J¨®venes y viejos
Es imposible tener un debate sobre el Estado de bienestar si no se parte de la realidad
![Un grupo de personas mayores en Olmeda de la Cuesta (Cuenca).](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/4IIHYXPFYVAFSBUGUDGY2BF6H4.jpg?auth=7d4903081993c88ad61f0481b1b76ba1ef45cb93c001fb6498f8952fc24dad70&width=414)
Hace poco, en una conferencia sobre el envejecimiento, presenci¨¦ un duro intercambio de opiniones. La conferenciante defend¨ªa que el Estado se volcara en el apoyo a los j¨®venes pues eran ellos los principales perjudicados de una crisis que compromet¨ªa su futuro mientras los viejos no hab¨ªan sufrido merma alguna. Fue recriminada de forma muy directa por un participante que le se?al¨® que los pensionistas se hab¨ªan ganado su derecho a la jubilaci¨®n por m¨¦ritos propios. ?Qui¨¦n ten¨ªa raz¨®n? Ambos. La conferenciante acertaba acerca del sufrimiento de los j¨®venes, pero su contrincante tambi¨¦n atinaba al afirmar que las pensiones no eran un regalo del Estado y que muchos pensionistas apoyaban a sus propios hijos con sus limitados ingresos.
Otro art¨ªculo del autor
La sociedad espa?ola est¨¢ comenzando a adentrarse en un tipo de debate que promete ser largo, duro y a menudo desagradable. Tendr¨¢ como novedad profundamente divisiva e inquietante el hecho de que terminar¨¢ enfrentando a personas de diferentes edades. Estamos viviendo la fase final de una era donde la dial¨¦ctica opon¨ªa revolucionarios contra reaccionarios o ricos contra pobres. Esas diferencias han pasado a ser casi anecd¨®ticas gracias al gran invento del siglo XX: el Estado de bienestar. Ese Estado benefactor, con dimensiones educativas, sanitarias, de pensiones, de desempleo y un largo etc¨¦tera, se fue construyendo a lo largo del siglo pasado. No fue producto exclusivo de ning¨²n grupo o r¨¦gimen sino que se fue edificando con el esfuerzo de todos.
Bas¨¢ndose en una din¨¢mica contable, tuvo profundas consecuencias para el cuerpo social: los servicios los recib¨ªan aquellas personas con menos recursos y los pagaban los que generaban ingresos. De esa forma, un¨ªa la suerte de unos a la de otros, la de los viejos y j¨®venes a la de los activos. Todos formaban parte de un gran pacto social que un¨ªa y daba coherencia a la sociedad. Dependiendo de su edad, unos contribu¨ªan y otros recib¨ªan, pero considerando el conjunto del ciclo vital todos sal¨ªan beneficiados.
Ese pacto est¨¢ ahora en cuesti¨®n y de ah¨ª el profundo peligro de un debate capaz de enfrentar a la sociedad en lugar de unirla. El peligro nace del progresivo resquebrajamiento de la base demogr¨¢fica que daba sentido contable a todo: el n¨²mero de dependientes mayores aumenta de forma imparable y los grupos en edad de trabajar apenas crecen e incluso decrecen. La causa son los baj¨ªsimos niveles de fecundidad acompa?ados de las mejoras continuas en la longevidad y en la salud. Desde esta perspectiva, Espa?a est¨¢ mucho peor posicionada que otros pa¨ªses desarrollados, pero en modo alguno es un caso at¨ªpico.
Hay que explicar a la sociedad lo que realmente est¨¢ en juego, sin enga?os
Ante estos acontecimientos, y ante el debate ineludible que de ellos deriva, se impone cautela, tanto en las formas como en el fondo, ya que se corre el riesgo de hacer un da?o irreparable a la convivencia entre las distintas generaciones, base misma de la sociedad. Los distintos grupos tienen intereses y perspectivas diferentes. Ello es normal, e ir¨¢ a m¨¢s. Pero ambos se necesitan, ya que son a la vez parte del problema y de la soluci¨®n.
Se avecinan tiempos dif¨ªciles caracterizados por decisiones que no complacer¨¢n a nadie. Ya es hora de que superemos la idea de que es posible mantener o aumentar los niveles actuales de prestaciones sociales. Esa ¨¦poca ya pas¨® y todos los cambios por venir ser¨¢n a menos, ineludiblemente. Los n¨²meros no dan para otra cosa, ni aqu¨ª ni en ninguna parte. Cualquier observador atento de la cosa social y pol¨ªtica sabe que desde hace a?os viene habiendo ya reducciones en la provisi¨®n de bienestar. Asegurar lo contrario es torpeza o mentira. Es imposible tener un debate sensato sobre estas cuestiones si no se parte de la realidad, por desagradable que sea.
La cuesti¨®n clave para la sociedad es ver c¨®mo se puede conservar lo m¨¢s posible del Estado de bienestar, aunque sea con prestaciones menores. Nos va a todos mucho en este intento, much¨ªsimo. Pienso que la ¨²nica manera de gestionar con eficacia este reto es con la colaboraci¨®n de todos los agentes sociales, conscientes de los problemas y de la necesidad de tomar decisiones dif¨ªciles. Y todo ello explicando a la sociedad lo que realmente est¨¢ en juego, sin enga?os. La gente es mayor de edad y capaz de entender las cosas. Tambi¨¦n es capaz de contribuir a esta gran tarea.
David Reher es catedr¨¢tico de la Universidad Complutense, investigador principal del Grupo de Estudios Poblaci¨®n y Sociedad (GEPS) y promotor del Centro de Estudios del Envejecimiento (CEE).
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