C¨®mo se vive la gentrificaci¨®n
Por Pilar Sampietro
Los expertos comienzan a desvelar cifras: Este es uno de los barrios de Barcelona con m¨¢s ¨ªndice de contaminaci¨®n, llega a los 70 microgramos de NO2 cuando Europa permite llegar hasta un nivel de 40; con menos espacio verde por habitante, s¨®lo tiene un 4,1% de superficie considerada verde; con edificios m¨¢s vulnerables a posibles incendios, es el tercero en riesgo tras el Raval y el G¨®tico, seg¨²n un estudio de los bomberos. El 79% de sus habitantes sufre un nivel de ruido superior a los 65 dB(A) nivel m¨¢ximo seg¨²n la OMS; con un ratio de alquileres que sube de precio sin tregua y con el acecho del turismo masivo a la vuelta de la esquina. Ha llegado la gentrificaci¨®n.
Marta naci¨® en uno de esos edificios y ahora, ya con familia propia, deber marchar, no puede pagar el alquiler. Su casa va a convertirse en breve en apartamento tur¨ªstico gracias a la inversi¨®n de capital n¨®rdico. V¨ªctor vend¨ªa c¨®mics en una tienda vecinal. El aumento de valor del local le obligar¨¢ en breve a dejar paso a una franquicia, qu¨¦ m¨¢s da la marca, todas se parecen. En los cajeros se improvisan por las noches habitaciones compartidas. En los locales vac¨ªos algunos j¨®venes han encontrado un lugar para respirar de la presi¨®n y hablar, aunque por poco tiempo, porque se los expulsa r¨¢pido para volver a tapiar la puerta, a la espera de un nuevo especulador. Las mafias que gestionan la miseria act¨²an r¨¢pido: cobran 150 € por un mes de alquiler en un agujero al que han reventado la puerta, es la inmobiliaria de los desesperados.
Est¨¢n rehabilitando el Mercado, que sigue siendo el centro de la vida. Los vecinos quieren que sea popular, como siempre ha sido, no les gustar¨ªa que se convirtiera en un parque tem¨¢tico de gastronom¨ªa. Pero ?c¨®mo hacerlo?, ?qu¨¦ derecho tiene el que all¨ª ha nacido o el que all¨ª vive? Los abuelos y abuelas miran consternados las obras desde su banco ampliado con sillas de ruedas. ?Habr¨¢ sitio para nosotros aqu¨ª? Y para los ni?os, que reconocen un ¨¢rbol, no por la sombra que da, sino por el palito escu¨¢lido que resiste en un huequecito entre cemento, ?habr¨¢ sitio tambi¨¦n?
Recuerdo la mermelada resiliente de Sant Mart¨ª, hecha en la plaza con las naranjas de los ¨¢rboles de la calle; recuerdo el huerto de la Ponderosa, entre autopistas y trenes, al que va la gente de los bloques con el carro a comprar verdura; recuerdo el Azufaifo que Isabel N¨²?ez defendi¨® de ser talado, ahora ella no est¨¢ y el ¨¢rbol sigue fuerte oxigenando la calle; recuerdo el Jard¨ªn del Silencio, amenazado con convertirse en otro bloque de cemento y ahora lugar de m¨²sica y arte con la belleza de sus glicinas centenarias que florecen en primavera. Son grandes milagros en una ciudad que crece y se transforma. ?Quedar¨¢ alg¨²n milagro para Sant Antoni?
Fotos: (c) Blanca Valdasquin
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