La fr¨¢gil vuelta a casa de los desplazados de Bangui

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Un a?o m¨¢s en la oscuridad

M¨¢s inseguridad para la Rep¨²blica Centroafricana

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Cuando despu¨¦s de Navidades regres¨¦ a Bangui y aterric¨¦ en el aeropuerto me dio la sensaci¨®n de llegar a un lugar completamente distinto. La capital centroafricana acog¨ªa hasta hace apenas un mes un campo de desplazados al lado de la pista. Se hab¨ªa convertido en el icono de la crisis centroafricana. M¡¯Poko lleg¨® a albergar 100.000 personas que malviv¨ªan entre hangares y bajo las alas de aviones y ve¨ªas como los ni?os correteaban por la pista al lado de los aviones que despegaban y aterrizaban.

Para los que trabajamos aqu¨ª, el cierre de M¡¯Poko ha sido el inicio de otra etapa. La misma crisis pero con otras necesidades. Tras un intenso debate sobre su futuro, el Gobierno lo cerr¨® en enero, dejando a las m¨¢s de 28.000 personas que a¨²n quedaban all¨ª en un futuro incierto.

Pero M¡¯Poko no es el ¨²nico que ha desaparecido. Los cerca de 20 campos de desplazados de Bangui han empezado a vaciarse desde que el Gobierno impuls¨® la operaci¨®n ¡°Noel a la Maison¡± (Navidad en casa), casi una paradoja cuando la mayor¨ªa de ellos no tiene un techo donde cobijarse.

El Gobierno est¨¢ impulsando que los que se vieron obligados a quedarse tres a?os debajo una lona regresen a casa, aunque no tengan a d¨®nde. Las familias que se han acogido a este programa de retorno voluntario reciben 50.000 CFA, unos 70 euros, y con esto deben empezar de nuevo. No es nada f¨¢cil. La mayor¨ªa tiene su casa en ruinas, los precios de los alquileres han subido y tienen varios hijos y familiares a su cargo.

Adem¨¢s, las condiciones de seguridad en las zonas donde regresan es a¨²n muy fr¨¢gil y en cualquier momento pueden tener que huir de nuevo.

Campos vac¨ªos

La semana pasada fuimos a los campos de desplazados donde trabajamos, como todos los d¨ªas desde 2014. A finales del a?o pasado ten¨ªamos que contornear toda la ciudad para llegar, pero desde hace unos meses la relativa seguridad que vive la ciudad de Bangui nos permite atajar y llegar m¨¢s r¨¢pido. Es verdad que todo parece m¨¢s calmado, pero ?hasta cu¨¢ndo?, me pregunto.

Llegamos a Carmel. Este campo hab¨ªa llegado a acoger m¨¢s de 2.600 personas, pero ahora s¨®lo quedan 200: s¨®lo quedan algunas familias arrinconadas debajo de un ¨¢rbol. All¨ª encontramos a Laura Dudesa y Rita Tangoma. Rita ha vivido y trabajado aqu¨ª como higienista de Oxfam desde que se qued¨® sin casa: ¡°Queremos marcharnos pero a¨²n no hemos pensado a d¨®nde ir. Nuestra casa est¨¢ destruida, por eso nos seguimos quedando en Carmel. Estamos casi solos, adem¨¢s muchos de los que ya se fueron se llevaron el material comunitario como las letrinas¡±.

M¡¯Poko lleg¨® a albergar 100.000 personas que malviv¨ªan entre hangares

Seguimos. Vamos a Trinit¨¦, un descampado al lado de una iglesia d¨®nde hab¨ªan casi 300 personas. Ahora s¨®lo quedan 70 que esperan recibir la ayuda del Gobierno para entrar en sus barrios de nuevo: ¡°Aunque aqu¨ª hemos reconstruido nuestras vidas como hemos podido, esto es como una c¨¢rcel. Yo s¨®lo espero irme aunque en mi barrio no haya servicios.¡± dice Nicole Ouabangue.

En los lugares d¨®nde hab¨ªan vivido ahora hace tres a?os la situaci¨®n a¨²n es muy fr¨¢gil: se han convertido en barrios fantasmas que ahora se est¨¢n empezando a llenar de antiguos vecinos que regresan para intentar reconstruir sus vidas. Muchos las est¨¢n reconstruyendo con sus propias manos, haciendo los ladrillos y limpiando lo que queda de ellas. No hay servicios b¨¢sicos: ni agua, ni luz, ni infraestructuras sanitarias en condiciones.

Service Chantal tiene 42 a?os y ocho hijos a su cargo. Asegura que fue la segunda en regresar a Fondo, uno de los barrios m¨¢s afectados por la violencia y la destrucci¨®n, despu¨¦s de estar tres a?os en M¡¯Poko: ¡°Estoy reconstruyendo yo misma mi casa. No es nada f¨¢cil pero tengo esperanza en que todo va a ir bien¡±, asegura mientras levanta un ladrillo para seguir con el arduo trabajo.

Algunos se han llevado las lonas que utilizaban en el campo de desplazados porque no tienen d¨®nde cobijarse. Durante el d¨ªa reconstruyen sus casas, y por la noche duermen debajo de la lona, como hac¨ªan en M¡¯Poko. Poco ha cambiado, aunque parad¨®jicamente all¨ª ten¨ªan acceso a servicios m¨ªnimos como agua, luz y letrinas gracias al apoyo de las agencias humanitarias y las ONG.

Los escombros de las casas siguen all¨ª desde hace tres a?os y con la llegada la estaci¨®n seca las serpientes se han escondido en la maleza. ¡°Las hay por todas partes y por la noche a veces a¨²n escuchamos detonaciones de armas¡±, dice Ivonne Thaelame que ha vuelto al barrio de Fondo.

En algunos casos aseguran que estaban mejor en M¡¯Poko que en su propio barrio. ¡°Aqu¨ª tengo miedo. Si vuelve a haber enfrentamientos, yo vuelvo al aeropuerto¡±, sentenci¨® Ivonne.

Y as¨ª fue. El pasado fin de semana el asesinato de un l¨ªder local desencaden¨® de nuevo enfrentamientos armados que provocaron el p¨¢nico entre la poblaci¨®n. Cerca de 1.000 personas volvieron a huir al aeropuerto de M¡¯Poko, poniendo de manifiesto que a¨²n queda mucho por hacer para que la vuelta a casa sea tranquila y puedan pasar las pr¨®ximas navidades, como prometi¨® el Gobierno, en su casa.