El suicidio anglosaj¨®n
EE UU y Reino Unido, creadores del orden internacional actual y mayores beneficiarios de la globalizaci¨®n, renuncian unilateralmente al liderazgo y dejan la v¨ªa expedita para que China y otros articulen un nuevo escenario mundial
El mandato que Donald Trump inaugura hoy muy bien podr¨ªa ser juzgado en el futuro como el momento en el que EE?UU inici¨® el desmantelamiento del orden internacional que con tanto ah¨ªnco sucesivas Administraciones norteamericanas construyeron y sostuvieron desde 1945. Una toma de posesi¨®n, la de Trump, que se solapa en el tiempo con la formalizaci¨®n esta semana por parte de la primera ministra brit¨¢nica, Theresa May, de su intenci¨®n de activar el proceso de retirada total y completo de su pa¨ªs de la Uni¨®n Europea. Una coincidencia temporal que plantea con toda crudeza la cuesti¨®n de si no estaremos asistiendo al fin, absurdamente autoimpuesto, de un largo y fruct¨ªfero periodo hist¨®rico de hegemon¨ªa anglosajona.
Nada como mirar atr¨¢s para observar la profundidad de la falla geopol¨ªtica y econ¨®mica que Washington y Londres est¨¢n abriendo al renunciar voluntariamente a m¨¢s a dos siglos de dominio pol¨ªtico, econ¨®mico, cultural y militar anglosaj¨®n. El ¡°siglo imperial brit¨¢nico¡±, que comenz¨® en 1815 tras las guerras napole¨®nicas, concluy¨® en 1915, 100 a?os despu¨¦s, dejando a Reino Unido como ¨²nica e indisputada potencia mundial.
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En su momento ¨¢lgido, inmediatamente antes de comenzar la I?Guerra Mundial, el Imperio Brit¨¢nico ejerc¨ªa su poder sobre 412 millones de personas, un 23% de la poblaci¨®n mundial, ocupando sus dominios casi un cuarto de la superficie de la Tierra. Fue el brit¨¢nico, sin embargo, un poder imperial tan extenso como afortunado. Cuando fue relevado por EE?UU, este lo hizo, de forma in¨¦dita en la historia ¡ªen la que los imperios entrantes suelen destruir a los salientes¡ª, no solo de forma pac¨ªfica sino como continuador y renovador del proyecto liberal, pol¨ªtico y econ¨®mico que inspiraba la obra imperial brit¨¢nica. As¨ª, v¨ªa los acuerdos de Bretton Woods, que fijaron las reglas del comercio y las finanzas; la Conferencia de San Francisco, que dio paso a la ONU; y el Plan Marshall, que rescat¨® al continente europeo del hambre, la inseguridad y la miseria y forj¨® la alianza m¨¢s exitosa de la historia, la alianza transatl¨¢ntica, Washington formaliz¨® ese relevo pac¨ªfico de poder imperial, dise?ando y luego sosteniendo con sus recursos el orden pol¨ªtico, econ¨®mico y militar mundial que conocemos.
Pero ahora, estos dos hegemones, el brit¨¢nico y el americano, que algunos han calificado de ¡°benignos¡± (m¨¢s que nada en comparaci¨®n a otros competidores como la URSS o la Alemania nazi, y no obstante el escepticismo de Gandhi sobre el empe?o de Occidente en denominar el imperialismo como ¡°civilizaci¨®n¡±), est¨¢n adoptando un rumbo aislacionista en lo pol¨ªtico, proteccionista en lo econ¨®mico, y xen¨®fobo en lo identitario y cultural, cuestionando los elementos fundacionales del orden global que tanto la pax britannica como la pax americana han compartido y articulado.
Que los pa¨ªses m¨¢s abiertos y exitosos opten por el aislacionismo es una anomal¨ªa hist¨®rica
Lo parad¨®jico es que tanto EE?UU como Reino Unido tienen a su favor todos los elementos para seguir sosteniendo un orden multilateral liberal y beneficiarse de ¨¦l con creces, como han hecho hasta ahora. Frente a las quejas que nos trasladan respecto a integraci¨®n econ¨®mica o la inmigraci¨®n, lo cierto es que los dos pa¨ªses han superado la crisis de 2008 m¨¢s r¨¢pido que sus rivales y, adem¨¢s, son un referente tanto en la integraci¨®n de inmigrantes como en el fomento de la diversidad cultural y la tolerancia religiosa. Pese a los lamentos de Trump y de los partidarios del Brexit, sus pa¨ªses viven, en comparaci¨®n a otros, y en comparaci¨®n a otros periodos de su historia, una ¨¦poca dorada. Que los pa¨ªses m¨¢s din¨¢micos, abiertos y exitosos tiren la toalla de la globalizaci¨®n no deja de resultar sorprendente de hasta qu¨¦ punto vivimos una enorme anomal¨ªa hist¨®rica.
No ser¨ªa, sin embargo, la primera vez en la historia que un imperio se suicidara. Entre 1405 y 1433, la marina imperial china, bajo el mando del almirante Zheng He, se pase¨® por todos los mares de Asia y ?frica Oriental. La dinast¨ªa Ming fue capaz de organizar expediciones de hasta 300 barcos (algunos de 120 metros de eslora en una ¨¦poca en la que la Santa Mar¨ªa de Col¨®n solo ten¨ªa 26 metros) y decenas de miles de marinos. Pero a la muerte del emperador Yongle, justo coincidiendo con la ¨¦poca en la que los navegantes portugueses comenzaban a surcar los mares, sus sucesores decidieron poner fin a dichas expediciones, iniciando un largo periodo de aislamiento que cortar¨ªa el acceso de China a conocimientos y mercados claves en un momento crucial para su desarrollo, dejando al pa¨ªs en una situaci¨®n de debilidad que posteriormente permitir¨ªa a Occidente doblegarla f¨¢cilmente y obligarle a abrir sus mercados. Que mientras Trump y May anuncian su intenci¨®n de marcharse, el presidente chino, Xi Jinping, defienda la globalizaci¨®n desde el atril de Davos ofrece una pista muy clara sobre la profundidad del relevo de poder al que estamos asistiendo y vamos a ver profundizar.
La cultura anglosajona ha generado la democracia representativa y la econom¨ªa de mercado
Vivimos, a unos les gusta y a otros les pesa, en un mundo anglosaj¨®n. Esa cultura, o civilizaci¨®n, para quien quiera usar tal t¨¦rmino, ha generado las dos instituciones que definen nuestro modo de vida: la democracia representativa y la econom¨ªa de mercado. Las dos se derivan de una filosof¨ªa pol¨ªtica, el liberalismo, en cuyo desarrollo el pensamiento anglosaj¨®n, desde John Locke en el siglo XVII a John Rawls en el siglo XX, ha tenido un papel esencial. Desde el cat¨¢logo de derechos arrancados en la Magna Carta por los nobles brit¨¢nicos a Juan sin Tierra en Runnymede en 1215 a la Declaraci¨®n de Independencia proclamada en Filadelfia en 1776, pasando por la rebeli¨®n de Cromwell y el Parlamento contra el absolutista Carlos I durante la Revoluci¨®n Inglesa, los hitos que jalonan el largo (aunque todav¨ªa incompleto) camino de la humanidad hacia la libertad son en gran medida anglosajones.
Un contraste despiadado el que se perfila entre todo aquello que debemos al liberalismo anglosaj¨®n y esa fotograf¨ªa de diciembre pasado en la que dos sonrientes Trump y Farage posan ante el indescriptiblemente feo ascensor de la torre Trump de Nueva York, una instant¨¢nea que captura magistralmente el fin de ¨¦poca que parecemos estar viviendo. Duele convalidar la capacidad predictiva de un personaje tan repugnante como Nigel Farage, pero hay que reconocer que la pesadilla global que inauguramos hoy con la toma de posesi¨®n de Donald Trump comenz¨® a representarse ante nuestros ojos como veros¨ªmil cuando Farage, abanderado del movimiento para la salida de Reino Unido de la UE, predijo que la victoria de los partidarios del Brexit en el refer¨¦ndum celebrado el pasado mes de junio no era sino un ensayo a escala europea de lo que habr¨ªa de acontecer globalmente cuando Trump fuera elegido para la presidencia de Estados Unidos. Y as¨ª parece ser. El ensayo general ha acabado. Ahora sube el tel¨®n y comienza la obra de verdad.
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