El ocaso de la quiniela, un signo m¨¢s de los tiempos
Las apuestas deportivas y los juegos en l¨ªnea seducen m¨¢s (a veces demasiado) a los j¨®venes.
No hace tanto, quienes buscaban un golpe de suerte definitivo en la vida jugaban a la quiniela. M¨¢s prometedora que la loter¨ªa y m¨¢s accesible que el casino, la quiniela catalizaba tantos sue?os que se convirti¨®, con las retransmisiones radiof¨®nicas del f¨²tbol, en un cl¨¢sico del fin de semana. Conforme se suced¨ªan los partidos ¡ª1, X, 2¡ª, los sue?os se iban desvaneciendo, excepto para aquellos poqu¨ªsimos afortunados que lograban el pleno al 14 o al 15. Ahora la quiniela anda de capa ca¨ªda. Ha perdido el aura. En ocho a?os, la recaudaci¨®n ha ca¨ªdo un 58%, de los 10,3 millones de euros por jornada, a 4,4. De 557 millones de euros por temporada a 268.
Las causas tienen que ver con ciertos cambios que se han sucedido en el mundo del f¨²tbol, pero no son las ¨²nicas. La dispersi¨®n de los partidos ha podido afectar, sin duda, al atractivo de la apuesta. Los nuevos horarios descuelgan partidos importantes de primera divisi¨®n y obligan a colocar m¨¢s de segunda. Algo ha podido influir tambi¨¦n la reforma tributaria que grava con un 20% los premios de m¨¢s de 2.500 euros. Pero sin duda el principal factor tiene que ver con algunas transformaciones sociol¨®gicas que definen el signo de nuestros tiempos. Lo demuestra el hecho de que la quiniela ha perdido recaudaci¨®n mientras aumentaba la cantidad global de dinero destinada a juegos y apuestas. En 2015 esta alcanz¨®, seg¨²n datos de la Direcci¨®n General de Ordenaci¨®n del Juego, 33.396 millones de euros, un 11,5% m¨¢s que en 2015. Y mientras la quiniela perd¨ªa preferencias, las apuestas deportivas y juegos en Internet, como el p¨®quer, se disparaban. En 2105 recaudaron 8.134 millones, el 25,64% de todo lo que se jug¨® ese a?o y un 30,4% m¨¢s que el anterior.
Este trasvase tiene que ver con la brecha tecnol¨®gica y generacional, pero tambi¨¦n con las nuevas actitudes que caracterizan la mentalidad de los millennials. El perfil mayoritario de quienes juegan en la Red son hombres de entre 26 y 35 a?os, universitarios y con buen nivel de ingresos. Jugar a la quiniela implica demorar la satisfacci¨®n. Hay que esperar al fin de semana, comprobar cada partido y solo al final de un largo proceso se llega a despejar la inc¨®gnita. En el juego on-line se puede apostar a cualquier hora, a cr¨¦dito, de forma an¨®nima y la recompensa o la frustraci¨®n son inmediatas. Nada de dilaciones y esperas. Las apuestas deportivas permiten jugar poco dinero, y ganar tambi¨¦n poco, pero sin demoras. Quienes juegan dominan las matem¨¢ticas como para saber que acertar el pleno al 15 de la quiniela o llevarse el bote del Euromill¨®n tiene apenas una posibilidad entre millones. M¨¢s pragm¨¢ticos o m¨¢s precarios, los j¨®venes juegan poco para ganar algo.
Pero las mismas caracter¨ªsticas que lo hacen atractivo son las que lo convierten en m¨¢s peligroso: es muy f¨¢cil caer en la adicci¨®n. Si en el juego presencial se estima que hace falta jugar entre seis y ocho a?os para convertirse en lud¨®pata, en este tipo de apuestas bastan uno o dos. En apenas cuatro a?os desde su regulaci¨®n, el juego en l¨ªnea se ha convertido en la segunda causa de tratamiento por ludopat¨ªa, algo que no ocurre entre quienes suelen jugar a la quiniela.
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