?Sabe usted sexar un pollo?
LA DE SEXADOR de pollos es una profesi¨®n que ha dado y contin¨²a dando pie a multitud de bromas. Este trabajo, no obstante, es absolutamente real.
A simple vista resulta muy dif¨ªcil distinguir si un pollo es macho o hembra, a veces imposible, dado que no presentan caracteres sexuales externos claramente diferenciados. En 1933, los profesores japoneses Masui y Hashimoto publicaron una t¨¦cnica para reconocer el sexo del animal mediante la observaci¨®n de la cloaca (la porci¨®n final del intestino). Se trata de un procedimiento r¨¢pido y eficaz, con una probabilidad de error insignificante. Pero no es una habilidad que se pueda ense?ar, ni aprender: el sexador de pollos distingue el sexo del animal que est¨¢ evaluando, pero no sabe por qu¨¦ lo sabe. Solo se puede adquirir el conocimiento mediante la t¨¦cnica de ¡°aprendizaje por tanteo¡±, coloc¨¢ndose junto a un experto. Pasado el tiempo, el aprendiz habr¨¢ obtenido esta habilidad, pero tampoco comprender¨¢ por qu¨¦, ni c¨®mo, ni tendr¨¢ la capacidad de ense?ar al siguiente principiante. Simplemente, lo sabr¨¢.
?C¨®mo es posible que esto suceda? Se llama ¡°aprendizaje preconsciente¡±, y nos pasa a todos, aunque no todos tengamos la habilidad de sexar pollos.
Para optimizar el rendimiento cerebral, no somos conscientes de cada percepci¨®n, de cada movimiento. La mente consciente se encuentra muy alejada del centro de la acci¨®n del cerebro; de otro modo ser¨ªa agotador, ineficaz. Casi todo es autom¨¢tico, solo escuchamos susurros de la actividad que subyace a los diferentes actos de nuestras vidas.
¡°Hay alguien en mi cabeza, pero no soy yo¡±. ¡ª Pink Floyd.
A lo largo del d¨ªa tomamos miles de decisiones inconscientes. Las de abrir la nevera, coger la leche, el caf¨¦, determinar qu¨¦ cantidad de cada uno servir en nuestra taza¡ se toman autom¨¢ticamente. Sin embargo, si ayer nos comprometimos a iniciar una dieta, posiblemente hoy dudemos en el momento de coger la leche. ?Entera o desnatada? El titubeo permanecer¨¢ unos d¨ªas, hasta que se convierta en mec¨¢nico decantarse por el envase rosa.
Decisiones menos cotidianas pueden ser completamente inconscientes. El propio instinto de supervivencia, en un momento de peligro, nos impulsar¨¢ a manejar el coche de una forma autom¨¢tica si se cruza un animal en nuestro camino. Si tuviera que pasar por la consciencia, la resoluci¨®n llegar¨ªa demasiado tarde. Se trata de un sistema tan evolucionado que ya ha incorporado en su propio proceso de toma de decisiones variables perceptivas, cualidades f¨ªsicas y de almacenamiento de memoria, pero tambi¨¦n tiene una intensa conexi¨®n con la atenci¨®n y la inhibici¨®n de la conducta. Por ejemplo, si se cruza un animal peque?o, la tendencia ser¨¢ a atropellarlo casi sin inmutarnos. Si se trata de un jabal¨ª, el proceso requerir¨¢ un mayor nivel de atenci¨®n, y la propensi¨®n ser¨¢ a dar un golpe de volante para esquivarlo: por su peso, atropellarlo puede resultar m¨¢s peligroso para nuestra supervivencia que para la suya. Sin embargo, si un animal peque?o se cruza en nuestro camino y nuestro preconsciente observa que podr¨ªa tratarse de un ser humano, intentar¨¢ inhibir tanto la conducta de atropello como la de la esquiva, entrando as¨ª un nuevo elemento en el proceso de toma de decisiones. En este caso se necesita ya la intervenci¨®n del l¨®bulo prefrontal, por lo que la resoluci¨®n deja de ser autom¨¢tica. Finalizado el suceso, probablemente necesitemos detenernos un instante para serenarnos, pues seremos conscientes de que ha sucedido o ha podido suceder algo terrible. Todo este proceso de percepci¨®n de variables y elementos de la toma de decisiones est¨¢ siendo actualmente objeto de intenso estudio, con el fin de trasladarlo a desarrollos tecnol¨®gicos como la conducci¨®n aut¨®noma.
¡°En cada uno de nosotros hay otro al que no conocemos¡±. ¡ª Carl Jung.
Desde un punto de vista puramente intelectual, cognitivo, tambi¨¦n tomamos decisiones preconscientes. Cuando tenemos que dar respuesta a una pregunta, lo primero que nos viene a la cabeza es, con frecuencia, lo correcto. Si nos paramos a analizarlo, puede que lleguemos a deducir qu¨¦ nos hizo contestar as¨ª. Quiz¨¢ recordemos por qu¨¦ lo sab¨ªamos, d¨®nde lo hab¨ªamos le¨ªdo, visto u o¨ªdo. Sin embargo, no es raro que conozcamos la respuesta y no sepamos de d¨®nde procede ese conocimiento. Puede que nunca desentra?emos qu¨¦ nos ha ayudado a acertar. La brecha que separa el conocimiento de la consciencia puede ser enorme.
El cerebro es un mundo en el que parece que, adem¨¢s de uno mismo, existe otro ser que act¨²a de manera independiente para solucionar las actividades de la vida cotidiana sin implicarnos a nosotros en cada paso. Un ser que sabe a veces m¨¢s que nosotros, que es m¨¢s r¨¢pido y eficaz. Sin embargo, ese mundo no ser¨ªa humano si la evoluci¨®n no nos hubiera ofrecido la corteza prefrontal, que nos obliga a pensarnos dos veces qu¨¦ hacer antes de tomar las decisiones adecuadas para garantizar un proyecto de vida.
Y aviones de la Luftwaffe
Durante la Segunda Guerra Mundial, el reconocimiento visual de aviones era una habilidad importante, dado que las aeronaves no dispon¨ªan de equipos electr¨®nicos para la identificaci¨®n del enemigo. En su libro Inc¨®gnito: Las vidas secretas del cerebro, David Eagleman cuenta que, en Reino Unido, una serie de entusiastas de la aviaci¨®n se ¡°especializaron¡± en reconocer si la aeronave que sobrevolaba sus cabezas pertenec¨ªa a las fuerzas aliadas o bien al Ej¨¦rcito alem¨¢n. Lo hac¨ªan sin una formaci¨®n espec¨ªfica y de lejos, sin poder ver apenas los aparatos. Se trataba de una habilidad extra?a: casi nadie pod¨ªa diferenciar los aviones atendiendo solo al sonido, la forma de volar u otras caracter¨ªsticas f¨¢cilmente perceptibles. Al preguntarles c¨®mo lo hac¨ªan ¨Ccon intenci¨®n de entrenar a los equipos militares¨C, no sab¨ªan explicarlo. Fueron, adem¨¢s, incapaces de ense?ar a sus aprendices. En tiempos de guerra no sobran los puestos de trabajo, y estas personas, sin saber por qu¨¦, adquirieron una habilidad que no solo acab¨® siendo remunerada por el Gobierno brit¨¢nico, sino que los convirti¨®, en cierto modo, en h¨¦roes.
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