo y de los otros y con un sistema de creencias repleto de distorsiones.
Baja autoestima y autoconcepto, resultado de todo lo anterior. La autoestima no es innata sino que nace de la forma en que somos tratados desde antes de nacer y a partir de ah¨ª, del aprendizaje inconsciente de nuestro valor como personas frente a los otros. Es la base que nos sostiene y determina entre otras cosas, cu¨¢nta libertad tendremos a la hora de gestionar nuestra vida. Cuando la autoestima es fr¨¢gil deriva en individuos cuyo guion de vida est¨¢ destinado a la b¨²squeda de fuentes externas, tales como el reconocimiento profesional (m¨¢s propio en los hombres) o el afecto a cualquier precio (m¨¢s generalizado en mujeres).
La propia crisis de identidad de la adolescencia tambalea al joven en riesgo y si no cuenta con una base s¨®lida sobre la que sujetarse, puede llevarle a sentir que estar vivo no tiene sentido pues no aporta valor alguno a los otros.
Como padres, tenemos una responsabilidad crucial a la hora de prevenir o intervenir si nuestro hijo es v¨ªctima de acoso, educando en el respeto a s¨ª mismo y a los otros, que perciban las diferencias interindividuales como fuente de riqueza y desde la absoluta normalidad, hijos emp¨¢ticos capaces de ponerse en el lugar de los dem¨¢s, habilitar cada d¨ªa los canales de comunicaci¨®n que nos permitan conocer cu¨¢l es la realidad de nuestros hijos una vez que se distancian porque es la etapa necesaria para su desarrollo como adultos, siendo capaces de escuchar, de negociar, facilitar las oportunidades de sentirse competentes y capaces, ayudarles a gestionar sanamente el fracaso y el dolor.
Obviamente, no es la receta m¨¢gica que evitar¨¢ que, en un mundo en crisis lleno de sujetos agresivos y frustrados, sean objeto de acoso, burla o humillaci¨®n, pero s¨ª les pertrechar¨¢ de una armadura emocional que haga rebotar los ataques, sin fatales secuelas.
*Olga Carmona es psic¨®loga y directora del centro de psicolog¨ªa Ceibe.
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