El nuevo enemigo
El comunismo se ha convertido en una ideolog¨ªa residual. Ahora la amenaza es el populismo, que ataca por igual a pa¨ªses desarrollados y atrasados
El comunismo ya no es el enemigo principal de la democracia liberal ¡ªde la libertad¡ª sino el populismo. Aquel dej¨® de serlo cuando desapareci¨® la URSS, por su incapacidad para resolver los problemas econ¨®micos y sociales m¨¢s elementales, y cuando (por los mismos motivos) China Popular se transform¨® en un r¨¦gimen capitalista autoritario. Los pa¨ªses comunistas que sobreviven ¡ªCuba, Corea del Norte, Venezuela¡ª se hallan en un estado tan calamitoso que dif¨ªcilmente podr¨ªan ser un modelo, como pareci¨® serlo la URSS en su momento, para sacar de la pobreza y el subdesarrollo a una sociedad. El comunismo es ahora una ideolog¨ªa residual y sus seguidores, grupos y grup¨²sculos, est¨¢n en los m¨¢rgenes de la vida pol¨ªtica de las naciones.
Pero, a diferencia de lo que muchos cre¨ªamos, que la desaparici¨®n del comunismo reforzar¨ªa la democracia liberal y la extender¨ªa por el mundo, ha surgido la amenaza populista. No se trata de una ideolog¨ªa sino de una epidemia viral ¡ªen el sentido m¨¢s t¨®xico de la palabra¡ª que ataca por igual a pa¨ªses desarrollados y atrasados, adoptando para cada caso m¨¢scaras diversas, de izquierdismo en el Tercer Mundo y de derechismo en el primero. Ni siquiera los pa¨ªses de m¨¢s arraigadas tradiciones democr¨¢ticas, como Reino Unido, Francia, Holanda y Estados Unidos est¨¢n vacunados contra esta enfermedad: lo prueban el triunfo del Brexit, la presidencia de Donald Trump, que el partido del Geert Wilders (el PVV o Partido por la Libertad) encabece todas las encuestas para las pr¨®ximas elecciones holandesas y el Front National de Marine Le Pen las francesas.
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?Qu¨¦ es el populismo? Ante todo, la pol¨ªtica irresponsable y demag¨®gica de unos gobernantes que no vacilan en sacrificar el futuro de una sociedad por un presente ef¨ªmero. Por ejemplo, estatizando empresas y congelando los precios y aumentando los salarios, como hizo en el Per¨² el presidente Alan Garc¨ªa durante su primer Gobierno, lo que produjo una bonanza moment¨¢nea que dispar¨® su popularidad. Despu¨¦s, sobrevendr¨ªa una hiperinflaci¨®n que estuvo a punto de destruir la estructura productiva de un pa¨ªs al que aquellas pol¨ªticas empobrecieron de manera brutal. (Aprendida la lecci¨®n a costa del pueblo peruano, Alan Garc¨ªa hizo una pol¨ªtica bastante sensata en su segundo Gobierno).
Ingrediente central del populismo es el nacionalismo, la fuente, despu¨¦s de la religi¨®n, de las guerras m¨¢s mort¨ªferas que haya padecido la humanidad. Trump promete a sus electores que ¡°Am¨¦rica ser¨¢ grande de nuevo¡± y que ¡°volver¨¢ a ganar guerras¡±; Estados Unidos ya no se dejar¨¢ explotar por China, Europa, ni por los dem¨¢s pa¨ªses del mundo, pues, ahora, sus intereses prevalecer¨¢n sobre los de todas las dem¨¢s naciones. Los partidarios del Brexit ¡ªyo estaba en Londres y o¨ª, estupefacto, la sarta de mentiras chauvinistas y xen¨®fobas que propalaron gentes como Boris Johnson y Nigel Farage, el l¨ªder de UKIP en la televisi¨®n durante la campa?a¡ª ganaron el refer¨¦ndum proclamando que, saliendo de la Uni¨®n Europea, Reino Unido recuperar¨ªa su soberan¨ªa y su libertad, ahora sometidas a los bur¨®cratas de Bruselas.
Hay gobernantes que no vacilan en sacrificar el futuro de una sociedad por un presente ef¨ªmero
Inseparable del nacionalismo es el racismo, y se manifiesta sobre todo buscando chivos expiatorios a los que se hace culpables de todo lo que anda mal en el pa¨ªs. Los inmigrantes de color y los musulmanes son por ahora las v¨ªctimas propiciatorias del populismo en Occidente. Por ejemplo, esos mexicanos a los que el presidente Trump ha acusado de ser violadores, ladrones y narcotraficantes, y los ¨¢rabes y africanos a los que Geert Wilders en Holanda, Marine Le Pen en Francia, y no se diga Viktor Orb¨¢n en Hungr¨ªa y Beata Szydlo en Polonia, acusan de quitar el trabajo a los nativos, de abusar de la seguridad social, de degradar la educaci¨®n p¨²blica, etc¨¦tera.
En Am¨¦rica Latina, Gobiernos como los de Rafael Correa en Ecuador, el comandante Daniel Ortega en Nicaragua y Evo Morales en Bolivia, se jactan de ser antiimperialistas y socialistas, pero, en verdad, son la encarnaci¨®n misma del populismo. Los tres se cuidan mucho de aplicar las recetas comunistas de nacionalizaciones masivas, colectivismo y estatismo econ¨®micos, pues, con mejor olfato que el iletrado Nicol¨¢s Maduro, saben el desastre a que conducen esas pol¨ªticas. Apoyan de viva voz a Cuba y Venezuela, pero no las imitan. Practican, m¨¢s bien, el mercantilismo de Putin (es decir, el capitalismo corrupto de los compinches), estableciendo alianzas mafiosas con empresarios serviles, a los que favorecen con privilegios y monopolios, siempre y cuando sean sumisos al poder y paguen las comisiones adecuadas. Todos ellos consideran, como el ultraconservador Trump, que la prensa libre es el peor enemigo del progreso y han establecido sistemas de control, directo o indirecto, para sojuzgarla. En esto, Rafael Correa fue m¨¢s lejos que nadie: aprob¨® la ley de prensa m¨¢s antidemocr¨¢tica de la historia de Am¨¦rica Latina. Trump no lo ha hecho todav¨ªa, porque la libertad de prensa es un derecho profundamente arraigado en Estados Unidos y provocar¨ªa una reacci¨®n negativa enorme de las instituciones y del p¨²blico. Pero no se puede descartar que, a la corta o a la larga, tome medidas que ¡ªcomo en la Nicaragua sandinista o la Bolivia de Evo Morales¡ª restrinjan y desnaturalicen la libertad de expresi¨®n.
Inseparable del nacionalismo es el racismo, y se manifiesta sobre todo buscando chivos expiatorios
El populismo tiene una muy antigua tradici¨®n, aunque nunca alcanz¨® la magnitud actual. Una de las dificultades mayores para combatirlo es que apela a los instintos m¨¢s acendrados en los seres humanos, el esp¨ªritu tribal, la desconfianza y el miedo al otro, al que es de raza, lengua o religi¨®n distintas, la xenofobia, el patrioterismo, la ignorancia. Eso se advierte de manera dram¨¢tica en el Estados Unidos de hoy. Jam¨¢s la divisi¨®n pol¨ªtica en el pa¨ªs ha sido tan grande, y nunca ha estado tan clara la l¨ªnea divisoria: de un lado, toda la Am¨¦rica culta, cosmopolita, educada, moderna; del otro, la m¨¢s primitiva, aislada, provinciana, que ve con desconfianza o miedo p¨¢nico la apertura de fronteras, la revoluci¨®n de las comunicaciones, la globalizaci¨®n. El populismo fren¨¦tico de Trump la ha convencido de que es posible detener el tiempo, retroceder a ese mundo supuestamente feliz y previsible, sin riesgos para los blancos y cristianos, que fue el Estados Unidos de los a?os cincuenta y sesenta. El despertar de esa ilusi¨®n ser¨¢ traum¨¢tico y, por desgracia, no s¨®lo para el pa¨ªs de Washington y Lincoln, sino tambi¨¦n para el resto del mundo.
?Se puede combatir al populismo? Desde luego que s¨ª. Est¨¢n dando un ejemplo de ello los brasile?os con su formidable movilizaci¨®n contra la corrupci¨®n, los estadounidenses que resisten las pol¨ªticas demenciales de Trump, los ecuatorianos que acaban de infligir una derrota a los planes de Correa imponiendo una segunda vuelta electoral que podr¨ªa llevar al poder a Guillermo Lasso, un genuino dem¨®crata, y los bolivianos que derrotaron a Evo Morales en el refer¨¦ndum con el que pretend¨ªa hacerse reelegir por los siglos de los siglos. Y lo est¨¢n dando los venezolanos que, pese al salvajismo de la represi¨®n desatada contra ellos por la dictadura narcopopulista de Nicol¨¢s Maduro, siguen combatiendo por la libertad. Sin embargo, la derrota definitiva del populismo, como fue la del comunismo, la dar¨¢ la realidad, el fracaso traum¨¢tico de unas pol¨ªticas irresponsables que agravar¨¢n todos los problemas sociales y econ¨®micos de los pa¨ªses incautos que se rindieron a su hechizo.
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?? Mario Vargas Llosa, 2017.
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