?Oigan!
COMO quien oye llover. Dios te oiga. Oye t¨², ?qu¨¦ te crees? Oiga, ?me permite una pregunta? O¨ªdo (es decir, enterado). Oy¨® las campanadas del reloj, eran las dos. No quiero o¨ªr una queja m¨¢s. O¨ª un ruido espantoso. He o¨ªdo que tienes novia. O¨ªr, ver y callar. Se oyeron disparos. Como lo oyes. No oigo bien con este o¨ªdo. ?Oiga usted!
Todas estas expresiones est¨¢n a punto de desaparecer o van desapareciendo de nuestra lengua. El porqu¨¦ es un misterio. Resulta dif¨ªcil determinar cu¨¢ndo los cursis horteras (no son t¨¦rminos excluyentes, sino que con frecuencia van juntos) decidieron que el verbo ¡°o¨ªr¡± era ¡°malsonante¡± o por lo menos no ¡°fino¡±, algo tan absurdo como dictaminar lo mismo respecto al verbo ¡°ver¡±. A diferencia de cien mil otras aberraciones, esta no procede del ingl¨¦s mal traducido: en esa lengua a¨²n se distingue perfectamente entre ¡°to hear¡± y ¡°to listen¡±, ¡°o¨ªr¡± y ¡°escuchar¡± respectivamente. Tampoco es un catalanismo contagiado por los much¨ªsimos catalanes con protagonismo en la radio y en la televisi¨®n nacionales. Ellos, en su lengua, diferencian y no confunden ¡°sentir¡± y ¡°escoltar¡±. ?Qu¨¦ ha sucedido para que en el espa?ol de hoy todo se ¡°escuche¡±, hasta las cosas m¨¢s grotescas y menos escuchables? Si me ocupo de la cuesti¨®n es, lo confieso, porque me saca especialmente de quicio. La suplantaci¨®n se da por doquier: en los telediarios, en las pel¨ªculas y series (te¨®ricamente escritas por guionistas que deber¨ªan conocer m¨ªnimamente su lengua), en el habla de la gente, hasta en novelas y en este diario, que en tiempos remotos presum¨ªa de estar escrito correctamente. (Hace poco le¨ª en un titular que no s¨¦ cu¨¢ntas personas ¡°atender¨¢n a la toma de posesi¨®n de Trump¡±, en vez de ¡°asistir¨¢n¡±, que es lo que significa ¡°to attend¡± en el ingl¨¦s que ya pocos traducen; la mayor¨ªa se limita a trasponerlo tal cual, aunque incurra en disparates.)
¡°Escuchar¡± implica siempre duraci¨®n y deliberaci¨®n. Es decir, que lo escuchado no sea ef¨ªmero y que por parte del oyente haya voluntad de atender.
Oigo o leo continuamente incongruencias de este calibre: ¡°Escuch¨¦ disparos¡±. ¡°Se escuch¨® una explosi¨®n tremenda¡±. ¡°El tel¨¦fono va mal, no te escucho¡±. ¡°Me segu¨ªan, o al menos escuch¨¦ pasos a mi espalda¡±. ¡°Se escucharon las campanas de la iglesia¡±. ¡°No te he escuchado llegar¡±. ¡°Sin querer, escuch¨¦ lo que le dec¨ªas¡±. ¡°Se escucha un gran alboroto¡±. Y quiz¨¢ mi favorita: ¡°Llego tarde porque no he escuchado el despertador¡± (o¨ªda, lo juro, en una veterana serie de televisi¨®n). Da verg¨¹enza explicar cosas obvias, pero es el signo de nuestros tiempos. (Tiempos in¨²tiles, sin inter¨¦s y sin avance, si hay que repasar el abecedario continuamente y en todos los ¨¢mbitos.) ¡°O¨ªr¡± y ¡°escuchar¡± se pueden usar indistintamente en algunas ¨Cpocas¨C ocasiones. Se puede o¨ªr o escuchar m¨²sica, la radio, una conferencia, un discurso. Pero ni siquiera en esos casos los dos verbos son absolutos sin¨®nimos. ¡°Escuchar¡± implica siempre duraci¨®n y deliberaci¨®n. Es decir, que lo escuchado no sea ef¨ªmero y que por parte del oyente haya voluntad de atender, de prestar cierta atenci¨®n, aunque sea distra¨ªda. ¡°O¨ªr¡± no implica por fuerza ninguna de esas dos cosas, m¨¢s bien presupone involuntariedad. Las explosiones, los tiros, los ruidos inesperados, los alaridos, el despertador, as¨ª pues, no se escuchan, sino que se oyen. Su sonido alcanza los o¨ªdos, independientemente de que ¨¦stos quieran o no o¨ªrlo. La distancia entre los verbos es parecida (no id¨¦ntica) a la existente entre ¡°ver¡± y ¡°mirar¡±. Nadie dir¨ªa (a¨²n): ¡°Ayer mir¨¦ a Jacinto entrar en un bar de putas¡±, sino ¡°Ayer vi ¡¡± La acci¨®n de entrar es muy breve, no puede ¡°mirarse¡±. Tampoco es que estuvi¨¦ramos apostados a la puerta del bar para controlar qui¨¦nes entraban, sino que por casualidad ¨Cno intencionadamente¨C vimos a Jacinto en mal momento. De la misma forma, asegurar que se ¡°escucharon¡± petardos, o pasos, o voces, es una sandez y una cursiler¨ªa.
Hace ya unos veinte a?os escrib¨ª un art¨ªculo titulado ¡°Breve y arbitraria gu¨ªa estil¨ªstica para detectar farsantes¡±. Mencionaba expresiones o latiguillos que a m¨ª ¨Creconoc¨ªa que mi subjetividad mandaba¨C me serv¨ªan para saber en seguida si quien escrib¨ªa o hablaba era un impostor, un mentecato, un cantama?anas o incluso un hip¨®crita. Al cabo de tanto tiempo, quiz¨¢ deber¨ªa actualizar esa ¡°gu¨ªa¡± alg¨²n domingo. Vaya hoy por delante mi desconfianza hacia cuantos utilizan ¡°estar en sus zapatos¡±, que han copiado literalmente de las novelas y series americanas porque les parece m¨¢s ¡°cool¡± ¨C?como se dice hoy en castellano¨C que sus equivalentes espa?oles m¨¢s certeros, ¡°ponerse en la piel del otro¡± o ¡°no me gustar¨ªa estar en su pellejo¡±. Tambi¨¦n veo farsantes en cuantos utilizan el adjetivo ¡°emocional¡±, que ha desterrado ¡°sentimental¡± o ¡°emotivo¡±, seg¨²n los casos y las circunstancias. De lo que no me cabe duda es de que son pretenciosos catetos los que lo ¡°escuchan¡± todo, hasta el grito de una persona o el ladrido de un perro en mitad de la noche. O viceversa, que todo puede llegar a ser, al paso que vamos.
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