El peligro acecha fuera (2)
Los mosquitos transmisores de la malaria son listos: se adaptan a todo remedio y obligan a buscar soluciones creativas. En el Instituto de Salud de Ifakara (Tanzania) lo saben bien
La lucha contra la malaria ha logrado ¨¦xitos importantes en los ¨²ltimos 20 a?os, pero los mosquitos que transmiten la enfermedad se adaptan y encuentran la manera de burlar incluso las medidas profil¨¢cticas de probada eficacia. Por eso, para erradicarla de verdad se impone aplicar soluciones totalmente originales.
Cocinar, comer, ir a buscar agua, lavar, charlar¡ En la ciudad de Ifakara, en el interior de Tanzania, las caba?as son demasiado peque?as para tanta actividad. Aqu¨ª la gente es pobre. En la mayor¨ªa de las casas caben una, o, a lo sumo, dos camas. Y, salvo dormir, todo se hace en el exterior. Y en el exterior es donde est¨¢n los mosquitos, ese peligro mortal. Uno de los significados de la palabra ifakara es ¡°el sitio donde yo muero¡±.
En ?frica, cada dos minutos muere un ni?o de malaria. Los s¨ªntomas caracter¨ªsticos son accesos de fiebre, alteraciones del estado de conciencia y fallos en el funcionamiento de los ¨®rganos. Los agentes pat¨®genos se pueden reproducir en unas 30 variedades de mosquitos an¨®feles y llegar a la sangre a trav¨¦s de una picadura.
El valle del Kilombero, que rodea Ifakara, es una de las zonas de ?frica m¨¢s gravemente afectadas por la enfermedad. ¡°Cuando llegu¨¦ aqu¨ª, era imposible contar los mosquitos que atrap¨¢bamos para los muestreos con la ayuda de unas sencillas trampas de luz. Ten¨ªamos que pesarlos¡±, explica el irland¨¦s Gerry Killeen, que lleva 15 a?os investigando en el Instituto de Salud de Ifakara (IHI, por sus siglas en ingl¨¦s), un centro para el estudio de la malaria reconocido internacionalmente. ¡°A veces, al cabo de una noche, el recipiente de las trampas para atrapar los mosquitos estaba hasta arriba", recuerda.
Hoy en d¨ªa las cosas han cambiado. En Ifakara, pr¨¢cticamente todo el mundo duerme bajo una mosquitera. Como los mosquitos an¨®feles pican sobre todo de noche, as¨ª se les priva de su sustento. Las redes impregnadas de insecticida han sido la principal contribuci¨®n a que, desde el a?o 2000, la tasa de mortalidad haya descendido un 60% y los contagios se hayan reducido en un tercio.
La lucha contra los ¡®chupasangre¡¯ (1)
"Se ruega no sustraer, mover, ni abrir", dice en las docenas de cubos blancos que Sularto y sus compa?eras Rindhi y Nida meten en sus bolsos bandolera antes de montar en las motos. Los tres colaboradores del proyecto Eliminate Dengue se dirigen a Kricak, un barrio del noroeste de la ciudad indonesia de Yogyakarta.
Este es el cap¨ªtulo que precede a este reportaje, de una serie de tres. Sigue leyendo en este enlace
En esta localidad tanzana, en la d¨¦cada de los ochenta una persona sufr¨ªa una media de 2000 picaduras infecciosas al a?o. Hoy son 18. En el resto del mundo, las cifras tambi¨¦n dan motivos para la esperanza, aunque, a primera vista, no lo parezca. Seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, 2.300 millones de personas viven en zonas de riesgo, y 212 millones contrajeron malaria por primera vez el a?o pasado. Esto supone un retroceso de las cifras del 18% con respecto a 2000. Parece, pues, que es posible derrotar a la enfermedad.
Pero los mosquitos no ponen de su parte. A pesar de todos los esfuerzos, siguen volando, picando y matando. El n¨²mero de casos se ha estancado tras los avances conseguidos. Es como darse contra un muro; como si el enemigo al que se cre¨ªa vencido cobrase nuevas fuerzas. En Ifakara, los investigadores tratan de desentra?ar el misterio por el cual m¨¢s del 10% de los habitantes del valle del Kilombero siguen teniendo agentes pat¨®genos en la sangre aunque duerman al abrigo de las mosquiteras. ¡°Si partimos de la idea de que los mosquitos an¨®feles solo pican de noche, es sorprendente que, a pesar de todo, haya a¨²n tanta malaria¡±, reflexiona Fredros Okumu, director cient¨ªfico del IHI.
Okumu intenta descubrir las causas de esta resistencia con la colaboraci¨®n de los habitantes del valle, que, a cambio de una peque?a retribuci¨®n, buscan sitios donde haya m¨¢s insectos de lo normal o hacen de se?uelos humanos sent¨¢ndose durante horas bajo una mosquitera a la que se han fijado varias trampas. Adem¨¢s, en el laboratorio del IHI, los cient¨ªficos estudian cu¨¢ntos mosquitos portan agentes pat¨®genos ¡ªsi las hembras ya han picado¡ª y a qu¨¦ especie concreta pertenecen.
Poco a poco, las piezas de este rompecabezas empiezan a formar una imagen que explican las causas de los casos de malaria que todav¨ªa se siguen produciendo. Hasta hace algunos a?os, nueve de cada 10 mosquitos pertenec¨ªan a la especie Gambiae sensu stricto. ¡°Se trata de eficientes transmisores de la malaria que solo pican de noche en el interior de las casas¡±, explica Okumu. ¡°En la actualidad, esta especie casi ha desaparecido, ya que, gracias a las mosquiteras, no consigue llegar a los seres humanos¡±.
Cuando la vida de una comunidad transcurre principalmente fuera de sus casas, la eficacia de las mosquiteras no les protege durante la mayor parte del d¨ªa
En su lugar, han proliferado otras subespecies, sobre todo las Anopheles arabiensis y Anopheles funestus. Los investigadores del IHI las llaman las ¡°Bruce Willis de los mosquitos an¨®feles¡± debido a que son sumamente flexibles, vers¨¢tiles y, sobre todo, indestructibles. Cuando no consiguen pillar desprevenido a un ser humano, los mosquitos Anopheles arabiensis pican tambi¨¦n a las gallinas o a las vacas. Los Anopheles funestus abundan menos, pero portan agentes pat¨®genos m¨¢s a menudo. Ambas especies empiezan su actividad al atardecer y la prolongan hasta la salida del sol. Los datos recopilados muestran con qu¨¦ habilidad se han adaptado al ser humano. En Ifakara, su presencia alcanza un punto ¨¢lgido entre las ocho y las nueve de la noche. Seg¨²n las encuestas, la mayor¨ªa de los habitantes de la ciudad se van a la cama ¡ªdonde est¨¢n protegidos de las picaduras¡ª entre las nueve y las 10. A las cinco de la ma?ana, la hora a la que mucha gente se levanta, los insectos a¨²n est¨¢n all¨ª para atacar.
Los mosquitos son unos formidables maestros de la supervivencia, un ejemplo de ¨¦xito. Est¨¢n presentes en todos los continentes excepto en la Ant¨¢rtida desde hace 100 millones de a?os. Presumiblemente, ya picaban a los dinosaurios. La velocidad a la que se suceden las generaciones ¡ªentre dos y tres semanas¡ª y el elevado n¨²mero de cr¨ªas ¡ªhasta 300 huevos por puesta¡ª los convierten en extremadamente adaptables.
Para erradicar por completo la malaria, tal como se ha propuesto Naciones Unidas de aqu¨ª a 2030, los seres humanos tienen que estar a salvo de las picaduras tambi¨¦n fuera de sus camas y de sus casas. Sin embargo, ?c¨®mo conseguirlo en Tanzania, donde los ingresos medios mensuales son de 75 d¨®lares? Si mucha gente no puede permitirse ni siquiera tener velas que les den algo de luz, no digamos ya repelentes de insectos como, por ejemplo, Autan. Y la opci¨®n de tener una casa m¨¢s grande inaccesible a los mosquitos est¨¢ totalmente fuera del alcance de agricultores como los de Ifakara.
En consecuencia, los investigadores del IHI est¨¢n probando diversos m¨¦todos. Han instalado recipientes de cer¨¢mica vac¨ªos que los mosquitos utilizan gustosos como refugio diurno. Estas vasijas se han tratado con piriproxif¨¦n, y los insectos que se posan en ellas lo transportan sin darse cuenta hasta los puntos de puesta de los huevos, donde la sustancia impide que las larvas se conviertan en ejemplares adultos. Las alfombrillas port¨¢tiles de sisal impregnadas en insecticida son bastante eficaces para mantener a los mosquitos a un radio de hasta cinco metros, y fabricarlas cuesta solo dos d¨®lares. Las sandalias con el mismo tratamiento tambi¨¦n ofrecen cierta protecci¨®n.
Sin embargo, se trata de una carrera contrarreloj y contra la reacci¨®n de los insectos. ¡°Cada vez es m¨¢s frecuente que desarrollen resistencia a los insecticidas¡±, advierte Nancy Matowo, una investigadora que trabaja con Okumu. Seg¨²n la OMS, en 60 de 96 pa¨ªses, los agentes transmisores se han vuelto insensibles a al menos a una categor¨ªa qu¨ªmica. Etiop¨ªa, Sud¨¢n y Afganist¨¢n han comunicado incluso la presencia de mosquitos resistentes a los cuatro tipos de insecticidas disponibles.
¡°Por eso quer¨ªamos inventar un m¨¦todo que matase a los mosquitos de forma inmediata, sin insecticidas¡±, dice Matowo. El resultado es la llamada Mosquito Landing Box (caja de aterrizaje de los mosquitos, en ingl¨¦s), una caja negra de madera con listones que dejan aberturas entre ellos. Pegadas a su cara interna se esconden unas rejillas electrificadas que Matowo y sus compa?eros han conseguido desmontando matamoscas el¨¦ctricos baratos. Un ventilador esparce un reclamo con olor a sudor humano. Por ejemplo, a calcetines de nailon usados. ¡°En cuanto entran en la caja, los mosquitos chocan con la rejilla electrificada y mueren¡±, explica Matow. Durante el d¨ªa, la corriente la suministra una c¨¦lula fotovoltaica que hay en la parte superior, y por la noche, una bater¨ªa.
¡°Si partimos de la idea de que los mosquitos an¨®feles solo pican de noche, es sorprendente que, a pesar de todo, haya a¨²n tanta malaria¡±
La trampa se puso a prueba por primera vez en Mosquito City, el ¨¢rea de experimentaci¨®n del Instituto de Salud de Ifakara. En los enormes invernaderos hay charcos, bananos y caba?as con espacios para dormir que imitan los territorios de caza de los insectos.
Los resultados son muy prometedores. Seg¨²n las primeras conclusiones, una de estas cajas reduce el n¨²mero de mosquitos preparados para picar a una fracci¨®n m¨ªnima. Arnold Mmbando, compa?ero de Matowo, ya est¨¢ trabajando en el perfeccionamiento del sistema. La idea es que, primero, una sustancia con un olor repelente aleje a los mosquitos de la gente. En el lugar a donde se dirijan los estar¨¢ esperando la caja, que los atraer¨¢ y los matar¨¢.
Okumu, el director del IHI, est¨¢ convencido de que hacen falta esta clase de t¨¦cnicas para erradicar la malaria. Cree que, en la siguiente fase de la lucha, probablemente ya no se tratar¨¢ de llevar a cabo grandes intervenciones a escala nacional. En su lugar, cada regi¨®n necesitar¨¢ una estrategia propia dise?ada a su medida para que, en la batalla contra los mosquitos, no sea el enemigo el ¨²nico que se adapte.
Segundo cap¨ªtulo de los tres que publicaremos en Planeta Futuro del proyecto de la autora Mosquitos ve. Manking para The European Journalism Centre
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