No es ¡®1984¡¯ pero se parece

M¨¢s que una utop¨ªa negativa que se refiriera a un futuro remoto, lo que hizo George Orwell en su c¨¦lebre novela 1984 fue sobre todo hablar de su propio mundo, sac¨¢ndole punta a los terribles derroteros a los que lo hab¨ªan empujado los reg¨ªmenes totalitarios, el nazi-fascista y el comunista. Pero s¨ª hubo un aspecto en el que, m¨¢s que tratar de su presente, se adelantaba ya a una sociedad del porvenir que seguramente hab¨ªamos empezado a habitar ya cuando se cumpli¨® la fecha que dio t¨ªtulo a su novela. Y es esa atm¨®sfera enrarecida que queda resumida en uno de los carteles que se leen en ese Ministerio de la Verdad donde trabajaba Winston, el protagonista.

¡°La guerra es la paz?/ la libertad es la esclavitud?/ la ignorancia es la fuerza¡±, dec¨ªan all¨ª los esl¨®ganes del Partido, y es esa c¨ªnica y prepotente tergiversaci¨®n de los conceptos, esa resuelta invitaci¨®n a dar la mentira por verdad y a confundirlo deliberadamente todo, la que ha devuelto el libro de Orwell a la actualidad con el triunfo de Donald Trump, el Brexit y el avance de tantos populismos nacionalistas, hasta auparlo al n¨²mero uno de ventas en Amazon.

Es cierto que aquellas consignas pod¨ªan ajustarse como un guante a la propaganda nazi o al lavado de cerebros que tan bien supieron aplicar los mandatarios comunistas, pero lo que Orwell avanzaba en 1984 es que esas f¨®rmulas pod¨ªan tambi¨¦n trasladarse a otros sistemas presuntamente m¨¢s abiertos gracias a esa nueva lengua que imponen los medios de comunicaci¨®n y que permite fabricar hechos ¡ªlos ¡°hechos alternativos¡± de los que habla Kellyanne Conway, asesora de Trump¡ª que nada tienen que ver con la realidad, pero que gran parte de los ciudadanos terminan por dar por buenos.

En ese punto estamos, y por eso urge volver al Orwell m¨¢s pele¨®n, al que critic¨® radicalmente cualquier tipo de manipulaci¨®n, por impecables que fueran sus apariencias de modernidad.