La Revoluci¨®n Rusa y la vida en el frente
Hace cien a?os los bolcheviques, sirvi¨¦ndose de esa ¡°forma privilegiada de cambio¡±, acabaron con el zar y se propusieron plantar las semillas del socialismo
En el libro en el que el historiador Fran?ois Furet se dedica a pensar lo que ocurri¨® en 1789, escribe: ¡°la Revoluci¨®n Francesa no es solamente la Rep¨²blica. Es tambi¨¦n una promesa indefinida de igualdad y una forma privilegiada de cambio¡±. Y, poco despu¨¦s, remata: ¡°El siglo XIX crey¨® en la Rep¨²blica. El siglo XX cree en la Revoluci¨®n¡±.
Esa ¡°promesa indefinida de igualdad¡± vino a cumplirse hace cien a?os en Rusia cuando los bolcheviques, sirvi¨¦ndose adem¨¢s de esa ¡°forma privilegiada de cambio¡±, acabaron con el zar y se propusieron plantar las semillas del socialismo. ¡°El Antiguo R¨¦gimen estaba en manos del rey, la Revoluci¨®n es el gesto del pueblo. La antigua Francia era un reino de s¨²bditos, la nueva una naci¨®n de ciudadanos. La antigua sociedad era la del privilegio, la Revoluci¨®n funda la igualdad¡±. Furet se estaba ocupando de la Francia de finales del siglo XVIII pero estaba apuntando tambi¨¦n a la Rusia de 1917.
Cien a?os despu¨¦s de aquellos episodios que conmocionaron al mundo, y que condujeron a los comunistas al poder, poco queda de aquellos proyectos de igualdad y de aquel socialismo que promet¨ªa que todos los privilegios iban a ser abolidos. Es cierto que la idea de la revoluci¨®n marc¨® el siglo XX: logr¨® mantenerse m¨¢s o menos en forma hasta que la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn dej¨® definitivamente al descubierto las ruinas de un proyecto que hab¨ªa empezado a irse a pique desde muy pronto.
¡°Fui al comunismo, al igual que dec¨ªa Pablo Picasso, ¡®como quien va a un manantial de agua fresca¡¯, y dej¨¦ el comunismo como quien sale de un r¨ªo envenenado por los restos de ciudades inundadas y los cad¨¢veres de los ahogados¡±. Las palabras son de Arthur Koestler y forman parte de En busca de la utop¨ªa, una suerte de antolog¨ªa que prepar¨® el propio autor para resumir a trav¨¦s de fragmentos de sus distintos libros lo que hab¨ªa sido su vida. Koestler, que naci¨® en una familia jud¨ªa y que en su juventud fue sionista, solicit¨® el 31 de diciembre de 1931 su ingreso en el Partido Comunista alem¨¢n. Ten¨ªa 26 a?os. Viv¨ªa en Berl¨ªn y la presi¨®n nazi empezaba a notarse de manera asfixiante.
De aquella experiencia, que dur¨® hasta 1938 y que lo trajo a Espa?a durante la Guerra Civil, Koestler apunta unas consideraciones sobre sus primeros pasos que muestran el lado m¨¢s siniestro de las c¨¦lulas comunistas. ¡°Una de las consignas del partido alem¨¢n era: ¡®En el frente no se puede discutir¡¯. Otra dec¨ªa: ¡®Dondequiera que se halle un comunista, ah¨ª est¨¢ el frente¡¯. As¨ª, nuestras discusiones siempre mostraban una unanimidad total¡±.
El siglo XX crey¨® en la Revoluci¨®n, apunt¨® Furet. Y esa revoluci¨®n, la que se iba haciendo en cada rinc¨®n del mundo, reclamaba siempre esa inquietante unanimidad de la que habla Koestler. No hab¨ªa que discutir; en el frente no se discute. Y ese es, seguro, uno de los peores legados de aquella revoluci¨®n: haber convertido la vida en un frente.
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