En defensa de la correcci¨®n pol¨ªtica
En la era de Donald Trump arrecian de nuevo el machismo, la homofobia y el racismo
Que un homosexual como Milo Yiannopolous se haya convertido en un icono de la libertad de expresi¨®n por sus comentarios hom¨®fobos ha sido s¨®lo posible en la Am¨¦rica de Donald Trump, donde cualquiera, empezando por el presidente, se cree capaz de afirmar cualquier cosa, por falsa o injuriosa que sea, con la excusa de que no hacerlo es someterse a la dictadura de la correcci¨®n pol¨ªtica. Nadie, por muy gay que sea, deber¨ªa verse legitimado para decir cosas como las que ha dicho Yiannopolous: ¡°Los homosexuales no nacen as¨ª. La educaci¨®n hace a los gais. Todos preferir¨ªamos tener hijos heterosexuales para darles una vida feliz. Las lesbianas no existen¡±.
Aun as¨ª, ah¨ª lo tienen: ¨ªdolo de la nueva derecha alternativa; periodista de ¨¦xito; conferenciante en universidades; premiado con un avance de 250.000 d¨®lares por su autobiograf¨ªa. Todo, porque su homosexualidad le permite decir de los gais lo que muchos conservadores piensan pero no se atreven a verbalizar. El problema ha llegado cuando, como v¨ªctima de abusos sexuales en la infancia se ha permitido decir de los pederastas algo que ha escandalizado a esos mismos conservadores: ¡°La atracci¨®n sexual hacia alguien con 13 a?os, que es sexualmente maduro, no es pedofilia¡±.
El propio Trump ha denunciado en incontables ocasiones el insoportable peso de la correcci¨®n pol¨ªtica sobre sus hombros. Despu¨¦s de que 49 personas murieran en una discoteca en Orlando en un tiroteo ocurrido hace un a?o, el presidente proclam¨®: ¡°Han colocado la correcci¨®n pol¨ªtica por encima del sentido com¨²n, por encima de nuestra seguridad, por encima de todo. Pero yo me niego a ser pol¨ªticamente correcto¡±. Quit¨¢ndose el mencionado yugo, Trump se atrev¨ªa a denunciar que los musulmanes est¨¢n invadiendo Am¨¦rica, y cierto es que el autor de la masacre era musulm¨¢n, aunque tambi¨¦n era estadounidense, nacido en Nueva York.
Los homosexuales no nacen as¨ª. La educaci¨®n hace a los gais. Todos preferir¨ªamos tener hijos heterosexuales para darles una vida feliz Milo Yiannopolous
?De d¨®nde viene este malestar con la correcci¨®n pol¨ªtica? En realidad de lejos. El concepto naci¨® en la contracultura de los a?os 60 y se expandi¨® en las universidades en los 90 como una forma educada, correcta y respetuosa de abordar asuntos tan variados como la raza, el g¨¦nero o la orientaci¨®n sexual. Se apropiaron de ¨¦l los movimientos feministas, ecologistas y progresistas porque consideraban que el patriarcado blanco y heterosexual hab¨ªa trasladado su dominio tambi¨¦n a la cultura.
Bajo el manto de la correcci¨®n pol¨ªtica se halla la creencia en la igualdad de los seres humanos. Gracias a esos movimientos, dej¨® de ser aceptable decir que las mujeres son el sexo d¨¦bil, los homosexuales unos desviados y las personas de raza negra inferiores, cosas que hoy nos pueden escandalizar pero que hace s¨®lo unas d¨¦cadas no eran censuradas en p¨²blico. En ¨²ltima instancia, a la correcci¨®n pol¨ªtica le debemos que dos hombres o dos mujeres se puedan besar en p¨²blico, que los ni?os transexuales puedan elegir nombre y ba?o o que la raza no sea elemento de discriminaci¨®n.
Piensen en 2008: ?qu¨¦ mayor prueba de igualdad que la de ver, al fin, a un afroamericano en la Casa Blanca? (Las mujeres deben esperar). No tan r¨¢pido: EE UU no estaba tan preparado como muchos pens¨¢bamos para tener un presidente negro.?
En los m¨ªtines del Tea Party contra la reforma sanitaria a los que asist¨ª en Virginia en 2010 me sorprendi¨® la proliferaci¨®n de lo que hoy llamamos noticias falsas o posverdad y entonces eran meros bulos. Aquellos votantes republicanos, todos blancos y de clase media, dec¨ªan que hab¨ªan le¨ªdo ¡°en Internet¡± que en realidad Obama hab¨ªa nacido en Kenia o Indonesia. No era, no pod¨ªa ser, americano. Dado su curr¨ªculum ¨Ceducado en Harvard, abogado en Chicago, senador en Washington¨C el ¨²nico motivo para pensar semejantes cosas era su raza.
De hecho, era evidente que en el fuero interno de muchos de aquellos republicanos que ahora han votado a Trump la verdadera existencia de un presidente de raza negra s¨®lo pod¨ªa atribuirse a a?os de deriva nacional por la insoportable dictadura de la correcci¨®n pol¨ªtica. Obama era el s¨ªmbolo de a?os de empleos derivados al tercer mundo, riqueza redistribuida y f¨¢bricas y minas cerradas. Era el candidato de la globalizaci¨®n, de la dignidad del tercer mundo, del pacifismo y la igualdad. El l¨ªder pol¨ªticamente correcto por antonomasia.?
Ah¨ª entra Trump en escena. El magnate, hasta entonces un buf¨®n de la telerrealidad, dio p¨¢bulo a aquellas falsedades y las convirti¨® en su ¨²nico argumento para presentarse a las primarias republicanas. La presidencia de las noticias falsas comenzaba a gestarse ya con una mentira. Trump oblig¨® en 2011 al presidente de la primera potencia mundial a hacer p¨²blico su certificado de nacimiento para demostrar que hab¨ªa nacido en Hawaii. Imaginen lo mismo pero con Ronald Reagan o George W. Bush. Impensable.?
Han colocado la correcci¨®n pol¨ªtica por encima del sentido com¨²n, por encima de nuestra seguridad, por encima de todo?? Donald Trump
Para Trump, no todos somos iguales. El presidente est¨¢ convencido de que los estadounidenses son mejores, por eso su lema de ¡°Am¨¦rica primero¡±. En su mundo, ¨¦l no puede ser hom¨®fobo porque tiene amigos gais; tampoco puede ser antisemita porque su yerno es jud¨ªo; y desde luego no es racista porque tiene a un negro en su Gobierno. Del machismo y de aquellos comentarios de 2005 sobre coger a las mujeres de sus partes privadas, mejor ni hablarle, porque su hija es una de sus principales consejeras y, en general, suele escuchar lo que dicen las mujeres. ?Es eso una raz¨®n de peso? Para Trump s¨ª.
Y si el supuesto l¨ªder del mundo libre se comporta as¨ª, ?por qu¨¦ no un comentarista como Yiannopolous? ?O un medio de comunicaci¨®n como Breitbart News? ?O el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer? En mayor o menor grado, todos ellos mienten con la excusa de la supuesta dictadura de la correcci¨®n pol¨ªtica, que tachan de control progresista del pensamiento. Y nada m¨¢s lejos. Cada cual puede pensar lo que quiera, por machista, racista u hom¨®fobo que sea. Lo ¨²nico que se les pide es que sepan cu¨¢ndo guardarse sus pensamientos para ellos mismos.
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