El mot¨ªn de la Espa?a vac¨ªa
Llevan d¨¦cadas clamando contra el abandono y se sienten ciudadanos de segunda del Estado al que pertenecen. Puede que sepan que la partida est¨¢ perdida, pero da la impresi¨®n de que quieren jugarla, pese a todo
Hace meses que me di cuenta de que la expresi¨®n la Espa?a vac¨ªa, con la que titul¨¦ mi ¨²ltimo libro (y que, hasta entonces, no aparec¨ªa en ning¨²n sitio) hab¨ªa cobrado vida propia. Pol¨ªticos, tertulianos, comentaristas de lo m¨¢s variado, bustos parlantes de telediario, redactores de titulares e incluso El Gran Wyoming se han servido de ella con familiaridad, explic¨¢ndola sin aludir al libro ni a su autor, porque tal vez ni siquiera sepan que fue una ocurrencia de un escritor. No vengo a ponerme quisquilloso ni a reclamar derechos que no me asisten; solo constato mi pasmo, ya que lo habitual en mi oficio es la intrascendencia. Uno publica cosas y la sociedad las ignora, como confirma la cita atribuida a Manuel Aza?a: ¡°En Espa?a, la mejor manera de guardar un secreto es escribir un libro¡±. Cuando sucede lo contrario, los escritores andamos deslumbrados, porque nos han sacado de la cueva donde vivimos. Y as¨ª, un poco a tientas, comparto ahora un par de pensamientos.
¡°Quieren que nos muramos del asco¡±, le dec¨ªa una anciana al periodista Emilio Gancedo en su libro de viajes Palabras mayores, en el que recorr¨ªa casi toda Espa?a para rescatar la memoria rural. Es una convicci¨®n generalizada: se han olvidado de nosotros, no existimos, nos vamos borrando sin que a nadie le importe. Como antes se borraron los linces, los osos y los lobos. Los humanos tambi¨¦n est¨¢n en peligro de extinci¨®n en muchas zonas del interior de la Pen¨ªnsula (tambi¨¦n hay un Portugal vac¨ªo).
Otros art¨ªculos del autor
Y, sin embargo, no es del todo cierto ese abandono, pues Espa?a, mal que bien, sigue siendo un Estado social. Las tan denostadas Diputaciones provinciales han sido esenciales al proveer servicios b¨¢sicos en municipios aislados y sin recursos. Muchas veces se ha criticado a los ¨®rganos provinciales con raz¨®n, como fermento del caciquismo, del nepotismo y de las redes clientelares, pero si llevan casi 200 a?os funcionando es porque son ¨²tiles. Gracias al esfuerzo de esas y de otras administraciones, en cualquier lugar del pa¨ªs, alguien recoge la basura cuando se tira al contenedor, la luz se enciende cuando se accionan los interruptores, de los grifos sale agua potable y la Guardia Civil acude cuando se llama al 112. El olvido que m¨¢s duele tiene que ver con la exclusi¨®n del relato p¨²blico: la sensaci¨®n de que a nadie le importan los problemas de esos miles de espa?oles dispersos, que suponemos envejecidos y a veces aburridos, que resisten en la meseta y en las sierras. Tal vez por eso han adoptado el top¨®nimo de la Espa?a vac¨ªa, con el que hacen notar su presencia al resto del pa¨ªs.
As¨ª parecen entenderlo algunos pol¨ªticos auton¨®micos. En la reciente conferencia de presidentes, el asturiano Javier Fern¨¢ndez se hizo fuerte con sus hom¨®logos de Castilla y Le¨®n, Castilla-La Mancha, Arag¨®n y Extremadura ¡ªtodas ellas, salvo Castilla y Le¨®n, presididas por socialistas¡ª para poner ¨¦nfasis nacional a lo que suele quedarse en lamento local. Todas esas comunidades ¡ªy parte de otras, como el interior de Galicia o algunas zonas del norte de Andaluc¨ªa¡ª conforman el mapa de la Espa?a vac¨ªa. Es decir, tienen muy poca poblaci¨®n, muy dispersa, rural y envejecida. Administrar esos lugares es complicado, pues para garantizar los servicios b¨¢sicos hay que gastar mucho m¨¢s dinero que en las grandes ciudades, pero esa es quiz¨¢ la parte m¨¢s sencilla, ya que para solucionarla solo hace falta presupuesto. La m¨¢s complicada es que muchas comarcas tienen unas densidades de poblaci¨®n tan bajas que han perdido todo su tejido econ¨®mico y productivo. La creaci¨®n del Comisionado del Gobierno frente al Reto Demogr¨¢fico, ya conocido como el ¡°organismo contra la despoblaci¨®n¡±, dependiente de la Vicepresidencia del Gobierno, parece un logro de las comunidades afectadas, pero el texto del real decreto que lo constituye suena a brindis al sol. Si la comisionada Edelmira Barreira cumple la mitad de los prop¨®sitos may¨²sculos del art¨ªculo uno, merecer¨¢ todos los honores y el encargo de otros retos a su altura, como modificar el curso de las corrientes oce¨¢nicas o desplazar el eje de la Tierra.
Lo que se ha hecho hasta ahora parece que no sirve o solo ha servido en casos puntuales
Al contrario que la ret¨®rica gubernamental, las reclamaciones del lobby de la Espa?a vac¨ªa suenan sensatas porque se refieren a asuntos b¨¢sicos e innegables. ?Qui¨¦n va a cuestionar que un anciano necesita un consultorio m¨¦dico en su pueblo, o los ni?os una escuela? Pero, bajo esa sensatez, se puede esconder una inercia victimista que abunde en la creencia de que una mano negra urbanita quiere, efectivamente, que los vecinos de las zonas despobladas se mueran de asco. Si la comisionada quiere evitar este bucle, tal vez deba empezar por comprender que los habitantes del desierto espa?ol no son sujetos pasivos ni recipientes de subvenciones, sino personas capaces de orientar sus destinos y cansadas de verse reducidas a un arquetipo folcl¨®rico.
La fe en la providencia est¨¢ muy arraigada en estos debates. Cuando doy una charla o participo en un encuentro con lectores en alguna de estas regiones abandonadas, el debate siempre acaba con la pregunta de qu¨¦ se puede hacer y a qui¨¦n hay que reclamar. Nadie sabe qu¨¦ hacer, pero muchos constatan lo obvio: lo que se ha hecho hasta ahora parece que no sirve o solo ha servido en unos escogidos casos puntuales. Tal vez haya que cambiar el enfoque, y temo que el lobby no est¨¦ innovando mucho, dado que la discusi¨®n se centr¨® en presupuestos e inversiones, como siempre.
Bajo la sensatez de las reclamaciones se puede esconder una inercia victimista
A trav¨¦s del programa Leader y de los fondos de cohesi¨®n europeos (en especial, el Feder y el Feader) se han probado f¨®rmulas de est¨ªmulo empresarial, muchas veces fi¨¢ndolo todo a un turismo improbable e incidiendo en la construcci¨®n de infraestructuras de transporte que a menudo acaban infrautilizadas porque no hay tantos coches, trenes, ni, por supuesto, aviones. En todo 2016, el aeropuerto de Huesca fue utilizado por menos pasajeros de los que caben en un avi¨®n: 95. Hasta donde yo s¨¦, nadie ha dimitido ni asumido ninguna responsabilidad pol¨ªtica por la construcci¨®n y puesta en marcha de algo tan caro como innecesario.
El asunto se ha planteado en t¨¦rminos de boxeo o de mot¨ªn popular. Desde meses antes de la conferencia de presidentes se insinuaban alianzas entre comunidades para poner los problemas de la despoblaci¨®n en la primera p¨¢gina de la agenda pol¨ªtica. La Espa?a vac¨ªa contra la Espa?a llena, he llegado a leer a prop¨®sito de los debates de la cumbre auton¨®mica. Parece un enfrentamiento asim¨¦trico que puede ser contado con la ret¨®rica b¨ªblica de David contra Goliat, pero es una lucha en la que uno de los contrincantes no se ha enterado de que est¨¢ siendo atacado por el otro. La Espa?a vac¨ªa lleva d¨¦cadas clamando contra el abandono del que se siente v¨ªctima sin que la Espa?a llena se haya dado por aludida. No se refieren al abandono de sus propios habitantes, porque la concentraci¨®n urbana es una tendencia normal en cualquier econom¨ªa desarrollada, sino al del Estado al que pertenecen y del que se sienten ciudadanos de segunda. No solo es un mot¨ªn contra la Administraci¨®n o contra la soberbia urbanita, sino contra el movimiento natural del mundo. Puede que sepan que la partida est¨¢ perdida, pero da la impresi¨®n de que quieren jugarla, pese a todo.
Sergio del Molino es escritor. Su ¨²ltimo libro publicado es La Espa?a vac¨ªa (Turner).
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