Trump y las nuevas trampas
El reto es responder a una China que es demasiado d¨¦bil y demasiado fuerte al mismo tiempo
Mientras el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, prepara la pol¨ªtica de su Administraci¨®n hacia China, deber¨ªa tomar conciencia de dos trampas importantes que le ha tendido la historia. La trampa de Tuc¨ªdides, que mencion¨® el presidente chino, Xi Jinping, se refiere a la advertencia del antiguo historiador griego de que si una potencia establecida (como Estados Unidos) empieza a temerle demasiado a una potencia emergente (como China) puede estallar una guerra catacl¨ªsmica. Pero Trump tambi¨¦n tiene que preocuparse por la trampa de Kindleberger: una China que parece demasiado d¨¦bil y no demasiado fuerte.
Charles Kindleberger, uno de los arquitectos intelectuales del Plan Marshall que luego fue docente en el MIT, sosten¨ªa que la d¨¦cada desastrosa de los a?os 1930 se origin¨® cuando Estados Unidos sustituy¨® a Gran Breta?a como la mayor potencia global pero no pudo asumir el rol de Reino Unido de proveedor de bienes p¨²blicos globales. El resultado fue el colapso del sistema global que deriv¨® en una depresi¨®n, un genocidio y una guerra mundial. Hoy, mientras crece el poder de China ?ayudar¨¢ a proveer bienes p¨²blicos globales?
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En la pol¨ªtica dom¨¦stica, los Gobiernos producen bienes p¨²blicos, como la vigilancia policial o un ambiente limpio, de los cuales todos los ciudadanos pueden beneficiarse sin que nadie quede excluido. A nivel global, los bienes p¨²blicos -como un clima estable, una estabilidad financiera y la libertad de los mares- corren por cuenta de coaliciones lideradas por las principales potencias.
Los pa¨ªses peque?os tienen pocos incentivos para pagar por estos bienes p¨²blicos globales. Como sus peque?as contribuciones no marcan una gran diferencia en t¨¦rminos de si se benefician o no, es l¨®gico que opten por no pagar. Pero las potencias m¨¢s grandes pueden ver el efecto y sentir el beneficio de sus contribuciones. De manera que es l¨®gico que los pa¨ªses m¨¢s grandes lleven la delantera. Cuando no lo hacen, la producci¨®n de bienes p¨²blicos globales es insuficiente. Cuando Reino Unido se volvi¨® demasiado d¨¦bil como para desempe?ar ese papel despu¨¦s de la I Guerra Mundial, un Estados Unidos aislacionista sigui¨® sin hacerse cargo, con resultados desastrosos.
Algunos observadores temen que en la medida que vaya creciendo el poder de China, esta optar¨¢ por no contribuir a un orden internacional que no cre¨®. Hasta el momento, los antecedentes son contradictorios. China se beneficia del sistema de las Naciones Unidas, donde tiene un poder de veto en el Consejo de Seguridad. Hoy es el segundo financiador m¨¢s importante de las fuerzas de paz de las Naciones Unidas y particip¨® en programas de las Naciones Unidas vinculados al ¨¦bola y al cambio clim¨¢tico.
China tambi¨¦n se ha beneficiado enormemente de instituciones econ¨®micas multilaterales como la Organizaci¨®n Mundial de Comercio, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. En 2015, China cre¨® el Banco Asi¨¢tico de Inversi¨®n en Infraestructura, que algunos consideraban como una alternativa del Banco Mundial; pero la nueva instituci¨®n se adhiere a reglas internacionales y coopera con el Banco Mundial.
Por otro lado, el rechazo por parte de China de una sentencia de la Corte Permanente de Arbitraje el a?o pasado contra sus reclamaciones territoriales en el Mar de la China Meridional plantea cuestiones problem¨¢ticas. Hasta el momento, sin embargo, el comportamiento chino ha intentado no derribar el orden mundial liberal del cual se beneficia, pero s¨ª aumentar su influencia al interior. Ahora bien, si se ve presionada y aislada por la pol¨ªtica de Trump, ?China se convertir¨¢ en un oportunista disruptivo que empuja al mundo a la trampa de Kindleberger?
La brecha de poder hoy entre Estados Unidos y China es mucho mayor que la que exist¨ªa entre Alemania y Gran Breta?a en 1914
A Trump tambi¨¦n deber¨ªa preocuparle la m¨¢s conocida trampa de Tuc¨ªdides: una China que parece demasiado fuerte en lugar de demasiado d¨¦bil. Esta trampa no tiene nada de inevitable y sus efectos suelen ser exagerados. Por ejemplo, el polit¨®logo Graham Allison ha dicho que en 12 de cada 16 casos desde el a?o 1500, cuando una potencia establecida ha confrontado a una potencia emergente, el resultado ha sido una guerra importante.
Pero estas cifras no son precisas, porque no est¨¢ claro qu¨¦ constituye un caso. Por ejemplo, Reino Unido era la potencia mundial dominante a mediados del siglo XIX, pero dej¨® que Prusia creara un nuevo imperio alem¨¢n poderoso en el coraz¨®n del continente europeo. Por supuesto, Reino Unido combati¨® contra Alemania medio siglo despu¨¦s, en 1914, ?pero eso deber¨ªa contar como un caso o como dos?
La I Guerra Mundial no fue simplemente un caso en el que una Reino Unido establecida respond¨ªa ante una Alemania emergente. Adem¨¢s del ascenso de Alemania, la I Guerra Mundial se origin¨® por el miedo en Alemania al poder creciente de Rusia, el miedo al nacionalismo eslavo creciente en una Austria-Hungr¨ªa en decadencia, as¨ª como una infinidad de otros factores totalmente diferentes de la antigua Grecia.
En cuanto a las analog¨ªas actuales, la brecha de poder de hoy entre Estados Unidos y China es mucho mayor que la que exist¨ªa entre Alemania y Reino Unido en 1914. Las met¨¢foras pueden ser ¨²tiles como precauciones generales, pero se vuelven peligrosas cuando transmiten una sensaci¨®n de inexorabilidad hist¨®rica.
Inclusive el cl¨¢sico caso griego no es tan claro como pretend¨ªa Tuc¨ªdides. ?l dec¨ªa que la causa de la II Guerra del Peloponeso fue el crecimiento del poder de Atenas y el temor que caus¨® en Esparta. Pero el historiador de Yale Donald Kagan ha demostrado que el poder ateniense en verdad no estaba creciendo. Antes de que estallara la guerra en el a?o 431 AC, el equilibrio de poder hab¨ªa empezado a estabilizarse. Los errores atenienses en materia de pol¨ªticas llevaron a los espartanos a pensar que val¨ªa la pena arriesgarse a una guerra.
El crecimiento de Atenas desencaden¨® la I Guerra del Peloponeso a comienzos del siglo, pero luego la Tregua de Treinta A?os extingui¨® el fuego. Kagan sostiene que para que se desatase la segunda guerra desastrosa, solo se necesitaba que una chispa cayera en uno de los pocos trozos de madera que no hab¨ªan sido cuidadosamente apagados y que luego fueron atizados de manera continua y vigorosa por malas elecciones pol¨ªticas. En otras palabras, la guerra no fue causada por fuerzas impersonales, sino por malas decisiones en circunstancias dif¨ªciles.
Este es el peligro que Trump enfrenta con China hoy. Debe preocuparle una China que es demasiado d¨¦bil y demasiado fuerte al mismo tiempo. Para alcanzar sus objetivos, debe evitar la trampa de Kindleberger as¨ª como la trampa de Tuc¨ªdides. Pero, por sobre todas las cosas, debe evitar los errores de c¨¢lculos, las percepciones err¨®neas y las decisiones impulsivas que tanto abundan en la historia humana.
Joseph S. Nye Jr. es profesor de Harvard y autor de Is the American Century Over?
?Project Syndicate, 2017. www.project-syndicate.org
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