Desaf¨ªos del turismo
El record en visitantes y gasto obliga a elevar la inversi¨®n y las infraestructuras
El mercado tur¨ªstico parece ser una de las pocas actividades econ¨®micas que no est¨¢ en fase de estancamiento o en crisis. Las estad¨ªsticas correspondientes a 2016, conocidas poco antes de que se inaugure la feria tur¨ªstica FITUR, describen un crecimiento mundial del n¨²mero de visitantes de casi el 4%, hasta un volumen total de 1.235 millones de turistas. Espa?a, que oscila entre el tercer y el cuarto puesto global en importancia tur¨ªstica, registr¨® el a?o pasado varios r¨¦cord: en n¨²mero de visitantes (m¨¢s de 75 millones) y en dinero gastado por esos visitantes (77.000 millones).
No es dif¨ªcil inferir que el crecimiento tur¨ªstico espa?ol, impulsado por la crisis de seguridad en destinos competidores (norte de ?frica), explica una parte significativa del crecimiento econ¨®mico y del empleo. El ¨¦xito de un pa¨ªs en este campo depende de tres factores b¨¢sicos. El primero tiene que ver con las condiciones clim¨¢ticas (en Espa?a, sol y playa). El segundo apela a la seguridad, cuyo mayor enemigo es el terrorismo (de ah¨ª el hundimiento de algunos pa¨ªses competidores), pero tambi¨¦n, en menor escala, la delincuencia y la masificaci¨®n.
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Y es aqu¨ª precisamente donde interviene el tercer factor, que es la inversi¨®n, estrechamente relacionada con un ordenamiento m¨ªnimo del mercado. Aprovechar el turismo como fuente de ingresos no consiste en dejar que entren los viajeros, cuantos m¨¢s mejor, y acomodarlos en las infraestructuras (hoteleras, transportes, servicios) existentes o aleatoriamente distribuidas, sino en promover una pol¨ªtica de inversiones (privadas y p¨²blicas) que impida el estrangulamiento de los servicios. Una pol¨ªtica tur¨ªstica implica disponer de suficientes alojamientos hoteleros, buena red de transportes, servicios comunitarios aceptables e incentivos para atender no s¨®lo al visitante de sol y playa, sino tambi¨¦n al que prefiere el ocio cultural, deportivo o gastron¨®mico. Durante d¨¦cadas se ha insistido en la conveniencia de incentivar el turismo cultural, propio de rentas m¨¢s altas, pero no es evidente que esto se haya conseguido. Es probable que en la lentitud de este cambio o mejora del modelo influya la descoordinaci¨®n entre los Gobiernos central y auton¨®micos.
En el cuidado del turismo tienen un papel decisivo los Ayuntamientos. No solo porque a ellos les corresponden tareas b¨¢sicas, como cuidar de la seguridad, la higiene p¨²blica o la red de transportes, sino porque tienen que cuidar de que no se produzcan concentraciones agobiantes en determinados espacios y de que se respeten normas c¨ªvicas elementales. Les toca ordenar la v¨ªa p¨²blica (las calles y plazas m¨¢s tur¨ªsticas de ciudades como Madrid y Barcelona aparecen cegadas por terrazas e intransitables por el tr¨¢fico irregular de bicicletas y segways), evitar el mercado negro de alojamientos, limitar el turismo de borrachera y ordenar las inversiones para el cumplimiento de estos fines. Esto es turismo sostenible.
Todo lo anterior confluye en el eventual recurso a las tasas tur¨ªsticas. Son un factor de regulaci¨®n del mercado y de financiaci¨®n de infraestructuras. Por eso es tan importante que el Gobierno y las autonom¨ªas debatan sobre un esquema de tasas sencillo, homog¨¦neo y no disuasorio.
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