Desiertos urbanos: la cara b del turismo de sol y playa en Espa?a

C?SCARAS VAC?AS, cuerpos sin alma, envoltorios sin contenido, as¨ª se presentan estas ciudades del litoral espa?ol durante los largos meses del invierno. Tenemos tantos kil¨®metros de costa como viviendas de verano. Sobrecoge viajar a ellas en pleno mes de enero o de febrero y contemplar la ceguera de sus ventanas o la oquedad de sus portales; impresiona gritar sin que se alteren los visillos o tiemblen las persianas. Da miedo pasear por los parques infantiles y observar la quietud il¨®gica de sus columpios. O asomarse a las piscinas en las que el agua, fr¨ªa, presenta menos pulso que un cad¨¢ver. ?Ad¨®nde han emigrado las toallas, las pelotas de goma, los flotadores? ?Ad¨®nde, las voces de los ni?os, las advertencias de los padres, los gritos de apareamiento de los adolescentes? ?Ad¨®nde, la m¨²sica de la megafon¨ªa, los vasos del verm¨² del mediod¨ªa, las copas del gin-tonic de media tarde? No se pierdan la soledad de las palmeras, el desamparo de sus sombras, la orfandad de los parasoles, abandonados por el suelo como peonzas al capricho del viento.

Pero si entr¨¢ramos en el interior de una de estas viviendas, percibir¨ªamos a¨²n la presencia fantasmal de sus due?os yendo, en medio de la noche, del dormitorio a la cocina a por el vaso de agua para el ni?o.