Una frontera excesiva
HE AQU? a la conocida como ¡°ni?a ¨¢rbol¡± de Banglad¨¦s. En realidad se llama Sahana Khatun y es v¨ªctima de una rar¨ªsima enfermedad que se manifiesta con verrugas de aspecto vegetal que se distribuyen por el rostro. Si lo que le ocurre a esta cr¨ªa, y a cuatro o cinco personas m¨¢s en todo el mundo, en lugar de salir de la realidad y hacer da?o, hubiera salido de un cuento y resultara ben¨¦fico, nos encantar¨ªa de verdad. Imaginemos que de s¨²bito, en vez de nacer con pelo, naci¨¦ramos con hojas. Hojas de todos los tama?os y colores, dependiendo de la forma o el volumen del cr¨¢neo. O, mejor a¨²n, con flores. Traten de ver la cabeza de la persona amada recubierta de diminutos alel¨ªes, de an¨¦monas, de cal¨¦ndulas, de clavelinas. Supongan que en vez de arrancarnos un pelo, como hacemos en momentos de desesperaci¨®n, pudi¨¦ramos arrancarnos un crisantemo o un narciso. Pero no nos pongamos estupendos. Nos conformar¨ªamos con que sobre el cuero cabelludo de algunos de nosotros, y sustituyendo al aparato capilar, nos naciera una mata de c¨¦sped que pudi¨¦ramos peinarnos con los dedos.
En justa reciprocidad, en el mundo vegetal crecer¨ªan asimismo labios u orejas y delicados p¨¢rpados, con sus correspondientes pupilas, que regalar¨ªamos en ramos, y por su cumplea?os, a los seres queridos. ?Mira qu¨¦ mata tan bella de narices!, dir¨ªamos ante un cactus de cuyo tronco salieran decenas de estos ap¨¦ndices respiratorios. ?Y qu¨¦ vagina tan delicada la que se manifiesta en la rama de ese abedul! ?Acaso no perciben ustedes una frontera excesiva entre el mundo animal y el de las plantas?
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