Medir la desesperanza
Al eliminar la pol¨ªtica de pies secos / pies mojados, Obama no solo cort¨® una v¨ªa de escape para los cubanos, sino aument¨® el abatimiento que trae la cr¨®nica ausencia de sue?os, la sensaci¨®n de asfixia generalizada
Las estad¨ªsticas enga?an. Solo reflejan valores mensurables, realidades tangibles. Los organismos internacionales nos atiborran de n¨²meros que miden el desarrollo, la esperanza de vida o el alcance de la educaci¨®n, pero rara vez aciertan en graduar la insatisfacci¨®n, el miedo y el desaliento. Con frecuencia en sus informes se describe a una Am¨¦rica Latina y a sus habitantes encerrados en la inopia de los d¨ªgitos.
Este a?o la regi¨®n tendr¨¢ un tenue crecimiento del 1,3%, seg¨²n ha pronosticado la Comisi¨®n Econ¨®mica para Am¨¦rica Latina y el Caribe (Cepal). Un dato que apenas logra transmitir la envergadura de las vidas que dejar¨¢ arruinadas el renqueante andar de la zona. Los proyectos inconclusos y un largo rosario de dramas sociales se acentuar¨¢n en muchos de estos pa¨ªses en los pr¨®ximos meses. El caldo de cultivo donde brotan los populismos.
Otros art¨ªculos de la autora
Sin embargo, el drama mayor sigue siendo la falta de horizontes que experimentan millones de habitantes de este lado del planeta.
Un haitiano que cruza la selva del Dari¨¦n para llegar a Estados Unidos no lo hace solo impulsado por las m¨ªseras condiciones que vive en su pa¨ªs, los destrozos dejados por los fen¨®menos naturales o las repetidas epidemias que se cobran miles de vidas. El m¨¢s poderoso motor que lo mueve es la desesperanza, la convicci¨®n de que en su tierra no tendr¨¢ nuevas oportunidades.
No atisbar el fin de la violencia empuja a otros tantos centroamericanos a escapar de sus pa¨ªses. En varias de estas naciones las pandillas se han vuelto un mal entronizado, la corrupci¨®n ha corro¨ªdo el andamiaje interior de las instituciones y los pol¨ªticos van de un esc¨¢ndalo en otro. El desaliento promueve entonces una respuesta muy diferente a la que genera la indignaci¨®n. El primero suscita escapar, la segunda rebelarse.
Mientras tanto, en esta isla del Caribe, millones de seres humanos rumian su propia desilusi¨®n. Por d¨¦cadas los cubanos huyeron movidos por la persecuci¨®n pol¨ªtica, los problemas econ¨®micos y el hast¨ªo. Hasta el pasado 12 de enero esa sensaci¨®n de asfixia generalizada ten¨ªa una salida, se llamaba pol¨ªtica de pies secos / pies mojados y el presidente Barack Obama la elimin¨® a pocos d¨ªas de concluir su segundo mandato.
Las estad¨ªsticas no registran la frustraci¨®n que atenaza a millones de habitantes de este lado del planeta
Los m¨¢s ac¨¦rrimos cr¨ªticos de aquel privilegio migratorio aseguran que incentiv¨® las deserciones y las salidas ilegales. Hay quienes critican tambi¨¦n su injusto car¨¢cter al beneficiar con prerrogativas a quienes no escapaban de un conflicto b¨¦lico, un genocidio o un cataclismo natural. Olvidan entre sus argumentos que el desaliento tambi¨¦n merece ser tenido en cuenta y computado en cualquier f¨®rmula que intente descifrar la fuga masiva que afecta a una naci¨®n.
Un error similar al que cometen los organismos como la FAO, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados o la Cepal que se especializan en medir par¨¢metros al estilo de la cantidad de calor¨ªas ingeridas cada d¨ªa, el efecto del cambio clim¨¢tico en los desplazamientos humanos o las d¨¦cimas que decreci¨® el Producto Interno Bruto de una naci¨®n. Sus reportes y declaraciones jam¨¢s sopesan la energ¨ªa que se acumula bajo la frustraci¨®n, el peso que tiene la decepci¨®n o la impotencia en toda migraci¨®n.
Cuando m¨¢s de tres generaciones de individuos han vivido bajo un sistema pol¨ªtico y econ¨®mico que no evoluciona ni progresa, se extiende entre ellos la convicci¨®n de que esa situaci¨®n es eterna e inmutable. Llegan a perder el horizonte y en sus mentes echa ra¨ªces la idea de que nada puede hacerse para cambiar el statu quo. A ese punto han ido arribando muchos de los nacidos en Cuba despu¨¦s de enero de 1959 y que crecieron con la convicci¨®n de que todo hab¨ªa sido hecho por otros que los antecedieron.
Eso explica que un joven que poco antes dorm¨ªa bajo un techo en La Habana ten¨ªa acceso a una cantidad limitada, pero segura, de alimentos a trav¨¦s del mercado racionado y pasaba sus largas horas libres en el banco de un parque se lance al mar en una balsa a merced de los vientos y de los tiburones. La falta de perspectivas est¨¢ detr¨¢s tambi¨¦n de una buena parte de los casos de migrantes isle?os que han terminado en los ¨²ltimo a?os en manos de traficantes de personas en Colombia, Panam¨¢ o M¨¦xico.
Washington no solo ha cortado una v¨ªa de escape, sino que la decisi¨®n de la Casa Blanca ha terminado por subir los grados de ese abatimiento que trae la cr¨®nica ausencia de sue?os que caracteriza al pa¨ªs. La Ley de Ajuste Cubano, implementada desde 1966, se mantiene para quienes logren probar que son perseguidos pol¨ªticos, pero la sensaci¨®n m¨¢s extendida entre los potenciales migrantes es la de haber perdido una ¨²ltima posibilidad de alcanzar un futuro.
Una barrera burocr¨¢tica es poca cosa para quienes creen que en su patria no les queda nada por hacer
Sin embargo, ese menoscabo de la ilusi¨®n tiene pocas posibilidades de transmutarse en rebeli¨®n. La teor¨ªa de la olla de presi¨®n social a la que Obama ha cerrado la v¨¢lvula de escape para que el fuego de las estrecheces internas y la represi¨®n la hagan estallar suena bien como met¨¢fora, pero no incluye algunos importantes ingredientes. Entre ellos la resignaci¨®n que desarrollan los individuos sometidos a realidades que se presentan como inmutables.
La creencia de que nada puede hacerse y nada cambiar¨¢ se mantiene por estos lares como el principal est¨ªmulo para levar anclas y partir hacia cualquier rinc¨®n del planeta. La olla no estallar¨¢ con un mar de gente en las calles derrocando al Gobierno de Ra¨²l Castro y entonando himnos en ese so?ado ¡°d¨ªa D¡± que tantos se cansaron de esperar.
Quienes crean que el cierre de una puerta migratoria actuar¨¢ como el chasquido de los dedos que despierta a una sociedad hipnotizada a la conciencia c¨ªvica, se equivocan. La cancelaci¨®n de esa pol¨ªtica de beneficios en territorio estadounidense no alcanza para crear ciudadanos.
Una nueva barrera burocr¨¢tica es poca cosa ante quienes consideran que han tocado su techo de vuelo y que en su patria no les queda ya nada por hacer. Esa callada convicci¨®n nunca aparecer¨¢ en las tablas, los gr¨¢ficos de barras ni los esquemas con que los especialistas explican las causas de los ¨¦xodos y los desplazamientos. Pero desconocerla les hace no comprender tan prolongada escapada.
Lejos de los informes y de las estad¨ªsticas que todo lo quieren explicar, la desesperanza llevar¨¢ a los migrantes cubanos hacia otros lares, reorientar¨¢ su ruta hacia nuevos destinos. En lejanas latitudes florecer¨¢n comunidades que degustar¨¢n su consabido plato de arroz con frijoles y seguir¨¢n diciendo la palabra ¡°chico¡± ante muchas de sus frases. Son esos que soltar¨¢n una lagrimita cuando vean en el mapa ese trozo de tierra largo y estrecho donde un d¨ªa tuvieron sus ra¨ªces, pero sobre el que nunca pudieron dar frutos.
Yoani S¨¢nchez es periodista cubana y directora del diario digital 14ymedio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.