Un problema de todos
La discriminaci¨®n y violencia contra las mujeres concierne a toda la sociedad
Que la mitad femenina de la humanidad contin¨²e sufriendo discriminaci¨®n por raz¨®n de sexo, incluso en los pa¨ªses m¨¢s avanzados, no solo es una injusticia inaceptable sino una r¨¦mora para el progreso social y econ¨®mico. Todav¨ªa hemos de lamentar graves dificultades de acceso de las mujeres a la educaci¨®n y al mundo laboral. Pese a los avances de los ¨²ltimos a?os, no debemos olvidar que a¨²n hoy dos tercios de las personas analfabetas son mujeres, y que la tasa de poblaci¨®n activa femenina es persistentemente inferior a la de los hombres en todo el mundo, incluidos los pa¨ªses m¨¢s avanzados.
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Desperdiciar el talento, la preparaci¨®n y la capacidad de las mujeres supone malbaratar recursos sociales y econ¨®micos sin otra justificaci¨®n que el mantenimiento de un statu quo milenario cuya inercia se revela como un muro mucho m¨¢s duro y persistente de lo que se hab¨ªa cre¨ªdo. La prueba es la dificultad con la que se avanza en la paridad, tanto en el ¨¢mbito laboral y profesional como en el de la representaci¨®n pol¨ªtica, incluso en los pa¨ªses que hace tiempo que han legislado para conseguirla. La brecha salarial sigue siendo una realidad que hace que el salario de las mujeres sea un 24% inferior, de media, al de los hombres por igual trabajo y solo uno de cada cinco parlamentarios en el mundo son mujeres.
Hace tiempo que sabemos que legislar contra la discriminaci¨®n es una condici¨®n necesaria pero no suficiente para lograr la paridad. Y ahora hemos comprobado tambi¨¦n que se puede incluso retroceder. En los pa¨ªses desarrollados, la creciente desigualdad social afecta especialmente a las mujeres. El resultado es una mayor feminizaci¨®n de la pobreza que, de no tomarse medidas correctoras, actuar¨¢ como un factor de perpetuaci¨®n de la desigualdad. En Espa?a y otros pa¨ªses golpeados por la recesi¨®n, las mujeres est¨¢n saliendo de la crisis en peores condiciones de las que entraron. La tasa de actividad femenina es menor, sufren mayor tasa de paro y comparten con los j¨®venes peores condiciones de trabajo: una mayor temporalidad y mayor proporci¨®n de empleo a tiempo parcial obligado. Precisamente por la importancia que tienen para los objetivos del milenio el trabajo y la independencia econ¨®mica de las mujeres, la agenda 2030 de desarrollo sostenible de Naciones Unidas hace especial ¨¦nfasis en las pol¨ªticas destinadas a evitar la discriminaci¨®n laboral.
Pero todav¨ªa hay una realidad m¨¢s lacerante que esa discriminaci¨®n: la violencia f¨ªsica o psicol¨®gica. Por ejemplo, la violencia que han sufrido los 120 millones de mujeres sometidas a mutilaciones genitales o los 12 millones de ni?as y j¨®venes que son raptadas y vendidas cada a?o para ser explotadas como esclavas sexuales. A las que hay que a?adir los millones de mujeres que sufren violencia a manos de sus parejas. Pese a la mejora que ha supuesto en Espa?a la aplicaci¨®n de la ley contra la violencia de g¨¦nero, hay signos de alarma. El repunte que ha experimentado el n¨²mero de asesinatos este comienzo de a?o debe llevarnos a buscar formas m¨¢s eficaces de intervenir. En todo caso, ni la violencia ni la discriminaci¨®n laboral y de representaci¨®n pol¨ªtica son un problema que concierna solo a las mujeres, aunque ellas lo sufran directamente. Es un problema que ata?e a toda la sociedad.
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