El p¨¢jaro que ayuda a las plantas a tener sexo
El colibr¨ª tiene virtudes espectaculares, pero el cambio clim¨¢tico y el ser humano suponen una amenaza
¡°Digamos que el colibr¨ª le ayuda a la planta a tener sexo¡±, comenta ?scar Gonz¨¢lez, un ornit¨®logo peruano y profesor del Emmanuelle College de Georgia, en EEUU, y que sabe la vida, milagros y maravillas de esta peque?a, peque?¨ªsima, ave tan llena de encantos y misterios. La sentencia cient¨ªfica es rigurosa, y tiene que ver con la polinizaci¨®n y otras habilidades.
Cualquier colibr¨ª que ronda por las flores lejanas, o vecinas ¡ªcomo el que este cronista acaba de observar admirado en su jard¨ªn¡ª, est¨¢ cumpliendo, en efecto, ese papel biol¨®gico fundamental. Como su alimento acariciado es el n¨¦ctar, literalmente penetra en una flor, en busca de su sustento vital y, en su impetuoso recorrido se cubre de polen en el pico, el cuerpo, las plumas.
Los mensajeros del polen
Nunca sabremos si ese trance tiene, para el peque?o animal, un aura orgi¨¢stica. Pero lo cierto es que el colibr¨ª hace su trabajo de fertilizador casi con precisi¨®n quir¨²rgica, a partir de lo que Gonz¨¢lez y otros especialistas llaman ¡°tener una relaci¨®n mutualista con las plantas¡±. Para ello, primero ingresa raudamente, en busca de la c¨¢mara de n¨¦ctar que est¨¢ casi en el fondo de la flor.
En ese trance casi triunfal ¡ªy ansioso porque va en busca de alimento¡ª necesariamente toca las anteras, que son la parte del pistilo donde se encuentra el polen, ese polvillo (conocido por sus propiedades terap¨¦uticas incluso) donde est¨¢n los gametos masculinos de la planta y, digamos, se empapa de ¨¦l. Cuando, por fin, sale lleva en su cuerpecillo el mensaje de la reproducci¨®n.
Sin la labor del colibr¨ª, muchas especies de plantas no se podr¨ªan reproducir
Inmediatamente despu¨¦s acude a otra flor, hace el mismo operativo, se nutre y, tal vez sin desearlo, deja caer el polen que llevaba de la otra planta por la que merode¨® minutos o segundos antes. Los gametos entonces se deslizan ahora hacia el ovario de la flor, donde est¨¢n los ¨®vulos. Y listo: la planta est¨¢ fecundada, producir¨¢ una nueva flor y posteriormente un fruto.
Uno lo ve ¡ªel colibr¨ª de mi jard¨ªn sigue dando vueltas y, en efecto, ha ingresado en un heliconia¡ª y cree que solo ronda por all¨ª. Pero no. Esa labor es indispensable en la naturaleza pues, como apunta Gonz¨¢lez, si no hiciera ese recorrido muchas especies de plantas no se podr¨ªan reproducir. El tambi¨¦n llamado picaflor es, de acuerdo al ornit¨®logo, ¡°sumamente eficaz en eso¡±.
M¨¢s que las abejas, en cierto modo, pues estas ¨²ltimas se llevan algo de polen. El noble colibr¨ª no hace eso. Da vueltas y vueltas por distintas flores, chupa el n¨¦ctar con su pico largo y su lengua habil¨ªsima; saca el polen, va otra flor, deja los gametos, ayuda a la planta a tener sexo y repite la operaci¨®n innumerables veces al d¨ªa para beneficio de ambos.
Eso es el mutualismo, un m¨¢gico proceso que, sin embargo, comienza a verse amenazado en algunas partes del mundo (Per¨² incluido) debido a dos factores que, en rigor, son atribuibles a esa especie invasora llamada ser humano: la destrucci¨®n del h¨¢bitat o los ecosistemas, y el proceso de calentamiento global, que ya provoca alteraciones en animales de distintas especies.
El p¨¢jaro americano
Existen, de acuerdo a los registros m¨¢s recientes, aproximadamente 343 especies de colibr¨ªes en todo el mundo. En Sudam¨¦rica son 258 y en el Per¨² m¨¢s de 140 (datos proporcionados por Gonz¨¢lez). Se les encuentra desde Alaska hasta la zona austral de Chile, en un rango de climas y pisos ecol¨®gicos variados, y siempre asociados a plantas de las que se puedan alimentar.
No existen, de manera natural, en Europa y otros continentes. Es un animal ¨²nicamente americano, m¨¢s abundante en las zonas tropicales de esta regi¨®n y muy importante para las culturas aut¨®ctonas como la Azteca, la Maya y la Nazca, que habit¨® en la costa sur peruana entre loss siglo I y VII despu¨¦s de cristo Entre ellas, la peque?a ave estaba asociada con la fertilidad, la belleza.
Existen aproximadamente 343 especies de colibr¨ªes en todo el mundo. En Sudam¨¦rica son 258 y en el Per¨² m¨¢s de 140
De hecho, en la famosa Pampa de Nazca, donde est¨¢n las l¨ªneas y geoglifos legendarios que se ven desde el aire, hay dibujado un colibr¨ª gigante, que mide m¨¢s de 60 metros de punta a punta de cada ala estampada en el piso des¨¦rtico. Tambi¨¦n figura en los huacos (cer¨¢mica antigua) de esta cultura. Su presencia podr¨ªa estar asociada con el agua, un bien preciado en ese lugar.
Entre los aztecas, el colibr¨ª era el s¨ªmbolo de Huitzilopochtli, el dios guerrero, y se sol¨ªa pensar que era luchador y que nunca, jam¨¢s, mor¨ªa. De hecho, se estima que en Norteam¨¦rica y M¨¦xico hay 57 especies y no deja ser parad¨®jico que sea en el pa¨ªs azteca donde se han reportado m¨¢s especies de esta ave ¡ªque es del g¨¦nero apodiformes y de la familia Trochilidae¡ª en riesgo.
En julio del 2015 se hizo p¨²blica una investigaci¨®n de los ornit¨®logos Mar¨ªa del Coro Arizmendi y Humberto Antonio Berlanga, de la Universidad Aut¨®noma de M¨¦xico (UNAM). Seg¨²n la misma, siete de las especies de colibr¨ªes que viven en tierras mexicanas est¨¢n en diversos grados de peligro, de acuerdo a la Uni¨®n Internacional para la Conservaci¨®n de la Naturaleza (UICN).
La m¨¢s amenazada ser¨ªa la denominada coqueta de Atoyac (Lophornis brachylopus), que se encuentra ¡°en peligro cr¨ªtico¡±, la categor¨ªa m¨¢s delicada que establece esta organizaci¨®n. Podr¨ªa correr la suerte de la extinta esmeralda de Gould (Chlorostilbon elegans), que vivi¨® en Jamaica y las Bahamas hasta fines del siglo XIX y que habr¨ªa desaparecido por da?os en su h¨¢bitat.
Picaflores calientes
Una publicaci¨®n de la Fundacao de Amparo a la Pesquisa do Estado de Sao Paulo dio, en septiembre del 2015, una pista de qu¨¦ es lo que estar¨ªa ocurriendo con estos pajarillos que en Brasil tienen un nombre cargado de ternura: beija-flor (besa flor). Un grupo de investigadores de las universidades de Taubat¨¦, de Toronto (Canad¨¢) y de Sao Paulo la encontraron.
La elevaci¨®n de la temperatura, de acuerdo a ellos, ¡°merma el ¨ªndice metab¨®lico de los colibr¨ªes¡± y esto afecta su capacidad de aletear y zambullirse en diferentes flores para beber el anhelado n¨¦ctar. Para entender el sentido de esta preocupaci¨®n hay que, nuevamente, sumergirse en el alucinante mundo de estos pajarillos, cuyos secretos son tan deslumbrantes como su belleza.
Las ¨²ltimas investigaciones muestran que la elevaci¨®n de la temperatura ¡°merma el ¨ªndice metab¨®lico de los colibr¨ªes¡± y esto afecta su capacidad de aletear y zambullirse en diferentes flores para beber el anhelado n¨¦ctar
Un colibr¨ª aletea m¨¢s o menos 80 veces por segundo. Si est¨¢ en tiempo de apareamiento, el macho puede ¡ªen un rapto de entusiasmo y acaso de ostentaci¨®n alfa¡ª hacerlo hasta 200 veces en ese mismo lapso para seducir a su pr¨®xima pareja. Se estima, a su vez, que comen unas ocho veces por hora, en per¨ªodos que duran entre 30 segundos hasta aproximadamente un minuto.
¡°Para hacer todo eso tienen que procesar la energ¨ªa r¨¢pidamente¡±, comenta Enrique ?ngulo, otro ornit¨®logo peruano, que lleva a?os observando aves (el colibr¨ª entre ellos) en Lima y otros lugares del pa¨ªs. De all¨ª, adem¨¢s, que su coraz¨®n, que representa casi el 4% de su masa corporal llegue a latir hasta 1.000 veces por minuto o m¨¢s. Es una m¨¢quina pr¨¢cticamente imparable.
No es cierto, sin embargo, como sugieren algunas leyendas urbanas o rurales, que s¨ª se paran se mueren. De hecho, durante la noche descansan colgados de alguna ramita, cuando su metabolismo se hace m¨¢s lento; pero en el d¨ªa est¨¢n picando de ac¨¢ para all¨¢, algo fren¨¦ticamente, y seg¨²n los bi¨®logos pueden comer hasta un equivalente de casi tres veces su masa corporal.
Pues bien, lo que observaron los investigadores en Brasil fue que el aumento del calor disminuy¨® la velocidad de metabolismo del colibr¨ª colirrojo (Clytolaema rubricauda), una especie que vive en el Valle de Para¨ªba (oriente del estado de Sao Paulo). A mayor temperatura (entre 25 y 30 grados m¨¢s o menos), menor ¨ªndice metab¨®lico. Y, por tanto, menos fuerza y aleteos.
Se?ales preocupantes
Maria Cec¨ªlia Barbosa de Toledo, una de las investigadoras, se?al¨® que el problema no eran tanto los colibr¨ªes en s¨ª mismos, pues ten¨ªan una ¡°alta resistencia t¨¦rmica¡± (temperatura corp¨®rea de hasta 40 grados cent¨ªgrados), sino las flores de las que se alimentan. Solo logran resistir ese calor si tienen el n¨¦ctar disponible y eso ser¨¢ posible si las plantas siguen all¨ª para ellos.
Estas tendr¨ªan, dice Barbosa que ¡°ajustar sus concentraciones de n¨¦ctar a tiempo como para acompa?ar los cambios clim¨¢ticos¡±. Gonz¨¢lez y C¨¦sar Ortiz, otro peruano que explora el mundo de los colibr¨ªes, coinciden con esta preocupaci¨®n y apuntan otro factor que podr¨ªa incidir en la alteraci¨®n de la vida de estos pajarillos m¨¢gicos y su entorno: la necesidad de desplazarse.
Seg¨²n ambos, si por el aumento del calor un colibr¨ª tiene que desplazarse a partes m¨¢s altas, a fin de seguir manteniendo el ritmo de su metabolismo, puede encontrarse con otras especies, no s¨®lo de colibr¨ªes. Entonces comenzar¨ªa la competencia, que en la naturaleza no suele ser generosa y considerada. Los m¨¢s d¨¦biles y con menos capacidad para moverse podr¨ªan sucumbir.
Peor a¨²n si est¨¢n habituados a alimentarse solamente del n¨¦ctar de ciertas especies de plantas, como ocurre con el colibr¨ª cobrizo (Metallura theresiae), que vive en el bosque de Unchog, ubicado en Hu¨¢nuco, una regi¨®n del centro-oriente peruano. Se alimenta de la flor de la Passiflora tripartita, una especie de planta que produce un delicioso fruto llamado tumbo.
¡°Hay dos factores que amenazan a los colibr¨ªes, la destrucci¨®n del h¨¢bitat y el cambio clim¨¢tico¡±, explica Gonz¨¢lez, luego de precisar c¨®mo es que si una pieza del ecosistema se mueve, por la acci¨®n del hombre (la agricultura migratoria que tumba bosques, por ejemplo) o por el calor excesivo, todo puede trastabillar. Los colibr¨ªes son parte de ese delicado equilibrio.
En junio del 2012, Amy McKiney, una cient¨ªfica de la Universidad de Maryland, public¨® en la revista Ecology un trabajo donde daba cuenta de otro signo preocupante. El colibr¨ª coliancho (Selasphorus platycercus), que vive en Norteam¨¦rica, ten¨ªa problemas para alimentarse de la flor del lirio de los glaciares. La raz¨®n: la planta hoy nace 13 d¨ªas antes de lo esperado.
Salvar a los colibr¨ªes, pero c¨®mo
Eso no le permitir¨ªa a esta especie llegar a tiempo, alimentar a sus polluelos y, por ende, sobrevivir. En rigor, la vida de los colibr¨ªes es muy breve, de c¨®mo m¨¢ximo cuatro a?os, aunque muchos mueren al primer a?o de vida. Por la acci¨®n de los depredadores que los atacan (los gatos dom¨¦sticos, en la ciudad) o porque no alcanzan a alimentarse en el lapso adecuado.
Esa sincron¨ªa entre el clima y el ciclo de los seres vivos, llamada fenolog¨ªa, es lo que estar¨ªa fallando en algunos lugares y podr¨ªa afectar a los colibr¨ªes. En Costa Rica se ha hecho una observaci¨®n similar. Seg¨²n report¨® en noviembre del a?o pasado el diario La Naci¨®n de ese pa¨ªs, la investigadora Mar¨ªa Alejandra Maglianesi encontr¨® especies que se hab¨ªan desplazado.
En una zona de p¨¢ramo encontraron al monta?¨¦s coligris (Lampornis castaneoventris) y al colibr¨ª gorginaranja (Selasphorus scintilla), dos especies que habitan a menor altitud, no en los lugares que ella, con su equipo de la Universidad de Costa Rica, estaba recorriendo, ubicados a m¨¢s de 2.800 metros de altura. La raz¨®n probable, nuevamente: alteraciones en el clima.
Manglaniesi no lo da por seguro, porque, como es obvio, esto requiere de m¨¢s estudios. No obstante, los signos de que el aumento de la temperatura est¨¢ afectando la biodiversidad son crecientes y los colibr¨ªes, a pesar de su pujanza y gran energ¨ªa, comienzan a estar en el rango de peligro. Ya sea si es que migran cortas o grandes distancias (como lo hacen algunos).
En los ¨²ltimos a?os, se han popularizado ¡ªpor la fascinaci¨®n que despiertan estas aves y se dice que tambi¨¦n con fines de conservaci¨®n¡ª los bebederos de colibr¨ªes. En Per¨², este devoto de los colibr¨ªes ha visitado por lo menos dos, donde esta modalidad se ha establecido en lugares de avistamiento de aves, aunque de manera controlada. Algo que requiere gran dedicaci¨®n.
Y entender c¨®mo es la vida de estos seres maravillosos. Para empezar, saber que se alimentan de az¨²cares naturales que est¨¢n en la c¨¢mara de n¨¦ctar, y de peque?os insectos. Pero como su energ¨ªa principal proviene del az¨²car, esta se le puede ofrecer poni¨¦ndola en recipientes con agua. Que, ojo, tendr¨ªa que ser cambiada al menos tres veces al d¨ªa para que no se fermente.
Aleteos de libertad
Sin embargo, lo mejor, de acuerdo a nuestros entrevistados y a varios investigadores, es no perturbar su h¨¢bitat. Si se les quiere atraer es m¨¢s noble y viable poner abundantes flores en un jard¨ªn, no tumbarse al bosque, no aplanar los ecosistemas para poner harto cemento. Entonces ellos vendr¨¢n, a alegrarnos la vida y a abrir con sus aleteos encantadores el velo de la vida.
Sobre los humildes colibr¨ªes hay, finalmente, algunas especulaciones cient¨ªficas. Se afirma que podr¨ªan darnos la ruta para combatir la obesidad, al estudiar c¨®mo queman az¨²cares con suma rapidez (hay una investigaci¨®n de la Human Frontier Science Program Organization al respecto). O que su aerodin¨¢mica (vuelos arriba, atr¨¢s) inspir¨® a los helic¨®pteros.
Son todav¨ªa un misterio y arroban con una facilidad impresionante. El ornit¨®logo ecuatoriano Fernando Ortiz Crespo, ya fallecido, escribi¨® un libro sobre los ellos titulado Historia natural de unas aves casi sobrenaturales. En verdad, lo son. Mientras termino de escribir sobre ellas, un colibr¨ª se ha metido a la sala de la casa y no encuentro una explicaci¨®n a su bella impertinencia.
Art¨ªculo publicado en colaboraci¨®n con la UN Foundation.
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