Infectada

Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain, y Matar a un ruise?or, de Harper Lee, fueron retirados de los programas escolares de un condado de Virginia por quejas de una madre cuyo hijo adolescente se perturb¨® ya que inclu¨ªan ¡°insultos raciales y palabras ofensivas¡±. Sucede en Estados Unidos pero, como all¨ª empieza todo (del nacionalismo recio al blanqueamiento dental), hacia all¨ª vamos. Por eso quiero dejar expuesto mi pecado, del que no me arrepiento: para recordarme a m¨ª misma, cuando los adolescentes sean almas tan sensibles que no puedan leer Platero y yo sin ir al psiquiatra, c¨®mo era este mundo cuando pod¨ªa lastimarte pero val¨ªa la pena. No me pesa, se?or, ni me arrepiento de haber hojeado, siendo peque?a, libros que mis padres me ped¨ªan que no leyera porque ten¨ªan escenas de sexo o de violencia, ni de haber le¨ªdo los cuentos bestiales de Horacio Quiroga donde nenitas preciosas eran degolladas por sus hermanos con deficiencias mentales, ni del chorro de entra?as de Santiago Nasar. No s¨¦ qu¨¦ de todo eso me hizo lo que soy, alguien que era feliz incluso cuando cre¨ªa que no lo era, que alguna vez ley¨®, asociada con Jack London, la frase ¡°ning¨²n hombre sobre m¨ª¡± y la hizo su escudo. Pero no me arrepiento. De chica le¨ª libros que me destrozaron ¡ªLos ni?os terribles, de Cocteau¡ª, que me produjeron pesadillas ¡ªEl pa¨ªs de octubre, de Bradbury¡ª, o que no entend¨ª ¡ªMuerte en Venecia, de Thomas Mann¡ª. Y no estuve en el infierno pero s¨¦ c¨®mo es porque le¨ª El pozo y el p¨¦ndulo,de Poe. Cuando este sea un mundo repleto de adolescentes hipersensibles que no puedan comer un pollo sin echarse a llorar, yo seguir¨¦ con mi presa entre los dientes, viviendo de la forma en que los libros me ense?aron a vivir. Me gusta mi mundo sucio, contradictorio, mugriento y bajo. No lo cambio por el lugar desinfectado que, dentro de poco, ser¨¢.